El incompleto jardín que nunca fue ciudad

Por Carlos Botero |
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Por Carlos Enrique  Botero Restrepo

Arquitecto Universidad del Valle; Master en Arquitectura y Diseño Urbano, Washington University in St: Louis.

Profesor Maestro Universitario, Universidad del Valle. Ex Director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad del Valle (de2012 a 2015) y Director del CITCE (Centro de investigaciones Territorio Construcción Espacio) de 2006 a 2010.


Este tema será eterno mientras existan las condiciones que permiten que el desaforado negocio de la expansión urbanística se imponga y se presente como paradigma del desarrollo urbano.

mejores condiciones de vida para la población de un territorio cualquiera

Lo primero que habrá que aclarar de manera insistente es que desarrollo urbano se define como la estructuración sostenible y de construcción permanente de mejores condiciones de vida para la población de un territorio cualquiera. Y ese es el fin primario de lo que hoy se define como objetivo fundamental del urbanismo.

Bajo este criterio puede explicarse el desarrollo urbano que se palpa y se respira en cientos de pequeñas ciudades holandesas, para usar un ejemplo, donde la expansión del territorio ocupado por infraestructura y vivienda es casi nula o inexistente, pero las condiciones de vida en cada ciudad son cada vez mejores: mejor espacio público, mejores condiciones de movilidad, más y mejores equipamientos colectivos, mejor aire para respirar, mejor y más estable oferta de agua potable,  y mejor todo lo que se nos pueda ocurrir y que sea materialmente tangible, mensurable, resuelto en edificios y espacios libres; en fin, en lo urbanístico. Mejor oferta en educación, en servicios de salud, en seguridad, en accesibilidad a los servicios culturales y recreativos y al uso del transporte colectivo, todo aquello que no es materialmente edificado, conforma con lo urbanístico, lo urbano.

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La inversión publica en el estadio Pascual Guerrero, en su remodelación del año 2011, lo disminuyó espacio de andenes y un carril de vía publica

Urbano y urbanístico no son entonces lo mismo, pero son inseparables

Urbano y urbanístico no son entonces lo mismo, pero son inseparables. Cuando no se entiende la diferencia surgen los elefantes blancos, las construcciones inútiles que terminan siendo ruinas espantosas que desvían de manera perversa los recursos públicos en detrimento de cualquier desarrollo urbano, o generan un efecto dañino sobre su entorno. Son edificaciones que pueden orientar desarrollo urbano en tanto mejoren las condiciones de vida de los habitantes que estén cubiertos por los servicios que prestan –el área de influencia respectiva- o pueden convertirse en obstáculos para el mismo. Ejemplos hay muchos, se encuentran en cualquier barrio de Cali, de cualquier estrato socioeconómico, de los cuales todo el mundo rescata lo bueno que pueda ser lo que ofrece, pero pocos sopesan los impactos negativos que resultan de su implantación inapropiada.

Veamos de manera rápida un par de ejemplos, de aparente pequeña escala pero con efectos que van más allá de lo imaginable. En la urbanización Ciudad Jardín –que debería llamarse “el incompleto jardín que nunca fue ciudad”; que Ebenezer Howard nos perdone- ha existido por muchos años en la esquina occidental del cruce entre la Calle 16 –inicio de la Avenida Cañasgordas- y la carrera 102, margen izquierda del río Lili, un CAI de la Policía Metropolitana de Cali. ¿Quién podría dudar de la importancia de tener este eslabón de la cadena de seguridad que tanto se reclama? Nadie. Pero ha preguntado alguien por los impactos negativos que se derivan de su localización en ese predio? Nadie. Para entenderlo, visite el lugar en horas pico, que son casi todas las horas del día, y vea lo que pasa cuando los agentes oficiantes en el lugar estacionan una camioneta patrulla, instrumento necesario para el ejercicio de la seguridad, en cualquiera de las dos calles que ahí se cruzan. Menudo aporte al trancón ya insuperable de esa arteria, que se inicia en la carrera 86 y va más allá de la carrera 122.

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La construccion del centro Comercial Centenario, a pesar que el barrio no cedió areas para zonas verdes públicas, el CC tampoco lo hizo, a pesar de las quejas

El otro ejemplo: en el barrio Manuel María Buenaventura hay un parque que es el centro de su trazado y que significó por muchos años el verdadero hito a que podía aspirar un conjunto urbanístico de las características de los barrios “obreros” de la década de los años 50 y 60. Un buen día, como resultado de la buena acción del municipio se construyó dentro del parque un puesto de salud. ¿Quién se puede oponer a que se incluya dentro del inventario inmueble del barrio un servicio de tales características? Nadie. Pero se ha preguntado alguien cuál fue el primer y más contundente impacto negativo que generó tal implantación? Nadie. Pero hay una pista contundente: del parque quedaron las sobras para que los vecinos pudieran tener centro de salud y parque. Para completar el cuadro de despojo del espacio público efectivo llamado parque, en algún momento los miembros de la Junta de Acción Comunal lograron que les construyeran una sede flamante y espantosa, pero por sobre todo excluyente y limitante del espacio público. Menos área de espacio público efectivo. Además recordemos que ambas edificaciones suelen dotarse de un agresivo enmallado perimetral para evitar que se roben las jeringas del uno y las sillas rimax del otro, lo cual demanda tomar más área de lo que quedaba del parque.

Consecuencias de no integrar desarrollo urbano con desarrollo urbanístico

Consecuencias de no integrar desarrollo urbano con desarrollo urbanístico, lo cual es un grave problema de cultura urbana y una expresión de bajo desarrollo urbano.

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