Ciudades y teléfonos Por Benjamín Barney Caldas Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Ha sido docente en Univalle y la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, y continua siéndolo en el Taller Internacional de Cartagena, de los Andes, y en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en Caliescribe.com desde 2011.Informaba la prensa en días pasados de unos jóvenes emprendedores que han desarrollado un programa para que la gente haga sus compras por los llamados teléfonos inteligentes pese a que aun no lo son. Pasan por alto que las ciudades y los mercados coexisten desde su inicio hace milenios, y que estos, con los cementerios, las librerías, los museos y los centros históricos, son lo mas interesante de las ciudades, y que mercar, incluso en un supermercado actual, es una actividad ciudadana muy grata: se encuentran conocidos y amigos, se ven nuevos productos que no se sabe para que sirven y hasta se come algo en sus pésimas cafeterías. Igual que en los cementerios, los museos o en las librerías a las que la gente acude mas a comer que a comprar libros, aunque no dejan de ver las “novedades” y revistas y siempre hay alguien interesado en encontrar un libro para leer.También se informaba, hace mas días, de otros jóvenes emprendedores que inteligentemente están creando plataformas, o como se llamen, para diferentes servicios de taxis usando igualmente teléfonos inteligentes, como Uber. Eficiente servicio actual que en lugar de tratar de que se prohíba se debe por lo contrario es emular y competir, lo que redundaría en que mas propietarios de carros particulares usen mas los taxis, como ya esta ocurriendo, pues los prefieren al todavía muy ineficiente e incomodo transporte publico de la ciudad aunque demagógicamente se lo llame MIO. Si se usan mas los taxis habrá menos carros circulando lo que redundará en menos congestión en las vías y menos consumo de combustibles de origen fósil, lo que contribuiría a menos emisión de gases de efecto invernadero que causan el cambio climático, el que ya es un hecho comprobado.En conclusión es importante entender que tratándose de la ciudad, que siempre es antigua, lo moderno hay que agregarlo a lo pre moderno sin destruirlo; refuncionalizándolo. Es el caso de la tienda de esquina que en lugar de eliminarla por el falso progreso y la moda debería ser renovada. O de los carros “de plaza” como se llamaba antes a los taxis que esperaban sus usuarios precísame en las plazas, lo que deberían hacer de nuevo los taxis, en paraderos adecuados y no obstaculizando las calles, en espera a que alguien requiera su servicio llamándolos por un teléfono inteligente. Y por supuesto las librerías que esta en proceso de abrir Amazon en todo el mundo no solo confirman la permanencia del libro impreso sino de las librerías tradicionales, que desde luego tendrán agradables cafeterías y en las que además le conseguirán el libro que no tengan, como podría ya hacer la Nacional aquí.Antes en las ciudades, casi todas pequeñas, y ahora todavía en los pueblos, la comunicación era de viva voz. Ahora en las ciudades grandes, que lo son casi todas, es por teléfonos inteligentes e Internet. Sólo que hay que usarlos inteligentemente, aprovechando su capacidad de almacenar datos y realizar actividades semejantes a la de una minicomputadora, y con una mayor conectividad que un teléfono móvil convencional, y que también permiten al usuario instalar muchísimas aplicaciones en diferentes terrenos. Lo preocupante es que su mal uso está volviendo a mucha gente menos “ciudadana” de lo que era antes, pues es el encuentro con los otros en calles, plazas y parques, lo que caracteriza una ciudad, e infortunadamente los buenos andenes no se pueden solicitar por teléfono por mas inteligente que ya sea.La tienda de la esquina – fotografía de Juan David Estrada