P. Héctor De los Ríos L.
Vida nueva
2º Domingo de Pascua
Evangelio: san Juan 20, 19-31:”Ocho días después, se les presento Jesús…”
El Domingo pasado celebrábamos la resurrección del Señor. Es el día de Pascua por excelencia. Pero el «tiempo de Pascua» no se acaba en el Domingo pasado. Hoy, y los restantes Domingos del año, son el día del Señor. ->: El día en que su resurrección nos reúne para celebrar ese gran acontecimiento y para compartir el gozo de nuestra fe. ->: Es, también, el día de la acción de gracias a Dios por habernos favorecido de esta manera.
Por la muerte y resurrección del Señor hemos sido perdonados, por su gran misericordia. Una vez más renovamos nuestro arrepentimiento y el ruego de perdón para nuestras debilidades y pecados. A partir de Pascua todo es nuevo en el mundo de los discípulos. Así lo podemos descubrir en las lecturas que nos ofrece hoy la liturgia.
Para el pueblo de Jerusalén el centro ya no son los jefes del pueblo, ni los sacerdotes, ni el mismo Templo de tanta significación histórica y religiosa para ellos. Ahora se busca a los Apóstoles de Cristo … para recibir de ellos la enseñanza y para alcanzar por su medio los favores de Dios.
Acontecimiento siempre nuevo
Pascua no es solamente un recuerdo remoto de algo pasado. Pascua es un acontecimiento siempre nuevo y viviente. Creer en el resucitado va más allá de aceptar un hecho que sobrepasa nuestra humana comprensión. Pascua ante todo es un compromiso de vida. No solamente afecta nuestra relación con Dios sino que nos invita a una manera nueva de ver el mundo en que vivimos, su historia y su desarrollo, … de ver a los hombres que caminan con nosotros en la vida, … de ver esta casa grande que Dios nos ha dado, la Creación, para albergar a toda la humanidad que Él ama, y a la que quiere llevar al interior de su misterio.
Pascua cambia nuestra manera de vivir en el tiempo, nuestra manera de relacionarnos con los demás. Nos abre a la experiencia nueva de Dios que nos invita a entrar en su proyecto de salvación del mundo. Al dar el paso hacia Dios entramos ya también nosotros en una experiencia de resurrección que nos hace diferentes pero sin salir del mundo en que vivimos… … y al que debemos revelar con nuestro vivir comprometido el amor de Jesucristo que los atrae hacia su reino y su acción redentora. El tiempo de la Iglesia misionera empieza.
Hay que llevar por el mundo la salvación obrada por la muerte y resurrección de Jesús. Llenos del Espíritu, con el poder de Dios, deben llenar el mundo de esa realidad nueva que abre al hombre la plenitud de su realización.
Miedo y encerramiento
¿Cómo podríamos hoy expresar en nuestro lenguaje este temor que tenía encerrados a los apóstoles? -Miedo al ambiente que nos rodea, miedo a la cultura dominante, miedo a aparecer distintos, extraños, nuevos; – miedo a ser perseguidos, -miedo a expresar libre y valientemente el mensaje que está dentro, – miedo a dejar estallar en nosotros las fuerzas del Evangelio, actitud cautelosa, sospechosa, oculta. – Nosotros, en la escuela del Apóstol Tomás, queremos asomarnos a esas Llagas gloriosas de Cristo, … porque ante nuestros propios problemas, quisiéramos que no se dieran esas llagas; … a veces quisiéramos que nuestros dolores, dificultades, frustraciones o fracasos no se dieran. Y resulta que el camino de la Cruz y el camino de la Pascua no es distinto: – a Cristo se le ven bien las Llagas; – Cristo va adornado no con joyas ni con perfumes, no lleva accesorios de última moda, … sino lleva sobre su propio Cuerpo el hermoso vestido de las Llagas gloriosas. Y el mensaje para nuestra propia Pascua es ése: … ya no más esconder nuestro dolor, … ya no más hacer de cuenta que nada pasa, … ya no más ocultar el rostro ante la pobreza, ante el pecado, ante la soledad, ante el odio del mundo. El cristiano que ha participado de la fuerza de la resurrección de Cristo no tiene que esconder el rostro a esas cosas como si no existieran, ni tratar de no pensar en ellas como si ocurrieran en otro planeta..