África, Europa y la dignidad humana

Por Jean Nicolás Mejía H |
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Jean Nicolás Mejía H

Profesional Ciencias políticas - Pontificia Universidad Javeriana Bogotá. 28 años,  Máster en cooperación internacional y organizaciones internacionales de la Universitat de Barcelona


Hitham tiene 22 años. Es sudanés, de la región de Darfur, una región pobre, limítrofe con República centroafricana, Chad y Sudán del Sur. Como muchos otros jóvenes, se dió cuenta que su única oportunidad de una vida digna era tratar de salir de África, al menos como primera medida.  Decidió hacerlo con sus amigos, con los que ha crecido y pasado por muchas cosas.

 Él aún no piensa en estudiar, ni en el trabajo de sus sueños. Es  prioridad encontrar la manera de llegar a Europa, tal vez en ese continente haya más oportunidades. Ha bromeado con sus amigos incontables noches sobre lo que llegarían a hacer si logran a entrar por Italia. De hecho ya lo han tratado. Hitham y un grupo de amigos dejaron Sudán en 2019 para tratar de entrar al territorio italiano por Libia, mediante las islas del Mediterráneo central. Lo intentaron por dos años, pero el resultado siempre era el mismo: o los devolvían o no lograban llegar a un punto de control. La ruta marítima desde Libia hasta Europa es la más peligrosa y donde muere más gente y uno que otro conocido de él ha perecido allá.

La peligrosidad de la ruta marítima los empujó, a él, a Hadid - su mejor amigo de la infancia-  y a sus amigos, a tratar de cruzar por vía terrestre, por España, por donde cruzan la mayoría de migrantes que proceden de Chad y Sudán. La ruta de acceso terrestre está en Melilla y Ceuta, pasando por Marruecos, en lo que se constituye como la única vía terrestre de acceso al territorio Europeo desde África. Ha sido históricamente, un punto clave de la migración irregular de personas entre el continente africano y el territorio Europeo. Los migrantes que se atreven a intentar cruzar tienen que enfrentarse a una verja entre 6 a 10 metros de altura, oficiales marroquíes y autoridades españolas, antes de ingresar oficialmente al territorio de la Unión y pedir asilo.

Hoy Hitham llora desconsoladamente. No ha parado de llorar en los últimos días. Él es uno de los 133 sobrevivientes que lograron cruzar la frontera, pero Hadid no, Hadid es una de las al menos 23 víctimas que perecieron esta semana, cuando en unos pocos días un promedio de 2.500 personas intentaron cruzar la frontera. Solo 954 lo consiguieron. Y aunque Hitham ha logrado pasar uno de los puntos más difíciles (cruzar la frontera), ahora viene el verdadero desafío: sobrevivir en un territorio que parece ser muy hostil con el migrante africano y pobre, pero muy benevolente con el migrante “legal” o el que tiene dinero. Sabe que tiene que hacerlo sin su mejor amigo, Hadid, y un par de compañeros más que perecieron esta semana.

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Para Hitham fue duro reconocer el cuerpo de su amigo entre las macabras imágenes que rodearon el mundo, en donde muchos cuerpos yacían en el suelo, sin vida, sin dignidad alguna. Su preocupación ahora es doble, pues no solo no sabe qué será de su futuro (se encuentra en cuarentena, en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes CETI) sino que se preocupa por preservar la memoria de su amigo Hadid, ya que se ha dado cuenta - a pesar de la incomunicación de las instalaciones del CETI- que las autoridades se afanan por enterrar los cuerpos de los fallecidos, sin siquiera identificación, sin una investigación, sin la oportunidad de darle un nombre y una historia a esos hombres, que han perdido la vida persiguiendo una realidad que hasta para ellos es fantástica, pero que deben aferrarse a ella como lo hacen a la vida misma: salir de África y buscarse la vida.

Ceuta y Melilla han vuelto a cobrar importancia estratégica no solo para España, sino para la Unión Europea, después de que se reanudaran los “mecanismos de cooperación” en materia de seguridad y en el ámbito de la migración entre España y Marruecos, en marzo de 2022, en donde ha habido también la coordinación interestatal de fuerzas de seguridad. Todo esto corresponde al marco europeo de refuerzo en materia de seguridad y control migratorio, pues ha entrado en la agenda el Sáhara Occidental, y no precisamente por temas relativos a la seguridad: para España es una de las principales zonas de influencia política puesto que Marruecos controla la economía, que gira en torno a actividades marítimas como la pesca, energía (tanto eólica como extractiva), así como la extracción de arena y la cooperación en armamento.

El interés de España -y de la Unión Europea- es legítimo por cuanto  a cooperación bilateral y multilateral se refiere, en función del establecimiento de una relación codependiente (en donde por obvias razones España tiene la sartén por el mango), pero que puede ser altamente productiva, en términos comerciales. El problema radica en la falta de control e implementación de directivas que primen los Derechos Humanos y se preocupen por el bienestar final de las personas, y es ahí en donde la disyuntiva se hace evidente: parece un chiste de mal gusto que el sistema de Naciones Unidas procure un foro anual en donde los jefes de estado van a exponer sus preocupaciones por el hambre, la pobreza y la desigualdad, cuando en la práctica y desde siempre, los derechos humanos han quedado relegados a los intereses económicos y particulares.

Como el cambio evidentemente no está en las instituciones -es un cambio más estructural-, es el momento oportuno para que desde las organizaciones sociales se hable de estos problemas, se dignifiquen y se atiendan. El momento histórico es propicio: por primera vez los pueblos están teniendo voz, están teniendo voto, están.

La historia de Hitham es como la de muchos otros inmigrantes africanos, y se repite sistemáticamente en cada oleada de personas que luchan día a día por cruzar una verja (como si fueran animales tratando de escapar del matadero). El afán de las autoridades por ocultar lo que sucedió es una afrenta a la dignidad, no solo de estas personas, sino a su memoria, a sus pueblos, a sus sufrimientos, carencias y necesidades. Ningún esfuerzo coordinado en materia de cooperación habrá valido la pena, mientras no haya dignidad para las personas, mientras no haya verdad, justicia y reparación. Depende de los que están, de los que sobrevivieron, y  de los que sobreviven cada día, ser la viva historia de los que no pudieron, y es el deber ser de los demás, escuchar y preservar esa memoria.

*Investigación y entrevistas a los sobrevivientes adelantadas por EL PAIS, El DIARIO.ES y la BBC.

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