Un Pastor que ama y que sirve

Por Héctor de los Ríos |
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P. Héctor De los Ríos L.
 

VIDA NUEVA

En este Domingo cuarto de Pascua se centra nuestra atención y nuestra fe agradecida en la presencia misteriosa del mismo Cristo Jesús, Pastor único y universal de nuestras almas. Cristo ha prolongado esta cualidad suya en los Pastores de su Iglesia, por quienes oramos muy especialmente en este «Año de la Fe», a cuyo servicio está su ministerio.

Jesús se identifica como el «Buen Pastor» que cuida (=«apacienta») y orienta (=«pastorea») a quienes creen en Él, ya que «conoce a quienes escuchan su voz y les da la vida eterna».  Por este motivo, celebramos también hoy el día mundial de las vocaciones consagradas:

sacerdotales y religiosas, para servir a la misión.

LECTURAS:      

Hechos de los Apóstoles 13,14. 43-52: «Nos dedicamos a los gentiles»

Salmo 100(99): «Sepan que el Señor es Dios; que Él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño»

Apocalipsis 7, 9.14b-17: «El Cordero será su Pastor y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas».

San Juan 10, 27-30: «Mis ovejas escuchan mi voz»

¿QUÉ NOS DICE la PALABRA?

¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. ¿Dónde y cuándo escucho la voz de Jesús en mi vida diaria? ¿En su Palabra, en personas, en situaciones, cuáles? - ¿Hasta qué punto vivo la centralidad de la persona de Jesús, qué representa Él para mí? - ¿Cómo, cuándo noto que he recibido esa vida eterna que da Jesús? ¿Qué obstáculos experimento que me “roban” plenitud de vida?

Ser oveja del Rebaño

La escucha de la Palabra comporta un discernimiento, para que entre todas las voces posibles, distingan y elijan la que corresponde a una persona concreta (Jesús). Como consecuencia de este discernimiento, la respuesta se hace activa, personal y se convierte en obediencia. Esta proviene de la escucha. Por lo tanto, entre la escucha y el seguimiento del Pastor está conocer a Jesús.

Queda, pues, claro, que Jesús, el Buen Pastor, señala cuál es compromiso de siempre de quien quiera ser discípulo, «oveja de su Rebaño»: Escuchar - Conocerlo - seguirlo. Escuchar la voz del Pastor: implica la adhesión alegre al contenido de lo que se escucha, la obediencia a la persona que habla, la elección de vida de Aquél que se dirige a nosotros...

Conocerlo: Con este verbo se define el diálogo o comunicación íntima entre Cristo y el discípulo... Y seguirlo.: Quien verdaderamente ha escuchado y conocido a Cristo, el Buen Pastor, lo «sigue» come único guía de su vida. - Nosotros «no pereceremos» y nadie nos podrá «arrebatar» de la presencia de Cristo que protege nuestra vida. Es esto lo que fundamenta y motiva nuestra seguridad cotidiana.

Esta la idea que admirable y luminosamente expresa San Pablo:´- «Estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro».

Pertenecer para entender

El motivo de la incredulidad de los judíos, cuando le preguntan a Jesús sobre su identidad, no es porque tengan sinceramente la inquietud de buscar a Jesús, sino que en su cerrazón mental rechazan pertenecer a sus ovejas. Puede ser iluminadora una expresión análoga de Jesús: «A ustedes se les ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas».

Las palabras de Jesús solamente son luz para el que vive dentro de la comunidad; y, al contrario, para aquél que decide quedarse fuera solamente son un enigma que desconcierta. A la incredulidad de los judíos, Jesús contrapone el comportamiento de aquéllos que le pertenecen y que el Padre les ha dado; también su relación con ellos.

El lenguaje de Jesús no es para nosotros de evidencia inmediata; más aún, compara a los creyentes con un rebaño, y nos deja perplejos. Somos, en gran mayoría, extraños a la vida agrícola y pastoril y, por tanto, no es fácil para nosotros comprender lo que significa el rebaño. En cambio, los oyentes, a los que Jesús dirige su palabra, eran un pueblo de pastores.

Es evidente que la parábola es entendida desde el punto de vista de un hombre que comparte casi todo con su rebaño. Él lo conoce: ve cada una de sus cualidades y de sus defectos; también las ovejas conocen a su guía: responden a  su voz y a sus indicaciones. Entonces, es fácil comprender que para entender la parábola es necesario pertenecer al rebaño: «mis ovejas».

Un Pastor para todos

Por su resurrección Jesús se hizo Pastor de todo el mundo; esto significa que su gracia salvadora alcanza a todos, a todas partes y a todo a través de la historia. La misión y la obra salvadora de Cristo, Buen Pastor, y la de quienes hacen sus veces en la Iglesia, no pueden quedar limitadas por privilegios raciales o religiosos.

La misión salvadora de Jesucristo, Buen Pastor, es universal, por cuanto todos necesitamos, por igual, de Cristo Redentor. La Iglesia es universal y aunque los judíos hubieran aceptado el mensaje de salvación del Evangelio, de todos modos, la Iglesia se extendería por doquier y siempre. - El Cordero-Cristo es el causante de la salvación que consiste en la participación en su destino. Se expresa en términos de purificación que no debe entenderse como legal o ritual, sino ir al fondo: unión de Cristo y del Cristiano.

Espiritualidad de comunión

Esta convicción sólo es posible si en la base de nuestra existencia cristiana y apostólica opera la «espiritualidad de comunión», pues la misión del buen Pastor es «congregar a los hijos de Dios dispersos».

