Me quedo sin palabras para agradecer: Guillermo Ulloa T

Por Guillermo E. U… |
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Por Guillermo E. Ulloa Tenorio

Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.


Había comenzado una semana típica de temporada seca. Era un lunes festivo después de la celebración del día del padre de amanecer frio. En la distancia se observaban los picos congelados del Nevado del Huila. Pareciera soplaran vientos helados en la resplandeciente madrugada suavemente acariciada por los primeros cristalinos rayos de sol.

El día anterior compartimos la celebración telefónicamente, pues en esta ocasión, los hijos se encontraban fuera del país. Sin embargo, las burlas del envejecimiento prematuro del padre, acompañadas de risas, y cientos de anécdotas que el tiempo jamás borrará, eran la más grata compañía.

La preciosa mañana fue arrebatada por la penumbra de la llamada recibida del quebranto de salud de mi hijo Álvaro José. Desde la lejanía canadiense, donde realizó estudios de post grado y actualmente hacia uso del permiso de trabajo, recibimos, en la voz entrecortada de su esposa, la nefasta noticia que Álvaro debía ser hospitalizado por dificultades críticas de salud.

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Me quedo sin palabras para agradecer. Tan solo una vívida expresión.

Quizás por la falta de seguro complementario que cubriera y amparará la eventualidad, no había buscado la atención medica requerida, ni tampoco había manifestado su dolencia por no preocupar nuestra tranquilidad cotidiana y limitación económica. Un amigo, ciudadano canadiense, nos ilustró e iluminó que la salud es prioritaria en Canadá. Ningún tipo de atención o tratamiento podría ser negado.

Al entrar al hospital ya no tenía movimiento muscular alguno. El temor radicaba en que la enfermedad autoinmune, quizás polimiositis, había atacado agresivamente y podría paralizar los movimientos musculares del organismo incluyendo pulmones y corazón.

Cuando nosotros, como padres, y su hermano Juan Pablo, aterrizábamos forzosamente ante la realidad del cuadro clínico, sentimos haber caído en la oscuridad de un abismo terrenal. La sonrisa de Álvaro, su extrovertida personalidad, su buen humor, excelencia deportiva y su noble gentileza transformada en angustia, llanto y desesperación.

Sin embargo, la luz espiritual del Señor empezó a guiarnos e iluminarnos. Su hermano, Juan Pablo creó una plataforma de ayuda, difundida en redes sociales. Empezó a viralizarse entre amigos, familia, compañeros de clase, trabajo y deportes. Fue así como nuestros amigos se enteraron de la crítica situación por la cual atravesamos, brindado consuelo, apoyo y devolviéndonos torrentes de fe, convicción y esperanza.  

Hemos recibido cientos de mensajes, colmados de afecto, cariño y espiritualidad. Son extraordinarios paliativos que apaciguan nuestra preocupación e incertidumbre. Las desinteresadas manifestaciones de apoyo recibidas, la mayoría anónimas, son signo inequívoco de amor.

Me quedo sin palabras para agradecer. Tan solo una vívida expresión.

GRACIAS POR SU SOLIDARIDAD 

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