¿Qué tenemos que hacer para recibir al Señor?Por P. Héctor De los Ríos L.Vida NuevaTercer domingo de advientoEvangelio: San Lucas 3,10-18 El texto de hoy es la continuación del evangelio del domingo pasado; Juan hace el llamado a la conversión. Podemos ver dos partes en el evangelio. En la primera (vv. 10-14) tres grupos le preguntan a Juan qué deben hacer en el camino de la conversión y Juan responde con actitudes adecuadas a cada grupo. En la segunda parte (vv. 15-17), Juan indica qué es lo que hace y anuncia la venida de otro “más poderoso que él”. Finalmente el texto culmina con una conclusión en el v. 18. En los tres diálogos con los grupos, se nota por la triple repetición de la pregunta “¿qué debemos hacer?” (v. 10.12.14), que la propuesta de conversión de Juan apunta a cosas bien concretas, al “hacer”. El primer grupo es “la gente”, sin más especificación. A ellos se les propone compartir el vestido y la comida, es decir lo necesario para vivir. Es una invitación que nos toca a todos, la invitación a la solidaridad. El segundo grupo es de “los que cobraban impuestos para Roma”, los publicanos. Estos cobradores eran tenidos por pecadores, pues no solo cobraban para Roma, (que estaba explotando el país) sino que también con frecuencia se enriquecían con las comisiones de los impuestos. Sin embargo no son rechazados por Juan, sino que se les invita a ser justos y no cobrar más de lo que deben. El tercer grupo es de soldados, es decir no judíos. También ellos se sienten interpelados por la predicación de Juan y se acercan a bautizarse y convertirse. La propuesta para ellos es no abusar de su poder, y conformarse con lo que reciben.Estos tres grupos indican de, alguna manera a la globalidad, (la gente, los pecadores, los extranjeros) y así se cumple que la salvación de Dios alcanza a todos (Lc 3.6). Con estos signos, la gente se pregunta si Juan no es el Mesías, pero él responde claramente que no, e indica los signos del Mesías: él bautizará con Espíritu Santo y fuego (ver Hch 2.1-4), es incomparablemente más poderoso y grande que Juan (el atar las sandalias era un servicio del siervo, Juan no se considera digno ni siquiera de hacerle ese servicio al Mesías) y finalmente propone una imagen de juicio (separar el trigo de la paja). Juan anuncia la venida, pero el Señor cuando venga, superará totalmente el anuncio del Bautista. La llamada de Juan a la conversión y su anuncio de la venida del Mesías hacen eco hoy en nosotros para responder con nuestra vida a la llegada del Salvador.El evangelio dominical, continúa guiando este camino de Adviento diciendo con Juan Bautista: el Salvador ya viene. Debemos vivirlo no como algo que sucedió hace 2015 años, es una realidad actual. En nuestros momentos difíciles o áridos de la vida, continuamos como la gente de aquella época esperando al Mesías y buscando salvación y felicidad en distractores, ojalá en nuestras vidas exista un Juan Bautista que diga: no soy yo… es Él. Así podremos descubrir el rostro de Jesús más eficazmente, aunque no nos conceda lo que pedimos nos brindará con toda seguridad lo que realmente estamos necesitando. El Papa Francisco, siguiendo la misión de Juan Bautista, nos habla este adviento, como la buena ocasión para saber esperar: “Este camino no se acaba nunca. Así como en la vida de cada uno de nosotros siempre hay necesidad de comenzar de nuevo, de volver a levantarse, de volver a encontrar el sentido de la meta de la propia existencia, de la misma manera para la gran familia humana es necesario renovar siempre el horizonte común hacia el cual estamos encaminados. ¡El horizonte de la esperanza! Es ese el horizonte para hacer un buen camino. El tiempo de Adviento, nos devuelve el horizonte de la esperanza, una esperanza que no decepciona porque está fundada en la Palabra de Dios. Una esperanza que no decepciona, sencillamente porque el Señor no decepciona jamás. ¡Él es fiel!, ¡Él no decepciona! ¡Pensemos y sintamos esta belleza! El modelo de esta actitud espiritual, de este modo de ser y de caminar en la vida, es la Virgen María. Una sencilla muchacha de pueblo, que lleva en el corazón toda la esperanza de Dios. En su seno, la esperanza de Dios se hizo carne, se hizo hombre, se hizo historia: Jesucristo. Su Magníficat es el cántico del Pueblo de Dios en camino, y de todos los hombres y mujeres que esperan en Dios, en el poder de su misericordia. Dejémonos guiar por Ella, que es madre, es mamá, y sabe cómo guiarnos. Dejémonos guiar por Ella en este tiempo de espera y de vigilancia activa.” 3 Sigamos nuestra meditación con estas preguntas: ¿Cuál es el Mesías que espero? ¿Me preocupo como los soldados y mercaderes en entender, qué es lo que debo hacer.