Este tiempo de Pascua que estamos celebrando no es sólo celebración alegre de la Resurrección de Cristo, anuncio de Vida nueva y eterna para todos. Es también celebración del vivir en la comunión, que es la Iglesia, la Comunidad de los seguidores de Jesucristo.

El símbolo de Jesús como nuestro Buen Pastor es muy apto para entender la mutua relación entre El y nosotros. Jesús conoce a cada persona a fondo y como única. Es un conocimiento amoroso; cada persona es amada por Jesús como ella es, permanentemente y sin considerar si ella es mejor o peor. De la misma manera, cada persona está llamada a conocer y a amar a Jesús como amigo, a escucharlo y a seguirlo.

¿A QUÉ NOS COMPROMETE la PALABRA

¿A qué te compromete el texto? ¿Qué dimensión de mi vida puedo cambiar? ¿Qué hacer, por poco que sea, para verdaderamente ejercer mi sacerdocio bautismal, para hacer presente a Jesús y su Vida plena entre quienes me rodean? ¡Algo que esté en mi mano de modo realista!

Entendamos la imagen

En una sociedad rural, como era la que escuchaba a Jesús en su predicación, la imagen del Pastor bueno al frente de su rebaño, conociendo a todas y cada una de sus ovejas, guiándolas a los mejores pastos e incluso dando su vida por ellas, era una imagen próxima, conocida y perfectamente asimilable. Por eso la usó Jesucristo que era, entre otras cosas, un espléndido conocedor de la realidad circundante y de sus oyentes. La imagen del pastor era muy expresiva para los hebreos. Hoy suscita reacción y perplejidad. Nadie acepta formar parte de un rebaño. Al hombre moderno no le gustan estos conceptos. Hay que cambiar imágenes pero hay que mantener el contenido. Hemos de descubrir a Cristo Jesús en el magisterio y en la autoridad de nuestros legítimos Pastores, en comunión con el Obispo de Roma, Vicario de Cristo.

Es evidente que Jesús no tiene un rebaño de ovejas como las tenían los pastores de su tiempo. Quizás ni lo tuvo nunca. Sus ovejas son sus discípulos de todos los tiempos. Los que hemos creído en él y le hemos entregado nuestras vidas y nuestro destino. Jesús habla de MIS ovejas. Esa palabra “mis” encierra toda una carga de afecto, de preocupación, de pertenencia. Las siente suyas, como si hubieran dejado de pertenecerse y le hubieran entregado a él su mismo ser. En Antiguo Testamento Dios mismo hablaba de sus ovejas.

Ahora es Cristo el que asume esa responsabilidad y ese deber. Detrás de esa sencilla palabra nos revela su unión íntima con el Padre en el ser divino.

Interés vocacional

Nos ha de preocupar e interesar que en la Iglesia, para el servicio del Pueblo de Dios, haya muchos sacerdotes según el corazón de Dios. Hemos de vivir en la Iglesia el problema serio de las vocaciones consagradas: La necesidad de que los elegidos de Dios para una dedicación total al Evangelio, a la santidad y a la acción pastoral en la Iglesia, sepan responder fielmente y con generosidad total a este designio divino sobre sus vidas.

Escuchemos al Papa Francisco

«...Esto os pido: sed pastores con «olor a oveja», que eso se note –; en vez de ser pastores en medio al propio rebaño, y pescadores de hombres. Es verdad que la así llamada crisis de identidad sacerdotal nos amenaza a todos y se suma a una crisis de civilización; pero si sabemos barrenar su ola, podremos meternos mar adentro en nombre del Señor y echar las redes. Es bueno que la realidad misma nos lleve a ir allí donde lo que somos por gracia se muestra claramente como pura gracia, en ese mar del mundo actual donde sólo vale la unción – y no la función – y resultan fecundas las redes echadas únicamente en el nombre de Aquél de quien nos hemos fiado: Jesús.

Queridos fieles, acompañad a vuestros sacerdotes con el afecto y la oración, para que sean siempre Pastores según el corazón de Dios.

Queridos sacerdotes, que Dios Padre renueve en nosotros el Espíritu de Santidad con que hemos sido ungidos, que lo renueve en nuestro corazón de tal manera que la unción llegue a todos, también a las «periferias», allí donde nuestro pueblo fiel más lo espera y valora. Que nuestra gente nos sienta discípulos del Señor, sienta que estamos revestidos con sus nombres, que no buscamos otra identidad; y pueda recibir a través de nuestras palabras y obras ese óleo de alegría que les vino a traer Jesús, el Ungido. Amén» (Papa FRANCISCO: Homilía en la Misa Crismal, Jueves santo, 28 de Marzo de 2013).

Todos llevamos hoy la carga pastoral de la Iglesia, cada uno dentro del contexto en que debe vivir. Es Jesús Pastor que quiere seguir hablando y anunciando al mundo el misterio del plan salvador de Dios a través de nosotros, bautizados en su nombre. La Iglesia será activa y evangelizante en la medida en que todos asumamos, con valentía y con gozo, esta misión. El Señor ha depositado en nosotros esta carga y confía en que la llevaremos a término. Su amor, su poder, su fuerza salvadora no nos van a faltar. El nos ha asegurado nadie nos puede arrebatar de su mano. Depositemos en él toda nuestra seguridad y nuestra confianza de testigos de su evangelio. Amén.

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