Tradición y arquitectura

Por Benjamin Barne… |
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Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011


La transmisión de ritos y costumbres, como la Navidad, usos, saberes, técnicas, artesanías y artes, de generación en generación, es, con la lengua y la arquitectura tradicional, la esencia de una cultura. En la actual Latinoamérica (nombre dado por los franceses después de la independencia de España a estas colonias) su tradición arquitectónica viene de la Península Ibérica, de su arquitectura hispanomusulmana que en Iberoamérica se enriqueció con unas pocas pero importantes influencias indígenas, dejando varias y muy acertadas arquitecturas coloniales, las que en el siglo XX fueron olvidadas por la arquitectura moderna mal interpretada o simplemente vulgarizada muchas veces.

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En lugar de mirar los sugerentes ejemplos de Brasil y México, en Colombia se ignoraron los pocos arquitectos que si los siguieron, especialmente en Cali diseñando patios y corredores, y después la muy importante obra de Rogelio Salmona no ha tenido seguidores y casi nadie se ha percatado de ciertos aspectos de la arquitectura colonial de Cartagena de Indias que él discretamente reinterpretó. El hecho es que la mayoría de los nuevos arquitectos profesionales optó por copiar mal de la de unos Estados Unidos vencedores en la II Guerra Mundial y más recientemente la llamada arquitectura espectáculo pese a que ya había comenzado a ser rechazada sobre todo en Europa.

El resultado de haber rechazado la tradición, en lugar de reinterpretarla, es el desagradable caos visual de las actuales ciudades y poblaciones colombianas que en menos de un siglo pasaron de ser pequeñas, bellas y confortables a ser muy feas, muy extensas y poco funcionales. Realidad que debería llevar a que, junto con la amenaza del cambio climático alimentado por el uso de combustibles de origen fósil, la escasez de agua dulce, la contaminación de ríos y mares y la acumulación de basuras y desperdicios, finalmente se acepte la necesidad de una nueva arquitectura regionalista, la que tiene mucho que aprender de no pocas de esas olvidadas tradiciones de la arquitectura colonial.

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Es el momento de recuperar el uso de patios, vergeles, huertos caseros, corredores, balcones, terrazas, azoteas y altos miradores; de reutilizar la ventilación cruzada y los termosifones; de variar los puntales de los diferentes espacios; de procurar la adecuada orientación de los edificios, o la suficiente defensa de sus fachadas a los rayos solares en los climas tropicales calientes; de utilizar el agua de las lluvias y reutilizar, limpiándolas, las aguas servidas; de utilizar mas tierra y menos cemento en las construcciones; de remodelar las edificaciones existentes en lugar de demolerlas; de densificar sin aumentar innecesariamente las alturas generando feas culatas; de hacer ciudad y no apenas edificios.

Y desde luego hay que repensar el urbanismo de las ciudades mediante “ciudades dentro de la ciudad”, a semejanza de las tradicionales y pequeñas ciudades de antes, las que sumadas a las existentes “ciudades por fuera de la ciudad” conformarían una muy moderna “ciudad-región”
unida por trenes y trolebuses para usuarios que antes y después han sido peatones o han utilizado bicicletas. Región en la que sus varias sub centros serían “centralidades peatonales” y en donde las manzanas tradicionales se unirían para conformar “supermanzanas” con solo tráfico local, que fomentarían la interrelación social de sus diversos habitantes mejorando la calidad de vida de todos.

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