Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011


El emplazamiento de las ciudades se debió inicialmente a motivos políticos, militares,  laborales, comerciales o místicos, o sus varias y diferentes combinaciones, y estas casi siempre están al lado del mar o de algún río, pero con diversos climas, vegetaciones y relieves. Y a partir de su centro fundacional se extienden sobre sus rutas de acceso, mediante ensanches o, ya en el siglo XX, con nuevas urbanizaciones en nuevos emplazamientos, incluso lejanos, los que pueden ser muy diferentes en tanto su función, construcción y forma, por lo que deberían ser concebidos como ciudades fuera de la ciudad pero en su área metropolitana.

La función (utilitas) de las ciudades fue inicialmente procurar a sus pocos habitantes abrigo y protección cerca de sus lugares de cultivo, ganado, trabajo y comercio, y antes a las más importantes se las rodeaba de murallas y fosos. Luego su función fue procurarles a sus habitantes habitación, educación, recreación, salud y seguridad; al tiempo que los interrelaciona conformando una comunidad urbana dividida en sectores según estratos socio económicos, estos en barrios y finalmente en vecindarios de características específicas e identificables en relación a su función y forma y, en general, no tanto a su construcción.

La construcción (firmitas) de las ciudades obedece a su crecimiento progresivo en sitios caracterizados por su suelo, relieve y clima, y los recursos disponibles cercanos; características que definen sus sistemas constructivos tradicionales. Luego a estos se suman cada vez más otros sistemas generalizados desde el siglo XIX, pero cuya utilización debería limitarse a los casos pertinentes o para mejorar algunos de los usos tradicionales, y siempre en relación a la función y construcción de las nuevas edificaciones y, en consecuencia, a sus nuevas formas que creativamente suman a lo tradicional lo nuevo pero que sea pertinente.

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La forma (venustas) de las ciudades depende de la interrelación de las formas derivadas de su planificación, urbanismo, arquitectura, paisajismo y mobiliario urbano, aspectos que las caracterizan y que procuran diversas emociones que contribuyen a la calidad de vida de sus habitantes. Casi siempre predominan los hitos urbanos de su
arquitectura, debidos no apenas a su forma sino también a su función e incluso a su construcción; pero igualmente a las varias edificaciones que conforman sus plazas, atrios, avenidas, paseos o malecones, que llevan al placer de los que las recorren, ya sean ellos locales o visitantes ocasionales.

La dotación de las ciudades tiene que ver con sus redes viales para trenes, tranvías, buses articulados, buses comunes y taxis, que deben conformar un único transporte público multimodal e integrado, junto con sus estaciones y paradas; y para los carros, motos, patinetas y bicicletas, todos particulares; y los andenes que son el principio y fin de toda la movilidad en las ciudades. Y además está la dotación de los servicios públicos a través de redes debajo de las vías, de acueducto, alcantarillado, energía, gas y telecomunicaciones y, cerca de los andenes, de recolectores de basuras y, finalmente; y, arriba, el alumbrado público.