La indolencia ante la habitual violencia colombiana

Por Carlos Cuervo |
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Carlos Armando Cuervo Jiménez

Emprendedor y empresario con formación en Ingeniería Industrial


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Pero como la muerte atribuida a los asesinatos es totalmente común en el país

En esta semana que concluye se conoció una de esas situaciones que escandalizan hasta al más superficial de los colombianos.

Evidenciamos a través de un video las amenazas de muerte efectuadas en contra de un médico internista e intensivista, estos profesionales y los anestesiólogos que prestan servicios en las UCIS son los de mayor exposición y riesgo a contraer COVID19.

Pero como la muerte atribuida a los asesinatos es totalmente común en el país y no es objeto de rechazo social alguno, resulto sorprendente que esta vez causo algo de conmoción.

Y ante ello recordé un escrito atribuido a Bertolt Brecht en el cual a través de un poema se lanzó una dura crítica a las sociedades indolentes y apáticas, ante cualquier género de injusticia o violencia.    

Bueno, resulta que el verdadero autor del escrito es el pastor luterano alemán Martin Niemöler quien habiendo formado parte del nacional socialismo descubrió su verdadero rostro y fue encarcelado en un campo de concentración entre 1939 a 1945, estando en prisión escribió este valioso texto como parte de una epístola que vio la luz pública en 1946, de ella sustraigo unas lineas, porque todos la pueden buscar y leer en la red.

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El acontecimiento que involucra al médico en Soledad Atlántico, es como una severa advertencia ante nuestra indiferencia con el dolor ajeno

“Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas guardé silencio, ya que no era comunista.

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas no protesté ya que no era sindicalista…

Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.”

Está frase de cierre es la que se conecta con todas las sociedades en las que se prefiere mirar hacia otro lado, mientras lastiman al prójimo, porque no me importa, eso no es conmigo.

Y eso es lo que viene sucediendo con nuestra sociedad desde hace al menos 40 años, nunca nos pronunciamos contra la barbarie que significa quitarle la vida a otro ser humano, sin importa su credo, ideología, etnia o nivel social.

El acontecimiento que involucra al médico en Soledad Atlántico, es como una severa advertencia ante nuestra indiferencia con el dolor ajeno y la apatía a manifestar que ya basta de muertes sin motivo en el país.

La semana anterior por ejemplo, mientras en casi todos los Estados Unidos e importantes capitales del mundo se manifestaban en contra del asesinato de un ciudadano, por los excesos de un agente policial, en Colombia acontecía un hecho similar sin generar ola de rechazo alguno.

De nuevo esta injusticia en Colombia no representó manifestaciones de solidaridad hacia la familia del muerto, ni tampoco ejercicio de presión para que las autoridades competentes se manifestaran frente el esclarecimiento de los hechos con una oportuna y exhaustiva investigación.

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Así que en menos de unos días vimos las dos caras del comportamiento humano y de la solidaridad.

Otra vez estábamos mirando hacia afuera y manifestándonos ante el hecho ocurrido en Norteamérica, olvidando la gravedad de los asuntos internos que a cualquiera pueden afectar; porque nadie está exento de entrar en una discusión con un representante de la ley y que ello termine mal.

Y esta semana que finaliza nos devolvió la esperanza al mostrar a través de otro acontecimiento inédito, como aún existen colombianos humanos y solidarios, cuando en operativo de desalojo en contra de invasores un policía lo abandonó a pesar de estar expuesto a drásticas sanciones por desobediencia al superior.

Así que en menos de unos días vimos las dos caras del comportamiento humano y de la solidaridad.

Pareciese que todavía tenemos la posibilidad de enmendar ese modelo individualista y recuperar la solidaridad y la consideración al prójimo que el cristianismo en general inculca.

Y ante ello solo resta decidir de qué lado quiere cada uno estar, del lado del personaje descrito por el pastor Niemöler o del ser humano compasivo y solidario ante las dificultades ajenas.

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