El mal ejemplo

Por Nicolas Ramos Gómez |
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Nicolás Ramos G

Ingeniero Civil , ex gerente de Emcali y ex Presidente de la SMP


Indudablemente el señor Presidente Gustavo Petro le está dando al país un mensaje totalmente equivocado diciendo que ser destructor de bienes públicos y privados o el mobiliario de una ciudad: semáforos, avisos, negocios, cajeros, ensuciar paredes, es una forma valida de protesta y los autores de esos destrozos sean reconocidos como ciudadanos ejemplares que protestaban contra el orden. Con ello descalifica el proceder de la autoridad, ajustado a la ley, de cumplir su función constitucional de mantener el orden y la seguridad de bienes y personas y el deber de la justicia de sancionar esos delitos.

En otras palabras, le está diciendo al país que el desorden y la anarquía son ventajosos y con ello viola el juramento prestado al tomar posesión de la Presidencia de la República de respetar y hacer cumplir la Constitución nacional,  las leyes, olvidando el lema de nuestro escudo patrio: Libertad y orden.      

El cree que hace una buena gestión fomentando el desorden y desbaratando en vez de mejorar lo que ha demostrado que funciona, para ensayar lo que ya se comprobó, hasta la saciedad, que no funciona a causa de lo mal administrador que es el Estado y un ejemplo es el de los Seguros Sociales.

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El mundo tiene todas las experiencias que la anarquía y el desorden no crean ni bienestar y menos disminuyen la pobreza. Todo lo contrario, las incrementan. Tenemos el ejemplo de Cuba y Venezuela. La primera iba a dejar de ser el prostíbulo de los Estados Unidos y se convirtió, mejorado, en el prostíbulo de Europa y en el caso de Venezuela, huyen desde hace años las empresas y sus habitantes, pese a la riqueza del país, ante el caos por el desgobierno, la hambruna y la falta de oportunidades de trabajo.

Es triste ver como en Cuba los mejores hoteles y lugares como las playas de Varadero están reservadas exclusivamente para los turistas que pagan con los odiados dólares o euros y toman Coca Cola. Es un claro ejemplo de lo que se logra con el Socialismo del Siglo XXI en donde es imposible protestar y realizar actividades que no estén controladas por el Estado y menos conseguir trabajo, pero si amplían y mejoran la pobreza, olvidando que es mejor enseñar a pescar que regalar el pescado.

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