Repensar a Cali

Por Benjamin Barne… |
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Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011


“[T]iene mucho más sentido agrupar a la gente y aliviar la presión que ejercemos sobre la naturaleza.“ (Ben Wilson, Metrópolis, 2020, pp. 448 a 452). Y entendiendo con este libro la historia de las ciudades, es posible proponer un plan para Cali. La ciudad actualmente ocupa la esquina nororiental del Municipio de Cali y, en mayor o menor área, la parte limítrofe de los municipios vecinos de Yumbo, Palmira, Candelaria, Puerto Tejada, Jamundí y Santander de Quilichao. Por lo tanto es básico oficializar su área de influencia y, dentro de ella, establecer su Área Metropolitana, y en esta, las siete Localidades propuestas en su nueva condición de Distrito Especial.
Ciudades pequeñas y compactas, pensadas para la gente, no para los automóviles, procuran mejor calidad de vida; y Wilson informa que según estudios científicos: “la gente que vive en casas cerca de otras casas, en apartamentos o bloques, donde pueden caminar y socializar, tiene mejor salud física y mental que los habitantes de los suburbios, incluso de los más ricos.” De ahí la importancia de que se estimule en las nuevas localidades de Cali la conformación de ciudades dentro de la ciudad, a base de supermanzanas, y alrededor de centralidades a las que se pueda ir caminando o en bicicleta.

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Cómo lo afirma Wilson: “Las ciudades cambiarán. Pero no por idealismo, sino por necesidad [pues] no son solamente resilientes, sino también sistemas adaptativos. […] Con menos [automóviles y motocicletas] las áreas urbanas volverán a tener altas densidades de población y [sus] calles volverán a lo que han sido durante la mayor parte de la historia […] sitios para caminar, socializar, hacer compras y trabajar.” Por eso en Cali los nuevos centros urbanos de las nuevas ciudades dentro y fuera de la ciudad, deberán ser preferencialmente peatonales y con todo el equipamiento urbano necesario para cada una de ellas: administrativo, de seguridad, educación, salud, cultura, recreativo y deportivo.

Que “la gente se dé cuenta de que las calles no solo son para realizar trayectos: son sitios en los que vivir y jugar, además de lugares por los que moverse.” Como dice Wilson: “Son el alma de la ciudad.” Y, en este contexto, los andenes son la esencia de las calles, por lo que de ellos dependerá en buena parte el futuro de Cali. Considerando que prácticamente todos en esta ciudad son estrechos y con desniveles y obstáculos, o que no existen, habría que hacerlos llanos, sin estorbos  y debidamente arborizados considerando su clima tropical entre caliente y medio, y ampliarlos regularizando los caóticos carriles de las calzadas de muchas de sus calles, lo que además agilizaría el tránsito por ellas.

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Finalmente, cómo termina Ben Wilson su libro: “Nuestra supervivencia como especie depende del próximo capítulo de nuestra odisea urbana [y]
no vendrá determinada por los tecnócratas que diseñen soluciones digitales para nuestros problemas o por expertos en planificación que reformen ciudades desde sus torres de marfil. Se construirá […] por parte de los miles de millones de personas que viven en las magaciudades y las metrópolis de crecimiento rápido en los países en desarrollo.” Justamente el caso de Cali, y por eso la urgencia de recuperar el sistema de las cinco ciudades intermedias del valle alto del río Cauca unidas a Cali y el puerto de Buenaventura por ferrocarril.

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