*Arq. Carlos E Botero R
La aparente neutralidad de un mapa de la ciudad como los que incluye el POT de Cali, se empieza a diluir cuando se transita sobre él con un instrumento de visualización cada vez más popular y accesible, bajo tres dimensiones, tal como lo tipifica el inefable Google Earth. Ya llegará el día en que haya acceso popular al mismo recurso con un elemento que equivaldría a una cuarta dimensión, el movimiento en tiempo real de seres y objetos dentro de los espacios que hoy, parecen inertes. A ese recurso hoy tienen acceso restringido las autoridades de gobierno y control ciudadano, como puede ilustrarse con el helicóptero que utiliza la policía local para sus operaciones de vigilancia y persecución de delincuentes o para apoyar acciones de rescate de habitantes en riesgo. Pero ya llegará el día en que, igual como pasó con Internet –instrumento secreto y exclusivo de las agencias militares estadounidenses para manejar infinitos datos de ciudadanos e instituciones del mundo entero- será un recurso generalizado y libre para quien disponga de un computador y de una conexión a la red global.

De todas lecturas que por ese medio se puedan realizar, la más dramática que encontrarán urbanistas y administradores de la ciudad, será aquella que, a pesar de que se trata de un escenario cotidiano, nos muestra un territorio ocupado por construcciones de toda índole, sin espacios libres que conecten la vida interior con el cielo, la fuente esencial de aire y luz naturales para la vida humana. Hay quienes asumen que ello se podrá suplir, cuando sea necesario, por medios artificiales, hoy llamados aire acondicionado y lámparas eléctricas.
No se trata ni siquiera del hacinamiento que en tantas áreas de la ciudad se presentan, sino de la feroz y creciente mala actitud de construir por dentro de la casa, reduciendo o haciendo desaparecer cualquier espacio abierto y descubierto “para aprovechar el espacio disponible, porque no se puede desperdiciar el lote”. Y eso sucede en todos los barrios de Cali, sin diferencias de estrato socioeconómico, ricos y pobres. Todavía peor, se salen de la casa para hacer lo mismo con los antejardines –donde los hubo o donde todavía quedan algunos-.

La situación es más dramática cuando se reconoce que detrás de aquella febril tendencia de construir dentro de lo construido –fácilmente confundido con aquello de “construir sobre lo construido”, cosa muy diferente- se interpreta como forma de asumir individualmente el necesario proceso de densificación, tal y como lo reclaman quienes lo impulsan como antídoto contra la fatal expansión descontrolada de las áreas urbanas, fin de la ciudad y generalización territorial de lo urbano.
Todavía hoy, casi terminando la segunda década del siglo XXI, no se tiene claro qué es y cómo se logra hacer más densa la ciudad existente, empezando por su centro tradicional. Mientras se definen los términos precisos de tal instrumento del planeamiento a escala de ciudad, ni siquiera la disponibilidad proyectada y proyectable de infraestructura de servicios domiciliares será suficiente para pisar seguro por el tránsito hacia un verdadero desarrollo urbano.