Carlos Armando Cuervo Jiménez
Emprendedor y empresario con formación en Ingeniería Industrial

El manejo de las variables macroeconómicas es de esas tareas técnicas incomprendidas, además de ser de entendimiento engorroso. Pero en esta coyuntura su manejo ha puesto a prueba, con la mayor tensión nunca imaginada, a la autoridad económica y monetaria.
La estrepitosa caída del precio del petróleo por la baja demanda, aunada a la guerra comercial ejecutada entre Moscú y Riad, además de la velada estrategia de quebrar a la mayoría de los productores de hidrocarburos a través del Fracking y la urgente destinación de recursos para proteger distintos sectores, desde los vulnerables hasta las pequeñas y medianas empresas, estresan las finanzas de Colombia como nunca se había registrado.
Así que términos como producto interno bruto (PIB), variación del COLCAP, déficit fiscal, variación de la tasa de cambio, inflación registrada y estimada, devaluación, pobreza multimodal, pobreza monetaria etc. Son palabras de uso reducido, usadas por una minoría técnica, pero que de nuevo se hace necesario comprender para acomodarse a la actual situación de penuria y establecer estrategias para no sucumbir en esta crisis.
Con un barril de petróleo en torno a los 22 dólares, una variación acumulada de la tasa de cambio del 14% en este trimestre, una obvia disminución del recaudo de IVA por la disminución del consumo y con unas crecientes necesidades de financiación por tres meses con subsidios, alimentos y recursos a diferentes sectores del aparato económico del país, conduce a que la tarea en la búsqueda de dinero sea agobiante.

Créditos con organismos multilaterales y aumento de la deuda eterna son el escenario por el que transitaremos. Y todo esto sea con el firme propósito de evitar el colapso de muchas empresas y negocios y así ahuyentar aumentos desmedidos en la tasa de desempleo.
También no podemos dejar de la lado que la epidemia obliga a destinar inmensos recursos para fortalecer al sistema de salud, el cual como en el resto del mundo había sido desfinanciado.
Todo este panorama acrecienta la urgencia de encontrar respuestas de cómo ir activando el aparato productivo sin crear un nuevo brote de la epidemia.
A mis manos llegó un documento de la ANIF en donde entre las estrategias para activar de nuevo la economía se mencionaba iniciar las labores con los grupos menos vulnerables, aunque opino que con los cambios de comportamiento epidemiológico ya no hay grupos menos vulnerables, este virus puede ser extremadamente virulento con cualquier grupo poblacional según como se conocen nuevos contagios alrededor del planeta.
Adicional a esta medida plantea esta institución financiera, el urgente incremento en la realización de pruebas para localizar recientes infectados, y así aislarlos en la procura de cortar la cadena de nuevos portadores del virus. Además sugiere el documento que se debe sostener las inversiones destinadas a aumentar la capacidad instalada de atención hospitalaria en camas normales y de UCI, porque al liberar las estrictas medias de cuarentena existe el riesgo de una nueva ola acelerada de contagios.

Ello hace evidente que mientras no exista una vacuna deberemos mantener todas estas rutinas como el aislamiento social, el uso de tapabocas en espacios públicos, más si son cerrados, el lavado constante de manos y cualesquier medida adicional que recomiende la autoridad de salud.
Finalmente la ANIF con cifras estadísticas demuestra en este informe como nuestro país solo ha tenido malas cifras de crecimiento en el PIB en 1934 y en 1998 además es el de mayor crecimiento en América Latina en los últimos 50 años, e igualmente en las últimas dos décadas ha venido disminuyendo de manera constante en las cifras de pobreza monetaria y la multidimensional, por lo que es necesario luchar para no perder el camino recorrido.
Con estos guarismos reflexiono que esta es una prueba para nuestra resiliencia y creatividad con el fin de no dejarnos abatir, es hora de mostrar la malicia indígena que tanto se pregona para sortear este duro momento.