Por Jaime Salazar Corrales / Especial para Caliescribe.com

El pasado viernes, el secretario de Deportes Diego Cardona confirmó lo que para los caleños era un secreto a voces: el estadio ‘Pascual Guerrero’ no sería concluido en su totalidad para el 18 de julio, fecha límite dada por la FIFA, sino que debería esperar el fin del Mundial Sub20 para concluirlo, convirtiéndose en una nueva decepción para los caleños y motivo de vergüenza para la ciudad.

Según los plazos citados por Cardona, no se alcanzaría a instalar la cubierta de la tribuna oriental, así como tampoco se entregarían los ‘palcos’ de Oriental, que serán construidos en una fecha y a unos costos aún por definir, es probable que sea la 1ª vez en la historia FIFA que se deba jugar un mundial en un escenario a medio terminar.

La entrevista virtual terminó siendo un espectáculo bochornoso, donde la periodista de El País ignoró las preguntas de fondo de algunos participantes; el momento más vergonzoso se dio cuando Cardona respondió por qué la remodelación del ‘Pascual’ había costado más que el Estadio del Deportivo Cali, construido desde cero.

El funcionario se puso nervioso y mezcló varias cifras: “El ‘Pascual’ ha costado mucho menos de lo que costó el estadio del Cali, que lleva una inversión cercana a los 80 mil millones y no se ha terminado; le hacen falta vías de acceso, agua potable, alcantarillados y todo eso requiere unos 20 mil millones más; si sumas todo eso seguramente costará el doble del Pascual”.

Varios foristas le recordaron: “matemático”, 100 mil millones no es el doble de 83.500; “Con razón se le descuadran los porcentajes.” Y otro terció: “¿Prefirieron gastar 83mil que invertirle 20 al estadio del Cali? ¡Qué genios!”

Al final, la redactora de El País prefirió terminar la entrevista en vista de la gran cantidad de cuestionamientos que saturaban sistema. El Estadio definitivamente no aguanta un escrutinio público objetivo e imparcial.

Algo huele mal

Pero, ¿cómo empezó esta historia de improvisaciones, malos manejos, mentiras y denuncias que termina con el estadio más costoso del país, entregado a medias y con muchas irregularidades e ilegalidades?

Para adentrarnos en esta historia tenemos que devolvernos hasta una calurosa tarde de 2009, cuando este mismo funcionario, acompañado por el alcalde Jorge Iván Ospina, daban inicio con taladro en mano, a las obras de demolición de las tribunas del vetusto Pascual.

Ese 10 de diciembre, Cardona declaraba en tono de seriedad que en el estadio sólo se le invertirían $26.900 millones de pesos, en un tiempo estimado de 18 meses, de los cuales, el Gobierno Municipal pondría $20.000 millones.

Ahora, 1 año y medio después, este mismo funcionario decía sin sonrojarse que al estadio sólo se le habían invertido $83.500 millones “ y que ni un peso más.” En su momento, la ahora graciosa cifra de los 26 mil millones, era considerada cara para una ciudad en quiebra y con varios años en convenio de desempeño. De hecho, el diario El País publicó en su momento:

“Cali estuvo a punto de ser eliminada como sede por los altos costos del proyecto presentado inicialmente ante el Gobierno nacional. Posteriormente, el Alcalde replanteó el costo de las obras y tuvo que hacer lobby político para que Cali fuera considerada nuevamente como sede”. (Diciembre 11 /09)

El lobby le sirvió a Ospina para ganarle la puja al “Coloso de Rozo” el recién construido estadio del Deportivo Cali, pero la disminución de costos duró mientras se ganó la sede, pero luego llegaron las cascadas de adiciones por iniciativa del mismo Alcalde ,escuchando voces femeninas.

Ospina se jugó una carta oscura, de haber mostrado el valor real que tenía en mente, hoy en día, Rozo y no Cali, sería la sede del mundial Sub20.
Durante año y medio de obras el estadio se volvió un hoyo negro que amenazaba con devorar toda la ciudad; la alcaldía comenzó a trasladar recursos de varias dependencias al proyecto del Estadio, cerró programas que no le daban réditos, como el “Festival de Cine” (recientemente revivido) o disminuir gastos sensibles como la seguridad (debió vender participación accionaria para tapar ese hueco), todo, para alimentar el voraz apetito del estadio. 

Pero siempre cuidándose de fragmentar las obras en pequeños contratos, o usar convenios con el Fondo Mixto, para eludir la licitación pública. Por ejemplo, en marzo de 2010 se firmó un contrato, entre Municipio, Fondo Mixto del Deporte y el ‘Consorcio de reforzamiento IM Ingestructuras Ltda’ para “saneamiento de la estructura en concreto, reforma y adición del Estadio” (Número: FM-SDR-PG-CO 01). 

Cuatro meses después la misma firma obtuvo otro contrato (el FM-SDR PG CO 103-2) por 15 días para “demoliciones complementarias en las tribunas norte y sur-oriental, movimiento de tierras y excavación” por casi 300 millones.

¿Acaso, al demoler, no planearon que debían mover tierra? ¿Para qué otro contrato? 

Según denuncias aparecidas en el diario El Caleño (junio 13 de 2011), algunos contratos entre municipio, Fondo Mixto del Deporte o la EMRU fueron adjudicados en buena medida a Julián A. Toro, propietario de INGESTRUCTURAS, ex compañero universitario y amigo personal de la 1ª dama de Cali. A la postre Toro podría ser considerado el ‘Nule’ de Cali, por ser el mayor contratista de la administración Ospina con adjudicación directa.

