La agresividad en Cali en todas sus manifestaciones

Por Carlos Cuervo |
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Carlos Armando Cuervo Jiménez

Emprendedor y empresario con formación en Ingeniería Industrial


Las acciones agresivas comienzan desde las elementales acciones de invadir los andenes por motocicletas y bicicletas, obligando al peatón a caminar por la calzada, hasta las invasiones de los carriles del Masivo, los particulares desfiles de motociclistas obstruyendo el flujo vehicular por completo o con el cobro coactivo con tiquete en mano de los cuidadores de vehículos en la vía pública.

Después observamos la violencia intrafamiliar, los atracos en todas las comunas o nuevas modalidades con extorsiones a comerciantes a pequeña escala perpetradas por oportunistas que le apuestan a la intimidación camuflados desde el servico de cuida carros de trapito rojo.

Salvo la muy cuestionada medida de la cifra de homicidios por cada cien mil habitantes que ha disminuido frente año anteriores, la ciudad de Cali parece la tierra de nadie.

El respeto ha desaparecido por completo, conducir un vehículo automotor es una odisea, eludiendo motos, carros, bicicletas y todo aquello que represente la movilidad por esfuerzos mecánicos.

Las estaciones del Masivo vandalizadas o convertidas en centros para hechos delictivos.

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Hasta el control de las emisiones sonoras escandalosas efectuadas por establecimientos públicos en horas nocturnas se manejan con criterios alejados de las normas, favoreciendo a amigos de la administración. 

Hasta el control de las emisiones sonoras escandalosas efectuadas por establecimientos públicos en horas nocturnas se manejan con criterios alejados de las normas, favoreciendo a amigos de la administración. 

Entonces me pregunto

¿Cuáles son las soluciones que plantea la administración municipal a esta escalada de situaciones violentas y conductas agresivas?

O como estas acciones no representan créditos mediáticos para Iván Ospina, entonces no registran interés alguno para este señor, convirtiendo a la ciudad es un pueblo sin Dios ni Ley.

La sociología da cuenta de muchas razones para que este flagelo tome más presencia en la vida cotidiana.

Factores como la educación, la desigualdad, la pobreza, el desplazamiento interno en la ciudad, el urbanismo, la iluminación de sitios públicos, el diseño y entorno de los espacios públicos y su relación con los privados, el transporte público eficiente, hasta el acceso a la salud dan cuenta en los mayores o menores porcentajes de crecimiento de la agresividad.

La ciencia de datos bien utilizada se convierte en un aliado para predecir comportamientos violentos en grupos específicos, ubicados en barriadas claramente determinadas con la máxima precisión geográfica dentro del contexto urbano.

Así que nuestro mediocre alcalde no tiene disculpas ni justificaciones para no buscar remedios para esta plaga.

Si en vez de actuar como un charlatán contratara a las personas idóneas e invirtiera en tecnología de datos de seguro ya estaríamos avanzando en recuperar la tranquilidad ciudadana.

Habrá que escuchar si alguno de los precandidatos ha estudiado el fenómeno y trae en su carpeta de propuestas fondos destinados a resolver esta epidemia.  

Y por ahora a seguir con mucha paciencia las continuas provocaciones.

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