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<em>Los de Santiago de Cali dicen mucho sobre la historia de&nbsp;la ciudad y sus cinco cambios de imagen desde su fundación</em>

Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011


Los de Santiago de Cali dicen mucho sobre la historia de la ciudad y sus cinco cambios de imagen desde su fundación (un inteligente trazado en damero que quedó medio torcido, una futura plaza que en tanto era un descampado, y algunos ranchos de bahareque cubiertos con hojas de palma que, uno de los cuales, o posterior, subsistió  hasta los VI Juegos Panamericanos) hasta la caótica imagen urbana actual, la que infortunadamente no es la suma de las anteriores sino su resta, y que pasó de ser una pequeña ciudad inmersa en un bello paisaje natural de planicie, cerros y cordillera con farallones a ser una extendida y descontrolada conurbación que oculta el paisaje cuando no lo destruye.
 

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<em>“La Capital del Valle” es cuando ya creado el nuevo&nbsp;Departamento del Valle del Cauca</em>

“La Sultana del valle” (el valle geográfico no el Departamento) hace referencia al aspecto “oriental” que ofrecía la ciudad desde finales del siglo XVIII cuando se levantó hacia 1772 o 73 la bella Torre Mudéjar, un alto alminar de cuatro cuerpos, casi cubos, destinado al campanario de la primera iglesia del convento de San Francisco (la capilla de la Inmaculada) cuya imagen establece un claro puente con el pasado hispanomusulmán de la arquitectura colonial, junto con muchas casas de patio y solar que ya tenían grandes techumbres de tejas árabes de barro cocido, pisos de ladrillos tablones y muros recubiertos de encalado blanco, imagen que perduró hasta inicios del XX.

“La Capital del Valle” es cuando ya creado el nuevo Departamento del Valle del Cauca en 1910 con Buga como capital, esta se pasa a Cali, y más adelante, ya conectada con el mundo por Buenaventura y el Canal de Panamá, se grita ¡viva Cali Chipichape y Yumbo! En las siguientes décadas del siglo XX crece muy rápidamente y se construyen muchos nuevos edificio, más eclécticos que neoclásicos, entre ellos una nueva Gobernación, la nueva Catedral, el Palacio Nacional de Justicia, el Teatro Municipal y el Isaacs, el Edificio Otero, el Hotel Alférez Real, el nuevo Colegio de San Luis, y se comienzan a hacer edificios español californiano, como el Pielroja, y muchas bellas casas.

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<em>La capital deportiva de América”, a partir de los VI&nbsp;Juegos Panamericanos de 1971, muy parecidos por un lado, por el otro&nbsp;fueron la disculpa para acelerar la destrucción</em>

“La sucursal del Cielo es Cali a mediados del siglo XX cuando, junto con San Pablo, son las que más crecen en el mundo, y con los desplazados por la violencia o en busca de trabajo y mejor vida llega la música, la salsa y más tarde la sinfónica, el teatro y los festivales de arte, el fútbol, las carreras de caballos pero la ciudad sigue siendo segura. Las casas modernas son consideradas la mejor arquitectura doméstica del país, se construye la ejemplar nueva sede del Colegio de Santa Librada y se funda la Universidad del Valle, y las caleñas son con las cariocas y las habaneras las mujeres más atractivas del mundo: física e intelectualmente pero la ciudad se comienza a llenar de carros.

“La capital deportiva de América”, a partir de los VI Juegos Panamericanos de 1971, muy parecidos por un lado, por el otro fueron la disculpa para acelerar la destrucción de las imágenes anteriores demoliendo parte de los edificios mencionados y muchas “casas viejas” para hacer edificios “modernos” o ampliar calles que se quedaron sin completar pese a que cada vez había más carros. Y los nuevos iconos fueron la Gobernación en la Plaza de San Francisco y el CAM en donde estaba el Batallón Pichincha. La alegría dio paso al alboroto, el ruido ajeno y la inseguridad se tomaron la ciudad, y los políticos no se han enterado de que ya hay que pensar en Cali, Jamundí y Yumbo.