La mineria del oro

Por Nicolas Ramos Gómez |
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Nicolás Ramos G

Ingeniero Civil , ex gerente de Emcali y ex Presidente de la SMP


El oro y su uso forma parte de nuestra historia por la rica orfebrería precolombina, hoy orgullo del Museo del Oro del Banco de la República, con hallazgos valiosos como el último de Malagana. Su explotación en el Litoral Pacífico dio ocasión a la prosperidad de Popayán y alimentó las cajas reales de otras ciudades como Cartago.

También fue la obsesión de los conquistadores Belalcázar y Jiménez de Quesada y de otros posteriores como los piratas ingleses por encontrar la ciudad de oro en los ríos del Caribe. De ese mito, que hábilmente contaron los conquistados a los conquistadores, solo queda el nombre El Dorado del Aeropuerto de Bogotá.

Pero la minería legal del oro que se ejerció en la cuenca del Río Cauca entre Suarez y Timba, como entre Istmina y Condoto en el Río San Juan en el Chocó, después de la explotación de sus cuencas, solo han quedado por décadas depósitos de piedra en sus vegas, las cuales hubieran sido óptimas para una rica agricultura con un significativo aporte a la economía de esas regiones y del país, muchísimas veces mayor que el valor del oro que se exportó para que finalmente se fueran las compañías mineras y al país le quedara solamente el daño ambiental.

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Tristemente es lo que sigue ocurriendo hoy en muchas zonas del país con la minería ilegal y algunas pocas legales, pues se va el oro, pero el daño ambiental permanecerá por siglos. Las explotaciones en el Cauca y en el San Juan pronto completarán el siglo y el daño sigue ahí tristemente como lo decíamos antes y con mayor intensidad sigue ocurriendo en la Costa Pacífica, en las cordilleras y en los Ríos Cauca y Magdalena.
Seguiremos preguntándonos o seguiremos empobreciéndonos mientras esperamos que el hasta ahora, más que inútil Ministerio del Medio Ambiente y también las inútiles y burocráticas Corporaciones Autónomas Regionales informen al país que algo hacen para detener esta pandemia que arruina nuestro ambiente y daña nuestros recursos.

Esperamos que con el Gobierno del cambio se salven los Farallones de Cali y se deje de contaminar con mercurio el Río Cali, lo cual ocurre a solo 15 kilómetros por carretera de la ostentosa sede de la CVC, entidad que, ante los cambios que viene originando el calentamiento global, debe asumir la ejecución del vital y urgente Plan del Agua estudiado en 1990 por la entonces útil agencia para el desarrollo integral de la cuenca alta del Río Cauca.

Quiera Dios que no lloremos sobre la leche derramada o mejor por la ausencia de agua en el próximo verano.

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