Cancún, última parada

Por Isabel Ortega |
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  Iwerrgsabel Ortega Ruiz 

 Estudió derecho en la Universidad Autónoma de Barcelona, Máster en Mediación y Resolución de conflictos en la Universidad de Barcelona, profesional del sector asegurador por 2 años, especializada en propiedad industrial, área donde ha trabajado por 4 años.


Últimas dos noches antes de finalizar mis andaduras por tierras mexicanas. No me permitía estar triste, porque no volvía a casa, iba a descubrir otro maravilloso país, Perú. Además, lo que más me emocionaba y asustaba a la vez, iba a encontrarme con mi amiga Connie después de casi 7 años. Al igual que antes de ver a Karla, lo que más sentía era ilusión, por reencontrarme con su sonrisa, sus ojos brillosos mientras me cuenta un chisme o su cara de orgullo y satisfacción explicándome una receta o trucos para ordenar la casa como si fuera Marie Kondo. Si no saben quién es Marie Kondo, búsquenla y miren alguno de sus videos, les sorprenderá. También tenía miedo, porque siete años son suficientes para que no hubiera cambiado nada, pero fuéramos distintas y lo que compartíamos ya no tuviera la fuerza suficiente. Era un miedo abstracto y su mayoría sin fundamento, pero, aunque me pese, una pequeña parte respondía a una gran verdad. Que yo no soy buena en la comunicación a distancia, y Connie es una persona muy atenta, por lo que tantos años a distancia habían conseguido desgastar la relación.

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Después de tantos días conociendo gente, siempre acompañada, en Cancún me apetecía pasar tiempo sola. Estaba en la ciudad de la fiesta, donde en cada metro de la calle sonaba una canción diferente, se escuchaban ofertas de bebida en cada esquina y la gente caminaba a mi alrededor con el guapo subido como decimos en España y ganas infinitas de pasárselo bien. En medio de ese gentío, yo quería pensar, paradójico. Tenía poco tiempo en Cancún, así que me hospedé en la zona de las playas, en el SELINA (Esto no es promoción). Es una cadena de hostales que te garantiza calidad y una buena zona, con estancias grandes y cómodas. No es el más barato, pero tampoco el más caro. Antes de empezar este viaje no la conocía, pero ahora podría haceros una lista de las mejores cadenas de hostales, escribidme si os interesa. Tuve suerte de que quedaran habitaciones, porque reservé ya en Cancún, para poder así ir algún lado a dejar el equipaje, que, aunque poco, una mochila de 9 kilos, era molesto. Tardé lo que me duró el café en realizar la reserva, bendito internet. En ese punto ya era una experta de la improvisación y el miedo a no tenerlo todo planificado había desaparecido bastante. Ahora lo que me pasa es justo lo contrario, lo que me cuesta son los planes encorsetados, las agendas que nos manejan y la falta de improvisación en la rutina.

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A pesar de lo que os he contado de estar sola y reflexionar mi faceta social me jugó en contra, y nada más llegar al hostal, en la cocina pelando aguacates conocí un chico de Cataluña muy simpático que estaba esperando a que sus amigos llegaran a México (volaban desde Madrid) para empezar un viaje de una semana con ellos por el sur. Él tuvo la oportunidad de poder estudiar en los Estados Unidos y había aprovechado unos días de permiso para volar a México y juntarse con sus colegas.   El hostal ofrecía una bebida de bienvenida, GRATIS. Pocas cosas sientan tan bien como esa palabra “GRATIS”, así que la aprovechamos para conocernos un poco y darle algún que otro consejo, mientras disfrutábamos del atardecer en la laguna. Tiene un paisaje muy curioso la zona de las playas de Cancún, pues está entre dos aguas, la turquesa del mar, y la oscura de la laguna Nichupté. Aunque no es la única laguna, hay más por la zona, y guardan enigmáticos oasis en sus ecosistemas.

Gracias a tanta agua, Cancún me dio la sensación de que siempre brillaba. Además, se forman muchos ecosistemas diferentes, y se pueden hacer miles de actividades, como ir en kayak o pescar. 

Sobre el papel queda muy bonito, pero también tiene sus peligros, vimos un cocodrilo durante el anochecer saliendo de la laguna y acercándose peligrosamente a la valla de nuestro hostal, que daba directo a la laguna.

 Estando allí me pregunté cómo se vería Cancún antes de que se convirtiera en un resort turístico, y me gustaría compartir con ustedes, queridos lectores las imágenes que encontré:

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Fuente: Aclarando, wordpress - Cancún 1970-1972

Los primeros que llegaron a Cancún para iniciar el proyecto turístico tuvieron que amarlo y odiarlo a partes iguales. Kilómetros de playa desértica, con agua y manglares por todos lados, sin sombra y con el aire azotándoles la cara.  Aun así, no se equivocaron, y aunque el Cancún de ahora no tiene nada que ver con el de estas fotos, el agua tiene el mismo color.  Me podría haber pasado horas nadando y flotando sobre esas aguas cristalinas sacadas de un cuento de hadas, nunca he visto algo como aquella.

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Me sentía muy feliz de haber llegado hasta allí.

Los que hayan estado en México o los que vaya o ir, o simplemente conozcan el país, quizás se pregunte porque no fui a Tulum, o a Isla Mujeres, o Holbox entre muchos otros lugares fantásticos de México. Yo también me hice esas preguntas la última noche en el país, aunque la respuesta fue fácil, tiempo. Hice que mi tiempo fuera finito en el país, iba con un plazo, y tuve que escoger, y cuando uno elige, descarta también. A pesar de mis aciertos y mis errores, fui conociendo  nuevas personas, nuevas comidas, nuevas palabras, nuevas historias, y con un tracito de México incrustrado en el corazón.

GRACIAS POR TANTO MÉXICO.

Próxima parada: PERÚ.

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