Por Guillermo E. Ulloa Tenorio

Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.


La actual administración completará dos años y medio el próximo mes. Deja serias dudas de efectividad y eficiencia en la labor de gestión pública encomendada a quien fue elegido democráticamente por holgada mayoría. La ilusión y esperanza de cambio ofrecida en campaña distan de la realidad que vive la ciudad.

Si bien es cierto la pandemia presentó una difícil y adversa situación, los casi dos años de encierro obligado fueron totalmente desaprovechados en planeación y ejecución de obras que la ciudad requería. Desde comienzos de la pandemia, uno de los sectores que gozó de exenciones de restricción fue precisamente el de obras públicas. Sin embargo, la administración no fue capaz de acelerar procesos de contratación, ni mucho menos agilizar la terminación de aquellos en ejecución.

Caso puntual es lo sucedido en la ampliación de los escasos cuatro kilómetros de ampliación de la vía Cali-Jamundí. Los puentes sobre el rio Lili tardaron un año. El intercambiador vial de la Carrera 122, aun no funciona. La mejor velocidad debía aportar la ampliada vía es frenada por la falta de una práctica solución peatonal a la altura de la Universidad Autónoma. Y no se entiende porque sigue funcionando un semáforo en el cruce de la Vía con la Carrera 125, el cual debía haber desaparecido con la obra del intercambiador de la 122.

Inmovilidad o Imbecilidad

Parece que la Secretaría de Movilidad, la que debe encargarse de proporcionar mejor fluidez de tráfico en la ciudad, sigue dedicada a la función diaria de comparendos y amonestación, en vez de regulación y planeación.

Los cruces semaforizados de la ciudad, temporizados manualmente, totalmente desincronizados con el flujo vehicular. La falta de señalización genera caos al permitir los absurdos cruces a la izquierda en las intersecciones, de paso creando trancones innecesarios. La ausencia de la Secretaría de Movilidad en simular los efectos de algunas medidas improvisadamente adoptadas por otras secretarias alimenta el caos. La instalación de semáforos con cortas distancias entre sí, en vez de normalizar el flujo, contrariamente generan nudos gordianos en las intersecciones. Vehículos parqueados en zonas restringidas sin sanción alguna.

Destrucción MIO

Destrucción MIO

A todo lo anterior aun no se explica la absurda decisión de la Secretaría de Movilidad de instalar grotescos taches estrangulando el ancho de las vías, con lo cual se congestiona aún más el flujo.

La destrucción de la infraestructura del MIO y su demorada recuperación enterró la posibilidad de un verdadero sistema de transporte masivo. Las soluciones individuales de transporte dispararon la venta de motocicletas, vehículos nuevos, usados y el uso del transporte informal. No se han construido red de ciclo rutas que permitan el transito seguro y adecuado de los cientos de miles de usuarios que también han visto en la bicicleta una solución individual. Y ante esa realidad silencio sepulcral de la administración municipal.

Tristemente no se sabe que es peor. ¿La imbecilidad de los conductores o la equivocada ambigüedad de la Secretaría de Movilidad?