Jean Nicolás Mejía H
Profesional Ciencias políticas – Pontificia Universidad Javeriana Bogotá. 28 años, Máster en cooperación internacional y organizaciones internacionales de la Universitat de Barcelona
Colombianos, la invitación es aceptar el voto por x y por y, de legitimar la presidencia de x o y y de acordar, en conjunto y como sociedad, priorizar el bienestar colectivo al individual,
Las dinámicas propias del siglo XX han determinado los procesos sociales locales, regionales y globales del siglo XXI. Se evidencia una consolidación del sistema internacional, nacido de un intento por la mediación de los conflictos internacionales, que ocasionan fracturas a nivel social, desigualdad y disparidad en la competencia económica.
Ahora bien, la teorías contemporáneas que se ocupan de estudiar las dinámicas globales, centran sus análisis en los contextos locales para determinar el mismo nivel de fractura en el ámbito social, en materia de desigualdad y con el objetivo de dar paridad mediante el cierre de una brecha económica que crece cada vez más: ricos y pobres.
Se tomará como referencia el caso colombiano, que a propósito del intenso momento histórico que se vive actualmente (unas elecciones marcadas por un histórico de porcentaje de participación ciudadana, en donde la abstención sólo fue del 45,09%, todo un hito para un proceso electoral en latinoamérica), es el caso ideal pues estas elecciones también han estado marcadas por una profunda polarización, guerra sucia, ataques transversales entre los candidatos a modo personal, insensibilización mediática, todas dinámicas propias de la herencia de una sociedad fracturada por la violencia histórica que ha marcado la construcción de la relacione sociales en el país.
Para Edwin Murillo (Towards public policy of social reconciliation:Typology and cases, 2012), cuando hay un proceso de conflicto y violencia, hay una clara tendencia a la fragmentación social “que conlleva dinámicas de ruptura(…) en donde la etapa posconflicto es esencial en función de su contención mediante una política pública de reconciliación social que garantice la efectividad de los procesos conducentes a la coexistencia y a la convivencia, fundamentados en los principios de la ética pública”.
Esta ruptura social es fácilmente identificable a nivel tácito, cuando en unas elecciones presidenciales la tendencia al voto no está marcada por las propuestas políticas de los candidatos, sino del contexto personal que rodea a esos candidatos, y del discurso electoral del voto por uno, por el simple hecho de impedir que el otro gana las elecciones. En Colombia este fenómeno es simétrico, y ambos candidatos han construido su narrativa a partir de esta estrategia.
La experiencia histórica (Sudáfrica, Nicaragua y el Salvador son ejemplos claros) enseña que en los escenarios posconflicto el nivel de efectividad de reconstrucción del tejido social está determinado por las dinámicas de reconciliación social -que se propusieron para esos contextos-. Es aquí en donde Colombia ha fallado, en la construcción de un escenario de integración social en donde todos los actores puedan tener una inmersión de los ejes propuestos por Mónica Alzate (Reconciliación social como estrategia para la transformación de los conflictos sociopolíticos, variables asociadas e instrumentos de medición, 2017) para tales efectos: Gestión del conflicto, acercamiento de las partes, reconciliación endo y exogrupal, emociones y recuperación psicosocial.
La aproximación de Colombia para este escenario se ha podido materializar en La Ley de Justicia y Paz (2005), Ley de Víctimas y Restitución de Tierras (2011), el Marco Jurídico para la Paz (2012), y el marco propuesto por el Acuerdo de Paz de la Habana para la terminación del conflicto armado luego de 2016 ( creación de la JEP). Aunque no han sido del todo procesos político-sociales efectivos, dan cuenta del interés del pueblo colombiano por encontrar una reconciliación social a las dinámicas de la violencia, que se extienden desde el siglo XIX, y de manera ininterrumpida.
Sin embargo, más allá de la construcción de políticas públicas que mediante un marco jurídico buscan cerrar la brecha social que han dejado las dinámicas de la violencia, el imperativo para y por los colombianos, es entender que el conflicto nunca fue entre el estado colombiano y los grupos guerrilleros, los narcotraficantes, los paramilitares o los residuales conformados luego de la extinción de grandes grupos organizados, sino el conflicto fue y es entre todos y cada uno de los ciudadanos que de manera directa e indirecta se han visto involucrados: es víctima el joven campesino al que las guerrillas asesinaron a sus familiares y reclutaron en la adolescencia, campesino convertido en guerrillero que 5 años después asesinó al soldado profesional.
Es víctima ese soldado profesional, que ha tenido que seguir órdenes de una institución creada para la defensa del pueblo colombiano y sus intereses, que ha visto un escenario de profesionalización en la guerra de guerrillas y que fue destinado para el combate en tierra en medio de la selva.
Es víctima el empresario que ha perdido su terreno, sus activos o su infraestructura y ha decidido alzarse en armas y tomar control territorial por mano propia,creando escuadrones de la muerte para proteger sus intereses.
Es víctima el narcotraficante que vió en el negocio de la droga una salida económica mucho más rentable, debido a las pocas oportunidades brindadas por el gobierno en materia social y la ventaja que supone el campo colombiano para tales efectos, y es víctima el civil que murió a manos de ese narcotraficante en un atentado terrorista.
Es víctima el ciudadano que ha tenido que estructurar su vida urbana aceptando la gran cantidad de desplazados que ha dejado la guerra, así como el desplazado mismo que ha tenido que llegar a la ciudad en busca de una nueva vida. Y por supuesto, es víctima el político que ha construido su narrativa a partir de todas estas dinámicas de la violencia y condiciona su candidatura al rechazo por el contrincante, a la conformación de oposición no con el objetivo de crear diálogo, sino de entorpecer al otro.
Colombia es un país que todavía está en conflicto porque hay personas que lo viven diariamente, que viven bajo las lógicas de la violencia (estructural, cultural y directa), que viven atacando al otro y entorpeciendo el progreso colectivo por el bien unilateral, y hasta ellos son víctimas pues han sido criados en una sociedad egoísta, guerrerista y poco cooperativa, pues la violencia ha marcado la desconfianza como principio político, social y hasta económico.
Estas elecciones son el escenario perfecto (por paradójico que parezca) para la construcción de un escenario de reconciliación social en donde los colombianos puedan comprender que no se trata de evitar cual candidato gane, no se trata de convencer al otro por votar por x o y, sino se trata de entender que el otro también ha sido víctima (de las dinámicas del conflicto) y que en la condición de vícitimas, no se es enemigo uno del otro, sino aliados, en que el perdón y la reconciliación no es imponer un gobierno sobre otro, no es hacer oposición torpe, no es tampoco de personalizar el gobierno y no darle continuidad a los planes ya en marcha; sino es aceptar la diferencia del otro, de respetar ( a pesar de no aceptar) la elección de uno o del otro, que todos los caminos son igualmente legítimos, y que a pesar de quien sea el líder de la rama ejecutiva y representante del pueblo colombiano ante los ojos del mundo, el verdadero desarrollo social empezará el día en el que se dejen de atacar los unos a los otros ( reproduciendo las dinámicas heredadas del conflicto), de hacer un proceso de deconstrucción y trabajar sobre las diferencias, para un bien colectivo.
Colombianos, la invitación es aceptar el voto por x y por y, de legitimar la presidencia de x o y y de acordar, en conjunto y como sociedad, priorizar el bienestar colectivo al individual, porque ahí es cuando empezará el verdadero cambio que necesita el país. (ambos candidatos han constituido sus candidaturas mostrándose como el cambio). La invitación es, ser y hacer ciudadanos de una nueva Colombia, la Colombia del siglo XXI.