
Por Benjamín Barney Caldas
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011

Aparte de los habitantes de la calle para los que casa y ciudad son la misma cosa, que para los que viven en casas pequeñas la calle inmediata es su estadero, la esquina más allá su sitio de reunión con los vecinos y con frecuencia la ciudad toda es el lugar de sus trabajos informales, y que por más grande que sea la vivienda, casa o apartamento sus ocupantes salen a la ciudad ya sea a estudiar, trabajar, comprar, recrearse o sencillamente a pasear. Pero si bien para muchos estudiar, trabajar, comprar o recrearse lo pueden hacer en casa, unos más que otros, no pueden pasear por la ciudad ni mucho menos viajar a pasear en otras ciudades o al campo. De ahí que evitar la prolongación del confinamiento total no sea apenas una necesidad económica.
Hay que entender que pasear por la ciudad es sencillamente, no simplemente, la necesidad vital de ver otros paisajes urbanos de la misma ya conocidos, ver como cambian al paso del día y a lo largo del año, y encontrarse en ellos con gentes conocidas y cruzarse con desconocidas; e ir a pasear al campo es alejarse de unas y otras gentes y admirar otros paisaje no urbanos. Junto con la familia, los conocidos y los por conocer o no forman la vida social de todos y la distancia física no debe impedirlo; antes estaban las cartas, después los telegramas, luego el teléfono, recientemente el email y ahora el celular, pero todos juntos no reemplazan el encuentro físico aunque este no necesariamente tenga que ser siempre un contacto ídem.
Con más del mitad de la población del mundo ya teniendo que vivir en las ciudades y en Colombia más de las tres cuartas partes, es imperativo su ordenamiento y control, ya que una vez más quedó comprobado su alto riesgo en caso de un terremoto, un huracán o una pandemia. Ciudades que al mismo tiempo son las mayores despilfarradoras de agua potable y energía, y las mayores generadoras de gases de efecto invernadero por sus industrias, vehículos con motor de explosión, y su iluminación y climatización artificiales; gases que junto con la destrucción de los bosques y selvas generan el cambio climático que es, de rebote, la mayor amenaza que afrontan no apenas todas las ciudades sino todo el planeta.

En el caso de Cali surge la necesidad de pensar más en su POT que en un Plan de Desarrollo y que desde luego no puede ser apenas para tres años, y que de entrada tiene que considerar la casa y la ciudad como las dos caras del mismo. Desde la región con sus ciudades y pueblos fuera de la ciudad y el campo circundante, luego el área metropolitana, la ciudad misma con un nuevo eje urbano y regional a lo largo del actual corredor férreo que una la ciudad de punta a punta y de lado a lado (ver propuesta en Caliescribe.com), consolidar las ciudades dentro de la ciudad, formar supermanzanas dentro de ellas con vecindarios y finalmente las viviendas, las que no se deben reglamentar aparte como se ha venido haciendo.
Y está el ejemplo de Holanda, donde ya piensan en replantear el desarrollo, varios de cuyos enfoques se podrían aplicar en Cali y su región, como pasar de una economía enfocada en el crecimiento del PIB, a diferenciar entre sectores que pueden crecer y requieren inversión (energías limpias, educación, salud) y los que deben decrecer (petróleo, gas, minería, publicidad), en una economía basada en la redistribución, una agricultura regenerativa y la conservación de la biodiversidad, lo sostenible y lo local, y reducir el consumo despilfarrador (El Clarín de Chile, 23/04/2020), y por supuesto dar prioridad a los peatones, las bicicletas y el transporte colectivo público y eléctrico. Es entender casa, ciudad y vida juntas y no por separado.