¿Y qué control político realizaba el Concejo Municipal mientras el alcalde engordaba el presupuesto del Pascual? ¿O están en el negocio millonario?

Pero aún faltaba firmar otro oneroso contrato por $ 9.755 millones para seguir con los consabidos reforzamientos de las tribunas de parte de IM Ingestructuras, y otro más por $5.060 millones, también adjudicado sin licitación pública y entregada a dedo a esta polémica firma.

Con adiciones y contratos como estos fue que creció el costo del estadio hasta los 46,8 millones de dólares, convirtiéndose en una de las cifras más altas de remodelación de los estadios del país, la cifra más alta de la administración Ospina para una sola obra, le gana al Hundimiento de la Avenida Colombia.
Pero esta cifra no es final. A ella se le deben adicionar las obras de los llamados Palcos de Oriental, que según el secretario de Deportes, serían dados en alquiler y construidos con esos dineros; y otras obras complementarias que la misma alcaldía no ha hecho precisión de cara a la ciudad. Será para el próximo Gobierno.

Lo más grave no es que se hayan invertido $83.500 millones en un estadio que se usa pocas veces al mes, dejando de lado la inversión social, cultura y de seguridad tan necesitadas en la ciudad, sino además, porque fue adjudicado de manera irregular, sin licitación única para todo el proyecto, fragmentada en contraticos y adiciones para evitar las leyes de licitación pública que habrían sido más trasparente y ventajosa para la ciudad.

De hecho, el tema de la licitación se volvió la pregunta incómoda en la entrevista virtual de Cardona (vía Twitcam), quien a pesar de las reiteradas preguntas del periodista de Caliescribe.com, nunca se refirió al tema y prefirió dar paso a otros temas.

“El estadio, un descalabro para Cali”

Extraoficialmente, se dice que los huecos perforados en las tribunas del Pascual probablemente se cuarteen, dejando flojos los tornillos y sueltas las sillas, pues el concreto de las tribunas no tuvo tiempo de ‘curarse’. 

De hecho, en la entrevista de internet, Cardona reconoció que pista atlética también debería ser curada: “Los técnicos establecieron que el asfalto debe dejarse un mes oxidando, cualquier cosa que se coloque antes de ese tiempo se revienta y se daña”.

Cardona se refirió también al polémico sobrecosto del tablero: “Lo que se ha cuestionado es que el precio de importación del importador al que suministro al proveedor, lo reportó por una cantidad de alrededor de $180 millones de pesos, y la venta total fue una venta mayor”.

El importador de la pantalla Orlando Castro entrevistado por el diario El País, dueño de la empresa BYT Traving Ltda, reconoce que la pantalla “le costó $350 millones en China y que casi un año después recibió del Fondo Mixto $1.399 millones”.

Tal sobrecosto para la ciudad es inadmisible, pero Cardona insiste en defenderse: “Nosotros garantizamos que la pantalla es legalmente entrada al país y que se pagó impuestos por ella, no siendo responsabilidad de nosotros”. Allí se está lavando las manos.

Todo esto, para mostrar que el nuevo Pascual Guerrero ha sido un descalabro mayúsculo para Cali. No sólo por los escándalos ‘menores’ como la Pantalla y la silletería, sino porque se hizo sin estudios serios ni participación ciudadana, como le corresponde a un hito de ciudad. 

Y fue un descalabro porque el alcalde Ospina desperdició una oportunidad histórica de construir un estadio para todos, incluyente, pensado como una “empresa” para los caleños. Según varias definiciones, una empresa es: “una organización dedicada a actividades económicas, comerciales o sociales”.

En el estadio no se trabajó como ‘organización’, no hubo dirección de proyecto desde su planificación inicial, no se concertó con la comunidad, ni siquiera a manera de simulacro. Cual dictadura, aquí se hizo lo que el alcalde y su equipo mejor les pareció, y si en el futuro veremos en el Pascual una biblioteca, almacenes o un museo no es porque la comunidad lo haya decidido sino porque Ospina así lo quiso.

De la misma manera, En el Pascual se remodeló sin tener un ‘fin’; si era social, económico o cultural, o por qué, además de las mencionadas, se montaron ahí zonas comerciales que aún se desconocen.

Una empresa es un sistema que interacciona con su entorno: el estadio está en el centro de Cali y no se pensó ni se pidieron ideas de la gente, por ende, las ideas nunca se convirtieron en un proyectos, como es deseable, en otras palabras, su elaboración no correspondió a un concurso o licitación pública, ni se convocó a los arquitectos ni urbanistas. Que tal desconocer los parqueaderos y reconocer que los descartaron por su valor de $8.000 millones…

El nuevo Pascual nace sin legitimidad, alejado de los actores públicos, su proyecto y sus arandelas no se conocieron en su momento, y lo que es más increíble, ¡Aún no se conocen! 

Su costo sobrepasa toda lógica: 83.500 millones de pesos es un exabrupto frente a las necesidades sociales de Cali, desbordó las posibilidades económicas de un municipio quebrado, en convenio de desempeño y que prácticamente no ha pagado capital de su deuda pública. 

Lastimosamente, una vez terminado la eliminatoria del mundial la ciudad comprenderá que el objetivo del estadio no era “de ciudad”, los problemas ciudadanos seguirán estando ahí, muertos, desplazados, desempleados e inseguridad, y frente a ellos, el estadio se erguirá como un vergonzoso elefante blanco testigo de la ambición y la arrogancia de un alcalde.


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