Jean Nicolás Mejía H

Profesional Ciencias políticas – Pontificia Universidad Javeriana Bogotá. 28 años,  Máster en cooperación internacional y organizaciones internacionales de la Universitat de Barcelona


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El martes 13 de septiembre Amini fue detenida en la salida de una estación del metro de Teherán por la policía religiosa iraní

La inmensa ola de protestas que se han desatado en Irán, a raíz del asesinato de Mahsa Amini, en manos de “la policía de la moral” por “infringir” la ley que obliga a las mujeres a cubrirse el pelo con  un pañuelo, y los brazos y piernas con ropa holgada, va mucho más allá del inconformismo e impotencia social que este evento ha causado, y puede ser el catalizador de una nueva primavera árabe.

El martes 13 de septiembre Amini fue detenida en la salida de una estación del metro de Teherán por la policía religiosa iraní (Gasht-e Ershad (Patrullas de Orientación) -cuya función es implementar las estrictas interpretaciones de la moralidad islámica, por medio de detenciones (principalmente a  mujeres) que violan el código de vestimenta-, y 3 días después murió en un hospital luego de estar en coma.

Las circunstancias que rodean el hecho son un fuerte ingrediente de la euforia social, ya que las versiones son contradictorias: por un lado, la policía de la moral afirma que justo luego de la detención de la joven sufrió un fallo cardíaco repentino mientras esperaba en el centro de detención, mientras que otras personas (entre ellos el hermano de Amini), declararon que fueron testigos de la brutalidad policial hacia su hermana en la furgoneta, camino al centro de detención.

Lo que inició como en una protesta social (centralizada en Teherán), en donde varias mujeres empezaron a quitarse en plena calle su hiyab, para luego proceder a su quema, se ha convertido en un movimiento de resistencia por todo el país, pues este evento parece ser el catalizador ideal para expresar el creciente malestar por la represión religiosa, liderada por el Ayatolá Alí Jamenei, pues este suceso se da bajo el marco de las crecientes denuncias sobre actos represivos contra las mujeres -que son tradicionales en la cultura islámica-, como prohibirles su participación en algunos espacios (más que todo políticos), su evidente posición de subordinación social  -además el tema del código de la vestimenta-, y de la aparente maquinaria estatal para ocultar estas denuncias, proteger a los responsables y reprimir las protestas.

Evidentemente, existe una brecha social entre la sociedad iraní (que ha mostrado su interés de estar a la vanguardia de los movimientos sociales propios del siglo XX), y sus gobernantes (conservadores  y radicales), en donde los ciudadanos buscan consolidar las libertades democráticas, los cambios políticos, económicos y sociales que nacieron en la segunda primavera árabe, y que consolidaron cambios importantes como el cambio de régimen en Túnez y el golpe militar en Sudán.

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A pesar de que en lo últimos años la sociedad iráni viene manifestando su intención de consolidar procesos democráticos y garantías en la protección de los derechos humanos

A pesar de que en lo últimos años la sociedad iráni viene manifestando su intención de consolidar procesos democráticos y garantías en la protección de los derechos humanos (hechos que han sido censurados y reprimidos por el gobierno), el caso de Amini parece trascender mucho más, ya que los esfuerzos por parte del Ayatolá de censurar y cortar los accesos a internet para ocultar lo que realmente está sucediendo en el territorio iraní no parecen impedir que la sociedad internacional empiece a manifestarse y a condenar los hechos.

La gran diferencia entre las primaveras árabes y el caso Amini ( por lo que se puede considerar como el inicio de una nueva etapa de la primavera árabe), es la respuesta del sistema internacional. Tradicionalmente – y muy a pesar de las diferencias políticas entre los países árabes y los llamados “democráticos” o de “occidente” – estos movimientos no contaron con el apoyo ni el respaldo de los grandes actores del sistema en su momento (más allá de un par de declaraciones del gobierno de EEUU manifestando su concordancia con los movimientos), pero este parece no ser el caso, ya que la sociedad iraní está recibiendo un fuerte apoyo proveniente de las plataformas internacionales de DDHH y de aquellos organismos que velan por los derechos de las mujeres en el mundo árabe, y en general.

Depende de la cohesión social y el acompañamiento internacional para que este fenómeno que está tomando fuerza en Irán se consolide a nivel local y regional, y se traduzca en nuevos procesos sociales que garanticen derechos y libertades. De esta manera la muerte de Mahsa Amini no habrá sido en vano.