Viviendo con el enemigo

Por Nicolas Ramos Gómez |
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Nicolás Ramos G

Ingeniero Civil , ex gerente de Emcali y ex Presidente de la SMP


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Pero nadie sabe, de momento, cómo acabará la pandemia

Los siguientes comentarios son tomados de la Revista Investigación y Ciencia, versión en español de Scientific American y del artículo de Lydia Denworth:

¿Cómo evolucionará la pandemia de COVID-19?

Para derrotar al virus tal vez sea necesario un conjunto de actuaciones como las que detuvieron epidemias históricas: medidas de control social, medicamentos y una vacuna. - Sabemos cuál es el origen de la pandemia de COVID-19: murciélagos cerca de Wuhan que albergaban una mezcla de cepas de coronavirus. En algún momento del otoño pasado, una cepa lo bastante oportunista como para pasar de una especie a otra, abandonó a su hospedador u hospedadores y acabó en una persona. Y empezó a propagarse.

Pero nadie sabe, de momento, cómo acabará la pandemia. No hay precedentes de una enfermedad con una combinación de características similar: una alta transmisibilidad, un amplio abanico de síntomas y una extensión tan enorme que ha detenido el mundo. En algunos casos, la alta vulnerabilidad de la población ha causado un crecimiento casi exponencial de los infectados. «Es una situación diferente y muy novedosa», indica la epidemióloga y bióloga evolutiva Sarah Cobey, de la Universidad de Chicago.

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Pero algunas pandemias anteriores nos ofrecen pistas sobre cómo evolucionará la actual

Pero algunas pandemias anteriores nos ofrecen pistas sobre cómo evolucionará la actual. Aunque no contamos con ningún ejemplo histórico que podamos seguir, la humanidad ha sufrido grandes epidemias en los últimos ciento y pico años que, de repente, dejaron de arrasar la sociedad; se detuvieron abruptamente. El modo en que eso ocurrió puede servir de orientación para un mundo que está buscando cómo recuperar la salud y cierta sensación de normalidad. Según Cobey y otros expertos, tres de esas experiencias sugieren que lo que pase después depende a la vez de la evolución del patógeno y de la respuesta humana, tanto biológica como social.

Un problema de propagación. Los virus mutan constantemente. Los que desencadenan pandemias son lo suficientemente novedosos como para que el sistema inmunitario humano no los identifique de inmediato como invasores peligrosos. Obligan al cuerpo a crear una defensa completamente nueva, con anticuerpos y otros componentes inmunitarios que puedan reaccionar y atacar al virus. Un gran número de personas enferman a corto plazo, y factores sociales como las multitudes y la ausencia de medicamentos pueden hacer crecer aún más esa cifra. Al final, una proporción importante de la población afectada desarrolla anticuerpos contra la enfermedad, lo que le confiere una inmunidad a largo plazo y limita la transmisión vírica entre personas. Pero pueden transcurrir varios años hasta que eso suceda.

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Es decir, si todos, sin excepciones irresponsables, no nos cuidamos, seguiremos infectándonos exponencialmente.

Mientras tanto, deberemos aprender a vivir con la enfermedad. El ejemplo más famoso en la historia moderna nos lo ofrece la epidemia de gripe H1N1 de 1918-1919. Los médicos y los funcionarios de salud pública disponían de muchas menos armas, y la eficacia de las medidas de control, como el cierre de colegios, dependía de lo pronto que se tomasen y lo estrictas que fuesen. Después de dos años y tres oleadas, la pandemia infectó a 500 millones de personas y mató a entre 50 y 100 millones. Acabó solo cuando las infecciones naturales confirieron inmunidad a aquellos que se habían recuperado.” 

Es decir, si todos, sin excepciones irresponsables, no nos cuidamos, seguiremos infectándonos exponencialmente.

La responsabilidad es colectiva y de mi buen comportamiento depende mi salud, la de mi familia y la de mis conciudadanos.

 

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