Chiapa de Corzo y el Cañón del Sumidero

Por Isabel Ortega |
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  Iwerrgsabel Ortega Ruiz 

 Estudió derecho en la Universidad Autónoma de Barcelona, Máster en Mediación y Resolución de conflictos en la Universidad de Barcelona, profesional del sector asegurador por 2 años, especializada en propiedad industrial, área donde ha trabajado por 4 años.


Navego a través de tus ríos,

venas que fluyen de tu interior. 

Se abren paso a través de la adversidad,

son mi guía en esta inmensidad,

en la cual danzo como pez en el agua,

a contracorriente a veces, pero hacía el mar siempre.

 ¡Llévame! ¡Llévame!

Quiero flotar y hundirme en ti,

para recordar así cuando nací.

Agua

Isabel Ortega Ruiz

 

Este verso no tiene estructura, ni rima ni métrica, por no tener no tiene nada especial, pero representa Chiapas para mí. Me pareció el centro de todo, de cada esquina brotaba agua, fuente de vida. Allí sentí una verdadera conexión con la naturaleza y la abundancia de vegetación me hicieron sentir que aquello podía ser el punto de nacimiento del mundo. Chapias genera admiración, que después se convierte en amor. En ese estado de México el agua corre por todos lados, las cascadas más impresionantes que he visto jamás están allí. También es impresionante el Cañón del Sumidero, al cual se puede llegar desde la ciudad vecina, Chiapa de Corzo. Desde San Cristóbal de las Casas cogimos un autobús hacia dicha ciudad para llegar al embarcadero que nos permitiría montarnos a una barca para visitar el cañón, formado por el río Grijalva.

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Tuvimos que hacer un poco de cola, pero la espera valió la pena, nada más montarnos en la barca empezamos a sentirnos como Indiana Jones. Durante el recorrido tuvimos la suerte de poder observar monos araña balanceándose entre las copas de los árboles, caimanes con la boca entreabierta tomando el sol, y paredes de un kilómetro de altura, desde donde se dice que pueblos chiapaneca se tiraron para no ser sometidos a los españoles. Tan importante es esta leyenda que forma parte del escudo del estado de Chiapas en el que se representa el cañón del sumidero. Al acabar el fascinante recorrido, antes de deshacer el camino hacia el embarcadero, nos abordaron unas barcas/bar. El ingenio humano es infinito, allí, sobre las barcas, habían montado una especia de bar/tienda y se acercaban para venderte todo tipo de snacks y bebidas.

En ese sentido, a mí me costaba comprar en la calle muchas veces por el tema de los residuos plásticos. Todo, absolutamente TODO iba envuelto en plástico, y en aquel país apenas se recicla este material. Me dolía el alma realmente viendo todo ese consumo de plástico, por lo que muchas veces me quedé sin probar/comer algo por este tema. Me pregunté muchas veces, ¿antes cómo lo hacían? Tendré que volver para preguntarles.

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Cuando finalizamos el recorrido decidimos visitar el pueblo, que tiene una bonita fuente mudéjar*, de las más grandes del país, situada en la plaza central y un andador a la vera del río, perfecto para pasear en pareja tomados de la mano, o mano a mano con una michelada bien fresca. 

Pero más allá de esos dos elementos la ciudad me pareció austera, sin demasiada producción, y con un mercado que, aunque habrá vivido tiempos mejores, se encontraba descuidado, como si estuvieran dejando que poco a poco pereciera. Le faltaba color, brillo. Pese a todo, nos pareció buena idea (equivocadamente) quedarnos a comer allí, en uno de esos puestos pequeñitos en los que se dispone una mesa al frente para que los comensales se sienten alrededor para degustar el menú del día. Nos sirvieron un pescado completamente maltratado, todo quemado, que al pincharlo se rompía en pedacitos. Además, vimos como la cocinera seleccionaba frijoles de una bolsa de donde salían hormigas. Como podréis imaginar se nos cerró el estómago, y no porque fueran bichos, porque si allí el se comen hormigas, me las como, pero claramente esas hormigas eran una mala señal si estaban sacando los frijoles de allí para meterlos en otra bolsa sin dicho insecto.

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Nos ocurrió una cosa curiosa en aquella ciudad. Nos había acompañado un chico francés con el pelo afro, que lo llevaba largo, como Michael Jackson cuando estaba en “The Jackson Five”. La gente se le quedaba mirando, y durante el tiempo que estuvimos paseando por el pueblo (dos horas aproximadamente) le pidieron, y no exagero, más de cinco personas una foto. Además, un fotógrafo profesional le tomo varias fotos para su blog de viajes. Eso me hizo darme cuenta de que en México no hay apenas población africana o de su descendencia, y de ahí la curiosidad de la gente.

En ese momento me sentí muy afortunada de no destacar, porque, aunque no es algo malo, puede llegar a ser muy agobiante y hasta molesto cuando tú no estás buscando de forma intencionada llamar la atención. Aunque nadie quiere ser igual al resto, tampoco nos sentimos cómodos siendo diferente.

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En el próximo artículo os seguiré contando los misterios y las particularidades del estado de Chiapas, iremos al pueblo de San Juan de Chamula, del que se dice mucho y se sabe poco.

*Los mudéjares eran musulmanes que permanecieron en territorio cristiano tras la conquista. De ahí que la mezcla de las corrientes artísticas cristianas (románicas, góticas y renacentistas) y musulmanas que se generó en España se llame “Arte Mudéjar”.

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