Isabel Ortega Ruiz
Estudió derecho en la Universidad Autónoma de Barcelona, Máster en Mediación y Resolución de conflictos en la Universidad de Barcelona, profesional del sector asegurador por 2 años, especializada en propiedad industrial, área donde ha trabajado por 4 años.
Salí del departamento del Chocó dirección a Cartagena de Indias, pero antes hice una parada técnica en Montería, para volver a ver a Ángel, que se había ido antes. Para ello tuve que tomar un taxi compartido desde Necoclí. Pasamos el día juntos, me preparó unos deliciosos tallarines con burrata que acompañamos con un vino. Después nos fuimos a pasear por el parque junto al rio Sinú y nos montamos en un planchón para cruzar el río, que consisten en planchas de madera transformadas en barcazas cubiertas que mediante un sistema de poleas y cuerdas, sin motor, transportan pasajeros de una orilla a la otra.
Cuando el reloj tocó las 5pm no quedó más remedio que despedirse, y me subí en un autobús dirección a Cartagena, la “Fabulosa” como canta Carlos Vives, una ciudad llena de historia, color y música.
Tuve suerte y la primera noche dormí en un hostal en pleno centro, en la cadena de hostales colombiana El Viajero, la cual conocí gracias a trabajar un día en un hostal en Cuzco, donde conocí a uno de sus gerentes.
Fue poner un pie en sus calles adoquinadas y entender la fama del lugar, por su belleza y por la cantidad de turismo. Había un bullicio tremendo en el centro, y muchísima gente extranjera.
Llegué agotada por lo que me fui directa a la cama y empecé al día siguiente bien temprano buscando antes que nada una lavandería para poder deshacerme por fín del olor a ropa húmeda que cargaba en la mochila. Cuando viajas por mucho tiempo, siempre tienes que estar pensando en la lavandería, forma parte de la rutina semanal. Encontré una cerca del hostal, así que tras cumplir mi primera misión ya estaba lista para conocer la ciudad. Todo el mundo me había dicho que sudaría de lo lindo en Cartagena, pero después de la humedad de la selva del Darién me pareció que la cosa había mejorado y el sol que me encontré en la ciudad me sentó de maravilla.
Me fui directa al barrio de Getsemaní, me perdí por sus calles y plazas, descubriendo grafitis, pinturas murales y pequeñas plazas rodeadas de flores. Había gente paseando, charlando, vendiendo helados, frutas o simplemente sentados debajo de una sombra contemplando el devenir de los demás. Me alegró que había una mezcla muy sana entre turistas y locales, con un ambiente muy distendido. Se podría decir que es el barrio de moda de Cartagena, aunque hace años fuera una locura pasear por él debido a que estaba lleno de carteristas y prostitutas. Durante la tarde hice un freetour (tour guiado) que me llevó por la parte amurallada de la ciudad, la cual, a pesar de su indudable belleza, no tiene el encanto (para mí) de Getsemaní porque no conserva su esencia de barrio, son todo edificios coloniales entre tiendas de tiendas de lujo y de recuerdos.
Aún así, cuando crucé por los arcos del monumento del reloj y aparecí en la Plaza de los coches (sin coches paradójicamente) sentí que retrocedí en el tiempo. Allí en frente, se sitúa el portal de los dulces, un lugar muy típico en donde hay todo tipo de dulces tradicionales, como la cocada, elaborada con ralladura de coco y leche. Y justo en la esquina izquierda, ya estaban las mesas con sus sillas sacadas en la terraza de “Donde Fidel”, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad para ir a bailar salsa.
Gracias a la guía entendí los contrastes de la ciudad, escuché su historia, marcada por la colonización de los españoles y la esclavitud. Con la llegada de Colón la ciudad se convirtió en el principal puerto de esclavos del “Nuevo Mundo”. Además, también nos explicó que al tratarse de un punto estratégico del imperio español la ciudad sufrió varios asedios, siendo el más importante el asedio británico de 1741, que si no hubiera fracasado quizás el mundo no sería como es ahora y en Colombia hablarían inglés en vez de español. Sin embargo, todo esto es confabular ya que los hechos son los que son. Como española, confieso que sentí mucha vergüenza durante ese tour, la historia de la esclavitud es uno de los pasajes más oscuros y vergonzosos de la historia de la humanidad
También aprendí que dentro de la ciudad amurallada hasta los antiguos llamadores de metal que hay en las puertas, conocidos como aldabas, tienen su propia historia. Los hay de animales como leones, lo cual simbolizaba que ahí vivía una familia militar o perteneciente a la iglesia. También hay de lagartos o iguanas, que se relacionaban con la realeza, o de monstruos y animales marinos en las casas que fueron de pescadores. De ahí el refrán español «A tal casa tal aldaba», porque era un símbolo de distinción.
Finalizamos el tour en el parque Centenario, donde viven un par de perezosos (¡Increíble!), que con un poco de suerte y con ayuda del heladero del lugar pudimos ver durmiendo en un árbol.
Esa noche me tuve que cambiar de hostal, porque el mío estaba lleno, por lo que me tuve que ir a uno cruzando el puente de Heredia viejo. Así es como descubrí las dos Cartagenas que yo vi, la céntrica, cargada de historia, con edificios antiguos y bajitos, y la del turismo de playa, moderna, que la rodea con imponentes edificios de más de 10 plantas.
En mi nuevo hostal conocí a un libanés, mi compañero de habitación, que me prestó un adaptador después de que el mío decidiera tirarse desde el cuarto piso donde estaba la terraza. Al principio me pareció simpático, pero tras una cena y una charla de menos de dos horas quedó retratado como un ególatra, que no sabía escuchar y que nunca se equivocaba. Vamos, una persona poco tratable para mí, pero que como era mi única compañía y salir de noche sola no era una opción, hice de tripas corazón y le propuse salir a bailar salsa.
Estuvimos primero en Donde Fidel, tomando unas cervezas y continuamos por el magnífico Quiebra Canto, donde había música en vivo y un ambiente muy local. Por suerte el destino no me dejó sola con mi nuevo compañero e intervino para que conociéramos a un grupo de lugareños que cantaban en la calle y que nos enseñaron palabras y expresiones de la zona como “me vale verga tu monda” y algún que otro paso de la champeta, que no es salsa. Con ellos nos dirigimos hacia la plaza de la Trinidad en el corazón de Getsemaní, donde nos deleitaron a todos con un concierto en vivo improvisado. Uno de los músicos era Bobby Sierra, en Instagram bobbysierractg, compositor y productor colombiano que en el último año ha hecho colaboraciones con artistas internacionales, síganle para darle apoyo.
No pude hacer apenas fotos de todo lo que vi, únicamente lo tengo guardo en la retina, porque el móvil se me rompió. Por ello, parte de las fotos de este artículo han sido extraídas de un banco de imágenes gratuitas.
La semana que viene os cuento como es sobrevivir en el extranjero sin un móvil.