Carlos Enrique Botero Restrepo
Cada vez es más frecuente en los análisis urbanos el tema de la densificación como alternativa única para controlar los efectos desastrosos de la expansión urbana desbocada. Se trata de incrementar el número de viviendas y sus residentes en áreas existentes de la ciudad, como respuesta a las necesidades de desarrollo urbano.
Entiéndase por desarrollo urbano el mejoramiento constante sostenido y sostenible de las condiciones de vida de una ciudad cualquiera, independiente de su tamaño y del número de habitantes. Malinterpretan el concepto quienes lo confunden con la extensión del territorio ocupado, vía procesos de urbanización de áreas cada vez más alejadas de los centros tradicionales y separadas entre sí por grandes vacíos que posteriormente serán llenados con más proyectos cerrados e independientes unos de otros. Esto es exactamente expansión y es el peor camino hacia la insostenibilidad de las ciudades y tal el horizonte cercano para Cali. Tampoco debe confundirse con desarrollo urbano el crecimiento que, en términos técnicos, hace referencia al incremento de población en un determinado período de tiempo.
Cali ha experimentado diversos procesos de densificación, más espontánea que planificada, sin que se haya evaluado alguno de ellos. El más reciente y más extenso fue el que se desencadenó con propósitos especulativos y rentísticos a partir de los años sesenta del siglo pasado cuando se empezaron a sustituir casas individuales por torres de apartamentos. En los barrios Granada, Centenario, Juanambú, Versalles, San Fernando, El Peñón, Normandia, Tequendama, La Flora, San Vicente, Cristales, proliferaron los casos con la única restricción de las dimensiones mínimas de los predios para autorizar las respectivas licencias de construcción. Con ello se dejaban por fuera de consideración la capacidad de la infraestructura de vías y servicios domiciliares y se sometía a los barrios a la aventura de un futuro incierto. Tampoco se ha evaluado lo que significó que ese proceso se inició y estalló en barrios de los sectores más acaudalados de la ciudad. Las élites locales cambiaron sus valores sobre la tradicional casa unifamiliar, asumiendo el apartamento moderno como tipología alterna y moderna. Rápidamente cayeron unas tras otras las casas de ensueño que caracterizaban estos barrios que estructuraban la imagen de una Cali Moderna, tal y como la planteaba Karl Brunner en los años cuarenta. Una casa de habitación se reemplazó por un edificio de cincuenta apartamentos.
Pero todo el delirante proceso de sustitución y densificación se cortó en los tempranos años ochenta de manera abrupta con el fracaso financiero de la llamada Torre de Cali, el más grande de los edificios nunca antes construido en la ciudad. Los gérmenes del cambio abrupto en las tendencias coincidió con el auge de un proceso que se había iniciado con la progresiva suburbanización de Pance y la generalización de la parcelación como unidad básica de los nuevos proyectos. A la densificación iniciada en los barrios pericentrales se le fue imponiendo su antítesis expansiva.
Ya veremos la experiencia de densificación espontánea en barrios populares y la necesaria inclusión de tal ingrediente en la formulación de procesos de renovación urbana.