P. Héctor De los Rios L.
 

VIDA NUEVA


Evangelio: san Lucas 18, 1-8: Hay orar siempre y sin desanimarse”

La verdadera vida cristiana se vive entre dos: Dios con nosotros, nosotros con Él. Claro que nuestra solidaridad de pueblo de Dios hace que en Él encontremos a todos nuestros hermanos, y que Él quiera encontrarnos en estrecha unión con ellos. Esto implica que necesariamente se dé entre Dios y nosotros un diálogo, una comunidad de búsquedas, un mutuo e intenso amor. Lo vivimos con mayor frecuencia de lo que somos conscientes.

El nombre de Dios aflora muchas veces, casi espontáneamente, en nuestros labios. Tendemos hacia Él las manos y la mirada, lo invocamos incluso cuando nos sentimos lejanos de Él. Y Dios es un amor que nos sigue en todos nuestros momentos y en todos nuestros caminos. En todas esas expresiones hay oración.

La liturgia de hoy (domingo 29 del tiempo ordinario) nos invita a tomar conciencia de la necesidad de una oración consciente en nuestra vida, de buscar el porqué de esa necesidad, de cómo debe ser nuestra oración. La oración es necesaria en el ejercicio de la vida cristiana. Un cristiano que no ora no es en verdad cristiano.

Iglesia que ora

Lucas enfatiza mucho la oración. En primer lugar, la de Jesús, quien en su evangelio es un hombre de oración, en contacto constante con el Padre. Lo vemos orando en todos los momentos claves de su vida y su misión. La oración estaba íntimamente unida a su vida y a las decisiones que debía tomar para poder ser fiel al proyecto del Padre. En segundo lugar, «orar sin desfallecer» es una expresión recurrente en el NT. porque era un rasgo característico de la primera comunidad cristiana.  ¿Es también un rasgo que nos caracteriza a nosotros?

También debemos ser una comunidad orante. No sólo Dios espera que cada uno le haga oír su necesidad sino que la Iglesia entera le clame sin descanso. En todo momento, en cualquier sitio del mundo, la Iglesia debe estar reunida para celebrar la Eucaristía y orar.

Una necesidad urgente nos recuerda este Domingo: que el Evangelio llegue a todos los pueblos de la tierra. Tenemos que empezar por nuestra propia familia, nuestro ambiente, nuestra patria. Necesitamos una nueva evangelización, volver a descubrir el gozo y el dinamismo salvador del Evangelio. Y sentir también que mientras haya hombres que no conozcan a Jesucristo Salvador algo y mucho faltará en el mundo. (Jornada Mundial de las Misiones)

Orar siempre

La Palabra nos habla de la necesaria presencia de Dios en la vida del hombre. La oración sin descanso que quiere el evangelio ha sido una de las preocupaciones de muchos místicos. Por una parte es una exigencia del evangelio y por otra parece muy ajena a la realidad del hombre sumergido en mil distracciones y ocupaciones. La victoria del hombre sobre el mal se debe a esa oración incansable como la de Moisés. La insistencia ante Dios en medio de la angustia humana debe tener la medida de la súplica incesante de la viuda. La oración en el cristiano no debe tener vacíos ni intermitencias. ¿Cómo lograrlo? Ir más allá de las simples fórmulas. La oración crece, madura, se simplifica se perfecciona con el caminar del ejercicio de la vida cristiana. Tiene que llegar a ser una mirada incansable hacia el misterio de Dios como en la contemplación mística.

Pero en el diario vivir el pensamiento amoroso de Dios nos debe ser frecuente y familiar. Que no venga sólo por causa de situaciones angustiosas. Que nazca del reposo y la serenidad de un corazón que adora, alaba, bendice, da gracias, pide perdón y se entrega en manos de Dios. Que no sea solamente una experiencia individual, sino que tenga también la dimensión de nuestra vida social, comunitaria. Todas las angustias y luchas de los hombres nos deben ser propias y deben despertar en nosotros una amplitud solidaria que tenga las dimensiones de la humanidad.

Relación con la Eucaristía : La Eucaristía es la mediación de Jesús por todos nosotros. Al celebrarla y participar en ella entramos en esta dimensión de la oración. La Eucaristía es plegaria, en el más pleno sentido de la palabra, es acción de gracias por excelencia, es presencia singular y única: es decir, es oración plena.