Efraim del Campo Parra
Politólogo con maestría en Política (Sheffield, UK), y ciencias políticas y relaciones internacionales (Ginebra, Suiza). He sido consultor en programas de desarrollo económico sostenible para la Organización internacional de Trabajo (Suiza) y la Cámara de Comercio Hispanoamericana de Carolina del Norte. Especialista en desarrollo sostenible y política pública.
En épocas electorales es común escuchar aquí y allá que Cali es una ciudad con un potencial económico enorme. Es evidente que su cercanía a Buenaventura, una cultura empresarial fuerte, centros educativos que han impulsado la innovación y desarrollo, mano de obra medianamente calificada y concentración de capital legal e ilegal han sido condiciones suficientes para que Cali sea un motor de desarrollo regional y nacional.
No obstante, en las últimas semanas he observado con un poco de sorpresa, como varios de nuestros líderes locales (y nacionales) ignoran la dimensión ambiental como un factor determinante para la competitividad y desarrollo socioeconómico de Cali.
El desarrollo socioeconómico no debe entenderse como un fin en sí mismo, ni reducirlo al nivel de ingreso que las personas logren para acumular y consumir bienes y servicios. Por el contrario, el desarrollo debe pensarse en función de las ideas o imaginarios de bienestar y del buen vivir que desean sus habitantes en un contexto de diversidad cultural, con distintos modos de ver y sentir la vida. Desarrollar la ciudad pasa por un dialogo respetuoso y generoso sobre la ciudad que se desea para todos, empezando por darle espacio a la vida y a la naturaleza. Considerar en serio lo ambiental es sintonizarse con las sensibilidades más profundas de los ciudadanos, es también pensar adpatativamente frente al cambio climático y también establecer las condiciones necesarias para que Cali pueda atraer y mantener inversión y mano de obra calificada.
Es importante que los caleños incorporemos a la agenda ciudadana la cuestión ambiental, que exijamos a las autoridades municipales el cumplimiento de los propósitos ambientales establecidos en nuestro Plan de Ordenamiento Territorial y en los planes de desarrollo, lo mismo que una verdadera alineación de la agenda pública con los Objetivos del Desarrollo Sostenible. Construir micro-parques, fortalecer y expandir el sistema de transporte masivo, proteger nuestras fuentes hídricas y mejorar la calidad del aire en zonas que históricamente han sido ignoradas y relegadas por nuestros líderes ciertamente permitirá construir una ciudad desarrollada, equitativa amable.
En los últimos años las universidades de Cali han publicado una serie de investigaciones que brindan una muy buena base diagnóstica de la situación ambiental de la ciudad del municipio, hay también una riqueza de iniciativas de origen académico, comunitario y ciudadano, pero se requiere auténtica voluntad política de los gobernantes para avanzar. Un buen punto de partida sería la transformación del DAGMA en una auténtica entidad técnica, ajena a las apetencias burocráticas y de presupuestales que mantienen los concejales locales.
Bajo este contexto, sería interesante que nosotros aprovecháramos este periodo de elecciones para hablar o mostrarles a nuestros candidatos de preferencia la importancia de entender la cuestión ambiental para el futuro de Cali.