Jean Nicolás Mejía H
Profesional Ciencias políticas – Pontificia Universidad Javeriana Bogotá. 28 años, Máster en cooperación internacional y organizaciones internacionales de la Universitat de Barcelona
El coronavirus ha llegado para quedarse y redefinir el sistema internacional contemporáneo como se conoce. Es una afirmación corta pero contundente. Con lo anterior no se cuestiona la capacidad médica y científica de combatir la enfermedad, sino porque sus implicaciones económicas, sociales y políticas hasta ahora comienzan.
Redefinir se entiende en este caso como una completa reconfiguración de las dinámicas del sistema internacional, en virtud de las consecuencias hasta ahora tangibles, de 10 meses conviviendo con la pandemia. La primera consecuencia y la más evidente: la crisis del sistema económico.
Esta crisis no gira en torno a las consecuencias palpables y cuantificables -millones de negocios quebrados, miles de personas perdiendo sus empleos y la física incapacidad de los individuos de contar con el capital para cubrir sus necesidades básicas-, derivadas del estancamiento de sectores esenciales como la industria aeronáutica y el turismo, la restauración o la industria del deporte, sino de la incapacidad real del sistema económico por adaptare a las revoluciones y exigencias del mundo globalizado.
Hace años el sistema económico actual se volvió obsoleto. No solo porque las dinámicas tradicionales -extracción de recursos naturales, o intercambio de mercancía con impuesto arancelario- están llegando a su fin, pues los recursos naturales son finitos y los monopolios económicos que se nutren de esta economía eventualmente caerán, sino porque la globalización y las nuevas tecnologías trajeron consigo un sinfín de nuevas oportunidades.
La crisis del coronavirus parece estar potenciando estas nuevas oportunidades de manera exponencial, alentando al cambio estructural del sistema económico. Los confinamientos están obligando a las personas a readaptar sus costumbres laborales y digitales, y la sintomatología de ello empieza a ser palpable: el crecimiento de las ventas por internet (e-commerce) ha crecido aproximadamente un 55% desde marzo de 2020, en función de un crecimiento anual del 15% habitual. A su vez el teletrabajo también ha sufrido un repunte importante, pues la llamada “economías de las plataformas” están en auge.
Solo en el espacio Schengen, la fuerza del trabajo virtual aumentó en un 16% desde el inicio de la pandemia, dejando un claro panorama: el mundo laboral empieza a cambiar, las regulaciones locales, regionales e internacionales en el mundo para el trabajo en remoto empiezan a ser la prioridad en los gobiernos nacionales.
De igual manera, las lógicas económicas empiezan a modificar las dinámicas políticas internacionales, pues está claro que esta sociedad en la nueva década es mucho más sensible políticamente, y democráticamente más participativa (se recuerda el histórico número de votantes en las últimas elecciones de EE. UU.), sino más exigente con sus gobernantes.
La manera en la que se empieza a abordar las consecuencias de la pandemia son una herramienta de doble filo en la política contemporánea: a la vez que los gobiernos actúen de manera organizada y estratégica para adaptarse a las nuevas lógicas internacionales impuestas por el virus, o no lo hagan; será más visible para su electorado. Estas dinámicas empiezan a ser tangibles con las políticas derivadas de la atención a la crisis de la pandemia, como la puesta en circulación de diferentes vacunas por parte de farmacéuticas privadas, y la efectividad de los gobiernos por su adquisición, así como de su rápida implementación en la población.
Our World in Data, una plataforma de información lanzada recientemente en internet y que cuenta con el apoyo de los medios de información y centros académicos más prestigiosos del mundo, publicó recientemente un mapa de vacunación del coronavirus, que deja ver no solo que países ya iniciaron la vacunación masiva en su territorio (lideran Israel y Emiratos Árabes Unidos, con una tasa de vacunación a fecha del 14 de enero de 2021 del 24.98% y del 15.45% de dosis administradas por cada 100 personas, respectivamente), y llaman la atención casos el de Rusia y China con una tasa inferior del 1% , y aún más casos como el de Colombia y Brasil, en donde las vacunaciones ni siquiera han empezado.
La vacunación masiva es solo el inicio de la vara política con la cual se medirá la efectividad de los gobiernos, pues las ya mencionadas políticas derivadas de la crisis -futuras reformas sociales, políticas y económicas, por dar algunos ejemplos- serán elementos esenciales no solo del reflejo de la eficacia de los gobiernos, sino servirán como discursos electorales y nuevas configuraciones institucionales.
Por supuesto, todo lo anterior representa un cambio en las lógicas estructurales de la sociedad internacional, en función de la construcción del tejido social, que ahora será irremediablemente diferente. No solo las dinámicas económicas proponen nuevas oportunidades (el espacio digital y el teletrabajo), se ha demostrado que la sociedad es más sensible políticamente a lo que pasa en su alrededor.
Tener que convivir con nuevas normativas sociales como el distanciamiento social, las medidas extraordinarias de cuidado higiénico -uso permanente del tapabocas- y el respeto por las exigencias sociales referente a desplazamientos nacionales e internacionales, son factores que dejan una interesante reflexión: se avecina un cambio intercultural, pues la crisis de la pandemia la viven todos sin excepción.
Temas como la cooperación internacional, la ayuda humanitaria (desde el espectro político), y el apoyo colectivo y cultural (desde el espectro sociológico), comienzan a ser importantes, y plantean preguntas esenciales de cara a la supervivencia del sistema internacional mismo: ¿qué tan dispuesta la sociedad internacional a colaborar entre sí por un bien mayor?, y más aún ¿qué tan dispuestas están las personas para ayudar al otro?
Sin duda son tiempos de incertidumbre los que se avecinan. La crisis del coronavirus ha reestructurado la geopolítica mundial hacia una dirección que a lo mejor el sistema mismo trataba de evitar, pero que irremediablemente se avecinaba: un sistema internacional cooperativo, no competitivo. Un sistema internacional solidario, no mezquino. La crisis de la pandemia le ha dado una oportunidad a la sociedad internacional para demostrarse a sí misma que cuenta con las herramientas para salir adelante y evolucionar hacia un nuevo estadio, o fracasar en el intento.
Los sistemas económicos están mutando, y depende de la predisposición de los actores promover este cambio y consolidarlo; es la apertura a un sinfín de nuevas oportunidades y dinámicas comerciales. La concepción de la política como herramienta del poder para conseguir intereses particulares, por defecto empieza a transmutar: los actores políticos deben ser responsables a la hora de usar su poder y su influencia, lo cual deja ad-portas a un importante escenario: la construcción de un mundo intercultural amigable pero responsable, consciente pero estricto, pero más que todo, colaborativo y cooperativo.