Fiesta del Bautismo de JesusVida NuevaPor P. Héctor De los Rios L.Domingo 10 de enero 2016Evangelio San Lucas 3,15-16. 21-22: “cuando Jesús fue bautizado, se abrió el cielo”Durante todo el año 2016 (Ciclo C), tendremos como centro el Evangelio de San Lucas, en él nos encontramos con uno de los relatos más cortos sobre el bautismo de Jesús, también empezamos a notar una característica especial de Lucas quien nos presenta a Jesús en constante oración. Iniciamos escuchando la confesión de Juan Bautista sobre su identidad (vv. 15-16). Sus acciones y la gran cantidad de seguidores hacen que algunos crean que él puede ser el Mesías, pero en todos los evangelios es claro que no lo es, y su mayor deseo es que todos reconozcan al protagonista de la Historia de Salvación: Jesús. Esta puede ser la razón por la que en la acción misma del bautismo (vv. 21-22) no se nombre a Juan, ya que quienes están en el centro de este momento son el Hijo, que es bautizado; el Espíritu Santo, que desciende el Hijo; y el Padre, que confirma la misión salvadora del Hijo. La oración, como uno de los temas constantes en el evangelio de Lucas, se encuentra presente en los momentos más decisivos del ministerio de Jesús y, por ende, no puede estar ausente del inicio de su vida pública (v. 21). También veremos a Jesús orando antes de la elección de los doce (6, 12), en la transfiguración (9, 29), antes de enseñar a sus discípulos a orar (11, 1), e incluso, mientras padece en la cruz y está a punto de morir (23, 34. 36). A pesar de que el bautismo de Juan tiene una estrecha cercanía con la purificación de los pecados y, por consiguiente, Jesús no la necesita; Él participa como uno más de los muchos que se bautizaron para acoger el nuevo tiempo mesiánico. La presencia del Espíritu Santo sobre Jesús y la voz que proviene del cielo son prueba del cumplimiento de la promesa y tienen una estrecha relación con los Salmos (2, 7) y las profecías de Isaías (42, 1).Como lo sabemos, el bautismo es el sacramento que nos hace hijos e hijas de Dios, es la llegada del Espíritu Santo a nuestras vidas y, en Él, todos llegamos a ser hermanos y hermanas con Cristo. Quizá éramos muy pequeños para notar la presencia de la Santísima Trinidad, e incluso es posible que todavía hoy no la entendamos. Nuestra vida de fe empezó gracias a nuestros padres, a ellos les debemos nuestro, bautismo, pues así como se preocuparon por nuestro bienestar físico en los primeros meses de vida, se aseguraron de cuidarnos espiritualmente y compartieron con nosotros el Bautismo. para renovar nuestra relación con el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo Es así, que mientras fuimos creciendo y logramos cierta autonomía para vivir, también hemos ido aprendiendo a crecer en la fe y a mantener una relación muy cercana con Dios por medio de la oración constante. San Juan Pablo II nos explica “El bautismo cristiano nos coloca en relación personal con las tres Personas divinas, introduciéndonos así en la intimidad de Dios. Y, cada vez que hacemos el signo de la cruz, repetimos la expresión evangélica para renovar nuestra relación con el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Reconocer al Espíritu Santo como Persona es una condición esencial para la vida cristiana de fe y de caridad.” “En los evangelios –continúa diciendo San Juan Pablo II -hallamos una revelación de las tres Personas divinas: la persona de Jesús está indicada con la calificación de Hijo; la persona del Padre se manifiesta por medio de la voz que dice: “Este es mi Hijo amado”; y la persona del Espíritu de Dios aparece diferente del Padre y del Hijo, y en relación con el uno y el otro; con el Padre celeste, porque el Espíritu desciende de los cielos; y con el Hijo, porque viene sobre él.” Sigamos nuestra meditación con estas preguntas: ¿Qué siento cuando Dios me dice: “Tú eres mi hijo Amado”? ¿Cómo hago que mi relación sea cada vez más cercana con Él? ¿Cómo hago para vivir mi Bautismo en la cotidianidad? ¿Hago mi oración con frecuencia? Uncategorized