El futuro de la estabilidad internacional

Por Jean Nicolás Mejía H |
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La delicada relación entre China y Taiwán empieza a tener profundas implicaciones internacionales, principalmente porque cada vez más actores influyen y toman posiciones de un lado o del otro, en función de sus propios intereses, lo que termina desestabilizando comercialmente a la región, diplomáticamente al sistema internacional, y poniendo en riesgo la paz y estabilidad internacional. 

China ve a la isla como una provincia que tarde o temprano será anexada nuevamente al territorio, pero los taiwaneses difieren de esta perspectiva. Se consideran un país independiente y democrático (aunque no se ha proclamado como tal) y a lo largo de los años -en permanente disputa con el gigante asiático- se han hecho aliados de poderosos que respaldan sus intenciones soberanas. 

La historia entre China y Taiwán empieza hace mucho tiempo. Los archivos imperiales registran que los chinos enviaron una expedición a la isla en 232 A.D, pero sin ser clara su injerencia en la consolidación de una sociedad en el territorio en los siglos siguientes. Taiwán vuelve a involucrarse directamente con China en el siglo XIX, cuando fue administrada políticamente y comercialmente por la Dinastía Qing, entre 1883-1895, después de ser una colonia holandesa por un breve periodo de tiempo en el siglo XVII. 

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Desde entonces un importante número de migrantes llegaron a Taiwán desde China escapando de la agitación política. En su mayoría eran provenientes de las provincias de Cantón y Fujian, siendo los descendientes de estos migrantes los que componen la mayoría de la población actual.  Taiwán ha estado sometida a diferentes administraciones políticas, puesto que desde 1895 y hasta después de la Segunda Guerra mundial, Taiwán era soberanía de Japón (desde la victoria de la primera guerra sino-japonesa) pero en la derrota del país nipón en 1945 perdió control de los territorios. 

Paralelamente, luego de que las fuerzas de Mao Zedong derrotaran al ejército de Chiang Kai-shek -consolidando así el gobierno comunista que perdura hasta el día de hoy- este sus diciencias se refugiaron en la isla, proclamando un gobierno nacionalista "legítimo". Este gobierno (que en realidad era una dictadura de facto) fue heredado por el hijo de Kai-shek, Chiang Ching-kuo, que bajo la presión social de un pueblo que había escapado de china continental huyendo de las divergencias polìticas,, empezó a permitir un proceso de democratización gradual, que tiene su consolidación en 2000 cuando el primer presidente elegido  por elecciones libres -Chen Shui-bian- asumió funciones presidenciales, luego de que el “padre” de la democracia en Taiwán, Lee Ten-hui, lideró las reformas institucionales que llevaron a una apertura política total a finales del siglo XIX.

Lo que ha sucedido después de todo esto, solo marca la independencia política de Taiwán sobre el gigante asiàtico. A pesar de que han habido cercanías diplomáticas entre ambos territorios, y contando con la benevolencia china de la expansión comercial del mercado taiwanés -hoy por hoy uno de los más fuertes en el sector de la manufactura e importación a nivel mundial de tecnología-, las tensiones son más altas que nunca, desde que Taiwán rechazara sistemáticamente las ofertas polìticas de China de aceptar la reunificación con el territorio a cambio de cierta autonomía polìtica y administrativa (el modelo usado en Hong Kong: “un país, dos sistemas”), y desde que China endureciera el discurso aprobando en 2005 una ley llamada anti secesión, que declara “ el derecho de China a recurrir a medidas no pacíficas” contra Taiwán si se separa oficialmente de China continental”.

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A ojos del régimen de Xi Jinping Taiwán es territorio chino, lo que a su vez promueve la consolidación de partidos políticos en la isla que se inclinan hacia la independencia, como el Partido Democrático Progresivo, liderado por Tsai Ing-wen, la actual presidenta. De hecho Ing-wen ha logrado alinear sus intereses con los intereses norteamericanos, puesto que en la actual disputa comercial y geopolítica entre ambas potencias (que se agudizaron en el gobierno de Trump) se acercó al gobierno norteamericano, logrando suplementos militares -armas defensivas- por parte del gobierno norteameticano, y su respaldo diplomático, lo cual es significativamente importante. Actualmente hay confusión sobre el estatus global de Taiwán. Por un lado China le considera como una provincia separatista y aboga por la reunificación, inclusive por medios coercitivos si es necesario. Pero Taiwán argumenta que es un estado soberano; un territorio con su propia constitución, líderes democráticamente electos y aproximadamente 30.000 activos en las fuerzas armadas. La importancia de toda esta situación, por supuesto tiene tintes económicos, puesto que las inversiones entre ambos países superan los 120.000 millones de dólares, y muchos taiwaneses viven en China, así como muchos chinos en Taiwán.

Las relaciones comerciales entre ambos países y la rápida expansión del mercado del Asia pacífico (ASEAN, Nueva Ruta de la Seda y Acuerdo del Indopacífico para citar algunos ejemplos) ha promovido el crecimiento exponencial de la economía de la región, lo que vislumbra la realidad de toda la situación: los intereses de China son meramente económicos, y los de Taiwán son políticos. Con los nuevos procesos internacionales esta situación puede cambiar favorablemente para uno o para otro, y solo la disposición política de ambos bandos determinará el futuro de Taiwán como país soberano, o como provincia de China. 

 

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