Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011


El accidente, hace unos pocos días, de una avioneta de entrenamiento de la Fuerza Aeroespacial Colombiana, FAC, en el que lamentablemente murieron sus dos ocupantes, lleva a pensar de nuevo en lo propuesto en esta columna ya hace casi 20 años (El Guabito, 22/09/2005) y que se reiteró hace casi cinco (Si pero no, 15/08/2019 y Nueva York – Cali, 11/07/2019) respecto a la importancia de contar con mucho más área verde en la muy extendida y desordenada ciudad en que se ha convertido Cali, y en la posibilidad de un parque muy amplio en los terrenos que rodean la actual Base Aérea Marco Fidel Suarez, y que la ciudad y su área metropolitana, en espera de ser oficializada, tanto necesitan, por lo demás muy convenientemente ubicada justo al medio de las dos.

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Aunque aparentemente lo más indicado sería trasladar toda la Base Aérea lejos de la ciudad, como ha sido propuesto varias veces, y ahora de nuevo, siempre se ha descartado, y con razón, por lo muy costoso que sería. Por otro lado, la Escuela Militar de Aviación se debe conservar en su sitio actual pues es parte muy importante de la memoria urbana de Cali y de sus actividades (ya es un bien de interés cultural, BIC M1-80) e incluso se podría mantener en uso su pista de entrenamiento; pero lo que sí sería viable es destinar los terrenos a su alrededor para un gran parque incluido un amplio lago para recreación y deportes como navegar a vela, remar o pescar; una cesión
como la que ya se hizo hace años cuando se destinó una parte para el Parque de la Caña, que tanto beneficio le ha traído a Cali, y el que por supuesto formaría parte de ese nuevo gran parque metropolitano

Este sería posible al trasladar los aviones y helicópteros de combate de la Base Aérea al aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón, liberando el área que rodea la actual pista para su seguridad, como en Bogotá, Medellín, Barranquilla y San Andrés, en donde utilizan las pistas de sus aeropuertos; además, con los simuladores de vuelo ya no serían necesarios tantos de entrenamiento y estos también se podrían trasladar, y habría más seguridad para la ciudad sin vuelos encima de ella; pero por supuesto sí se debería mantenerse la norma que prohíbe los edificios altos alrededor de la Base Aérea, para no obstaculizar la vista desde dicho parque a la cordillera. Y este parque se debería llamar El Guabito en recuerdo de la vieja hacienda que allí hubo, parte de cuyas tierras fueron donadas para la Base Aérea, y nombre con el cual durante mucho tiempo se la conoció .

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Dicho parque metropolitano de El Guabito quedaría próximo al cruce de los dos nuevos ejes urbano regionales propuestos para Cali: uno a lo largo del Rió Cali y sus dos avenidas marginales, y el otro a lo largo del actual corredor férreo; y estaría muy cercano al Cementerio Central, la Estación del ferrocarril, la Terminal de buses, y del gran centro de ferias y exposiciones en las antiguas instalaciones de la Industria de Licores del Valle; todo este conjunto de actividades urbanas pasaría a ser parte del Centro ampliado de Cali, llamado a ser el polo urbano y regional de la metrópoli del futuro, en tanto punto de confluencia y encuentro de su área metropolitana y del sistema de ciudades del valle alto del Río Cauca, ya muy pronto con una población cercana a los cinco millones de habitantes. Ojala el próximo alcalde se entere pronto de todo esto y lo entienda.

*Publicado en el diario El País, Cali, 12/10/2023