Texto y fotografía por Vinci Andrés Belalcázar
El Coliseo del Pueblo es un paraiso deportivo para los niños de Cali, especialmente los de Siloé; muchos de ellos pasan allí su tiempo libre. Se vinculan formalmente en una liga o prueban suerte en todas por el gusto de experimentar.
En torno al coliseo se ha forjado toda una cultura del deporte. Canchas de micro fútbol, fútbol, volleyball, chaza “tenis pastuso”, son algunos de los deportes que practican los caleños en la Unidad Deportiva Alberto Galindo Herrera, de la que hace parte El Coliseo del Pueblo.
En las zonas verdes los niños pasan las mañanas o las tardes corriendo, jugando, peleando… haciendo de las suyas, hasta se enamoran. Tienen allí una parcela de felicidad que dificilmente encontrarian en otro espacio.
Ahora son las tres de la tarde de un miercoles de Junio, pasan y pasan ciclas. La calle esta llena de jovenes y niños vestidos con sudaderas, pantalonetas y licras. La banda de la policia nacional ensaya sus marchas y llena el aire de un ritmo monotono, mientras rodea una y otra vez la estructura que parece un platillo volador.
El escenario esta mejor a como lo recuerdo, sigue el abandono, las humedades y los equipos dañados. Pero tiene un aire más vital y los espacios exteriores que ahora se mantienen podados y limpios, no me llenan de miedo como lo hacían en otras epocas.
El Coliseo es el escenario de misas, elecciones, conciertos y otros simulacros; pero guarda su mayor valor en la formación de deportistas que llevan a cabo las ligas y los grupos que ocupan sus instalaciones con disciplina y esperanza. Si el discurso que sostiene que el deporte salva a los jovenes de la violencia se tomara en serio; nuestra sociedad no habría traicionado una y otra vez a “los profes” y los jovenes deportistas del Valle, pero ya sabemos que es costumbre en nuestros dirigentes.
Aquí ensayan porras, allá entrenan futbol, más allá un marihuanero arma un porro, lejos las canchas de basket brillan bajo el sol de la tarde y entre el coliseo y un arco hecho en guadua dos negritos se miden el uno al otro en un duelo de boxeo.
Tison, el gordito, trata sin suerte de acestarle un gancho en la cara a Maiky que es ligero y agil como una rana, que se agacha y se levanta, que avanza y retrocede; que parece que va a saltar y suelta un recto en las narices de Tison. ¡Ay! Espavila y se hecha para atrás sin mayor daño. Tienen apenas diez y doce años. Se rien y cambian de modalidad, se van a la lucha y buscan las piernas. Una llave fallida, una proyección, los rastros de una formación polideportiva que no se ve en los estratos más altos. Al final, cagados de la risa, con pasto hasta en los dientes me miran… tranquilos, sin miedo. Y yo pienso que eso es felicidad.
Los saludo y me cuentan que han pasado por todas las ligas, son los turistas del deporte, los grandes ganadores de la oferta deportiva. Luego se nos une su hermano menor que andaba en el baño y me invitan a la liga de box; son las 3 y 15, ya empezó el calentamiento.
Me gusta el boxeo, encuentro en los deportes de contacto una sinceridad que no hay en otras disciplinas. El box es la magia que un hombre hace con sus manos. Vienen aquí por años y se hacen fuertes, arrogantes, poderosos. Viven sus batallas en el entrenamiento y en el ring. Ya lejos de la epoca dorada donde el box podía ser una oportunidad de oro.
El box no es un deporte para ricos, los niños mimados salen rapido con sus fofas carnes a esconderse entre las enaguas de sus madres. Hoy hacemos el primero de varias entregas fotograficas por las ligas que funcionan en el coliseo del pueblo.