Una guerra justa puede convertirse en injusta…

Por Luz Betty Jime… |
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Luz Betty Jiménez De Borrero / Pablo A. Borrero V.


 

La guerra hace parte de la lucha armada organizada entre los Estados, cuyo contenido esencial se manifiesta a través de la prolongación de la política por medios armados.

No obstante las guerras no son eternas, en tanto existe la posibilidad de acabarlas siempre y cuando existan las condiciones objetivas y concretas para tal fin y las fuerzas democráticas y progresistas se comprometan con la construcción de una paz estable y duradera para lo cual es indispensable tener la suficiente claridad ideológica y política para lograrlo y además, saber escoger los caminos para conseguir dicho cometido, pues de lo contrario se puede causar un gran daño al proceso mismo de la paz con ocasión de la confrontación armada.

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En medio de este proceso las fuerzas progresistas de la paz deben denunciar a los partidarios y voceros de la guerra disfrazados de paz armada y voceros de la misma que buscan generar odios y venganzas contrarios a la convivencia pacífica y de no repetición de una tragedia que como la que se vive en Europa entre Rusia y Ucrania o la que se libra en el oriente Medio  entre el Estado de Israel y las milicias de Hamas, debe terminar para bien de sus pueblos.

Ahora bien, se conocen dos tipos de guerra: una que se puede caracterizar como injusta por cuanto sirve para fortalecer los Estados de determinadas clases sociales, que ejercen su dominación económica, política y social con el fin de explotar económicamente el trabajo de millones de seres humanos, discriminar a la población por razón de su raza, etnia, condición social, ideología política, religión, cultura, etc. Al contrario, las guerras son justas cuando persisten en el objetivo de librar al pueblo de la explotación y la opresión política, como sucedió con las guerras de independencia contra el colonialismo y en la actualidad contra los imperialismos de diferente naturaleza.

Desde luego que una guerra justa puede convertirse en injusta y viceversa. Su valoración depende de la actitud que asumen las clases y los partidos políticos frente al Estado y los pueblos que luchan por su liberación y la construcción de una sociedad libre de la guerra, de la destrucción y del dolor que se causa con la misma, tal como viene sucediendo en varias regiones del mundo capitalista globalizado en donde las acciones de guerra se desarrollan en muchos casos utilizando métodos prohibidos por las normas del Derecho Internacional Humanitario -DIH-, que se realizan en contra de la población civil.

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Entre tanto, dichas confrontaciones bélicas deben cesar para lo cual las fuerzas políticas y sociales comprometidas con la paz hagan sentir en sus territorios la fuerza de la paz por encima de la fuerza de la guerra, que han hecho del conflicto armado un foco permanente de tensiones, particularmente en el caso de las dos guerras a las cuales nos hemos referido,  las que tendrán que suspenderse con la aplicación del principio de la “coexistencia pacífica” en interés de dichos pueblos y del derecho que tienen de organizarse en sus territorios y como Estados independientes y soberanos, para manejar sus asuntos internos y externos al tenor de lo dispuesto en el derecho internacional y de la creación de un ambiente de amistad, cooperación, ayuda mutua y solidaridad entre pueblos hermanos.


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