El naufragio del Titanic y el hundimiento de las Petro reformas

Por Guillermo E. U… |
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Por Guillermo E. Ulloa Tenorio

Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.


Precisamente hace ciento once años (1912), entre la noche del 14 y madrugada del 15 de abril, el majestuoso transatlántico británico, chocó con un tempano de hielo, a 600 km de la isla canadiense de Terranova. El que hasta ese momento se consideraba el más grande y seguro buque se hundía en las heladas aguas del Atlántico.

Al igual que la narrativa anterior, el tempano de soberbia e ideología impráctica de la ministra de salud chocó con su propia embarcación, la abanderada reforma a la salud. El transatlántico del cambio, de la renovación, de los nuevos bríos, se fue hundiendo en congeladas relaciones con los partidos políticos que habían solicitado concertación de la reforma.

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El presidente Petro, con su acostumbrada arrogancia, respaldó lo indefendible. A un lado quedaron las respetuosas recomendaciones de gremios, asociaciones adscritas al sector y los puntos, en principio concertados, de algunos partidos políticos. Al no incluir en el texto final las recomendaciones de los partidos liberal, conservador y de la U, sus presidentes retiraron su respaldo e insinuaron votar negativamente en bancada la reforma cuando sea presentada al Congreso. 

A último momento y con el agua al cuello, acudieron a que un congresista conservador y otro de la U firmaran el proyecto a radicar, aprovechando las vacaciones de Semana Santa de los legítimos representantes de sus partidos, evidenciando el agobio, miopía e irrespeto gubernamental.

Aún quedan patadas de ahogado del gobierno para salvarse del naufragio. Buscará la votación individual de congresistas de los partidos que han manifestado votaran en contra. Al final, y si no se obtiene las mayorías en el Congreso, el gobierno debe retirar el proyecto, antes que este hecho deteriore aún más su imagen.

Ya la reforma política naufragó en las mismas heladas aguas de inconformismo. El gobierno ha insistido en presentar reformas, que distan de la institucionalidad del estado social de derecho colombiano y ha pretendido inculcar su ideología sustentada en casos socioeconómicos fallidos globalmente.

Tristemente la embarcación de Petro tampoco cuenta con suficientes salvavidas. La inflación, altas tasas de interés, desaceleración económica, desempleo, inestabilidad del gabinete, cuestionados nombramientos y una maltrecha iniciativa de paz total, que han dejado una estela de ataques fatales a la fuerza pública, que la Procuradora considera inconstitucional, como olas gigantes atacan lo que queda del embelesado crucero. 

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El agresivo populismo, cada día más cuestionable, aumenta la zozobra y desesperación del gobierno. 

Los leales escuderos siguen tocando desafinados acordes, igual que los músicos quienes en los últimos momentos de la saga del Titanic amenizaban la tragedia de la cual ni ellos podían salvarse.

Los congresistas pura sangre del petrismo, marcados por el embrujo de una efímera noche estrellada de poder, amontonados en los pocos flotadores, se hundirán gritando arengas y responsabilizando absurdamente a los demás por la tragedia.

Con marcado rechazo a las reformas laboral y pensional en camino, las iniciativas del ejecutivo parecen corcho en remolino, previo al hundimiento de la embarcación.

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