El equipo dirigido por Carlos Queiroz perdió 6-1 y sumó su segunda goleada en contra luego de la caída 3-0 con Uruguay en Barranquilla. No recibía tantos goles desde 1977 cuando perdió con Brasil 6-0 en el Maracaná.

Son instantes en los que se cree que el mundo se va a derrumbar, aunque en realidad no sea así. Y cambian los gestos y la paciencia se agota, y todo es producto de la desconcentración, de no entender lo que se está haciendo, también de lo que hace el rival. Entonces cada dos por tres, como en una especie de déjà vu, llegaron los goles, pero en propia puerta.
El primero en una pelota que no quiso abandonar el área de Colombia y que terminó en Robert Arboleda, un central que hizo las veces de delantero, al que no referenció Johan Mojica, y que definió de manera impecable para el 1-0 de Ecuador.
Pero los problemas más grandes vinieron después, bueno, ahí en seguida, a los 60 segundos, con un mal saque de Camilo Vargas, el cabezazo de Dávinson Sánchez para alejar el balón, la habilitación de Xavier Arreaga que la devolvió para el otro lado (de cabeza) y la claridad de Ángel Mena para meterse entre Jeison Murillo y Mojica y definir a la salida de Vargas. Apenas iban 10 minutos de partido.
Ecuador, metedor y bastante criterioso, bajó el ritmo y Colombia, con mucho por hacer y mucho que cambiar, no pudo. Juan Guillermo Cuadrado no entregó bien la pelota, James Rodríguez manoteó mucho y corrió poco y, claro, si el eje no se mueve con la certeza que debería hacerlo, no hay circulación. Y sin poder vencer la resistencia del local, sin ideas para llegar al otro arco, el equipo de Carlos Queiroz dejó muchos huecos atrás.
Y los dirigidos por Gustavo Alfaro, muy perspicaces para identificar la debilidad del otro y con un gran sentido de la oportunidad, aumentaron la cuenta en el 32′ en una clase de triangulación, de ir hasta el fondo, sacar un centro al punto penal dando por sentado que el delantero estará allí. Y Michael Estrada estuvo en medio de Murillo y Mojica y marcó el 3-0.
Y como si la pesadilla no fuera de por sí terrorífica, en el 37′ -otra vez en un santiamén- Mojica olvidó que si bien el defensor tiene que mirar para adelante, también debe referenciar a quién tiene atrás. Robert Arboleda le ganó la espalda y con un pase de cabeza habilitó a Xavier Arrega, el otro central, para el 4-0.
Agobiado, y en una muestra de desesperación, Queiroz hizo tres modificaciones de totazo y revolcó todo: sacó a Luis Díaz, que poco generó con sus gambetas y velocidad, y metió a Luis Suárez, le cobró a Mojica sus errores e ingresó a Frank Fabra y para llenar el hueco de la banda derecha bajó a Juan Guillermo Caudrado, retiró a Matheus Uribe y llamó a Wilmar Barrios para tratar de taponar un poco el mediocampo. Además, puso a Luis Muriel por Luis Manuel Orejuela. Medidas radicales para problemas enormes
Sin embargo, no hubo efecto. Y todo pareció una cuestión de actitud, de entrega. Hubo rodeos, inútiles, bueno, menos uno, el de una acción rápida que dejó a Duván Zapata, al solitario Zapata, de frente al arco y en el piso luego de que un rival lo derribara. Penalti para Colombia y gol de James Rodríguez, que cobró tan justo que el balón tocó el palo antes de entrar al arco defendido por Alexander Domínguez.

En la segunda parte, las maniobras fueron iguales: torpes y efímeras. La selección nacional, golpeada en el honor, donde realmente duele, no mejoró y fue una presa fácil para una Ecuador veloz y fuerte. El pánico de perder de esa forma fue tan evidente que se transformó en nerviosismo, en falta de ideas, en Cuadrado pegando, en James Rodríguez extraviado y en la defensa sufriendo con cada ataque rival.
A punta de pelotas cruzadas los ecuatorianos enloquecieron a la zaga colombiana, la confundieron y la hicieron ver vulnerable y endeble. Edwin Cardona reemplazó a Lerma, pero nada mejoró y lo que sucedió en el estadio Casa Blanca fue más inverosímil con el tanto de Gonzalo Plata, el taco previo de Ángel Mena (el socio de todos) y el zapatazo del jugador de Sporting de Lisboa imposible para Vargas.
En el tiempo de reposición vino otro gol, de Pervis Estupiñán, de tiro libre para completar los tantos de todas las facturas.
No hubo temple, ni reacciones individuales, mucho menos colectivas. Y Colombia volvió a recibir cinco goles en una eliminatoria, algo que no pasaba desde el 9 de marzo de 1977 cuando, en el camino a Argentina 1978, Brasil se impuso 6-0 en el Maracaná.