Arquitecto: Soberano del mundo de las bellas artes

Por Benjamin Barne… |
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Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011


Tal como lo señaló el historiador Eric Hobsbawm hace años: “La segunda de las grandes artes a la que le va bien en la actualidad es la arquitectura [la otra es la literatura], y así seguirá siendo en el siglo XXI, porque la humanidad no puede vivir sin edificios: la pintura es un lujo, pero las casas son una necesidad. […] De hecho, podríamos incluso afirmar que, en el transcurso del siglo XX, el arquitecto- en especial, de los grandes edificios públicos- se ha convertido en el soberano del mundo de las bellas artes.” (Un tiempo de rupturas. Sociedad y cultura en el siglo XX, 2013, p. 26). 

Menos mal que el tiempo de las “estrellas de la arquitectura” ya pasó y ahora su objetivo debe ser otro.

Considerando las nuevas regulaciones que pronto se tomarán de cara al cada vez más evidente impacto del cambio climático, la humanidad no podrá vivir más en edificios mal proyectados a partir de interpretar mal el movimiento moderno en arquitectura. En el siglo XXI los edificios tendrán que ser, además de contextuales para no seguir dañando las ciudades, más seguros, sostenibles, remodelables, funcionales y confortables, y emocionantes como una buena pintura, por lo que los arquitectos tendrán que ser más técnicos sin dejar de ser artistas y no apenas pretender serlo copiando torpemente la arquitectura espectáculo que ya pasó de moda hace unos años en donde se originó.

Como lo menciona Hobsbawm: “Las casas, e incluso las ciudades, al igual que los automóviles, que Le Corbusier consideró como el modelo para construir viviendas, se concibieron como productos de la lógica universal de la producción industrial. El principio básico de la “era maquina” podía aplicarse a las habitaciones y espacios humanos (“una máquina para vivir en ellas”) si se hallaba la solución al problema combinado de optimizar el uso de un espacio limitado, la ergonomía y la rentabilidad.” (p. 244). Y por supuesto lo peor fue su vulgarización reducida a la repetición en fila o en altura de sus diseños, con sus inconvenientes cubiertas planas y el uso exagerado del vidrio.

Ahora, sin olvidar los aportes en las técnicas constructivas desarrolladas en el siglo XX, es preciso rescatar los de la vieja arquitectura de tradición hispano musulmana, en lo que respecta al manejo del clima en zonas tropicales calientes y templadas, que tanto tienen que enseñar con sus techumbres protectoras, su ventilación cruzada, sus corredores y balcones profundos y sobre todo con sus patios, huertos caseros y vergeles.

El arquitecto Simón Vélez

Igualmente las sencillez de sus plantas, utilizables de diversas maneras, y la homogeneidad de sus el fachadas y volúmenes que no su repetición como sucede ahora con las filas de casas idénticas y la repetición de apartamentos idénticos en edificios de muchos pisos.

Recuerda Hobsbawm que “Walter Benjamin señaló que la arquitectura se experimenta “como un entorno de vida general, más que como la suma de edificios específicos;” (p. 251) es decir, como la ciudad que conforman, la que es totalmente ignorada por la arquitectura actual en ciudades que crecen mucho y muy rápidamente, y Cali es un lamentable ejemplo. Así, el objetivo de una nueva arquitectura debería ser en primer lugar mejorar las ciudades, considerando en los proyectos los entornos construidos de sus vecindarios con sus respectivas tradiciones, y en el caso de las viviendas que sean más sencillas pero no idénticas y más emocionantes y confortables, no un frívolo y costoso lujo.

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