La sustitucion del dialogo y la diplomacia por la guerra y la violencia politica

Por Luz Betty Jime… |
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Luz Betty Jimenez De Borrero / Pablo A. Borrero

Una de las características del gobierno del presidente Trump consiste en pasar intempestivamente del diálogo y la diplomacia a la guerra, utilizando para ello la manipulación ideológica y sicológica para influir en la opinión pública y en los sentimientos y conductas de los grupos extranjeros enemigos y por supuesto de sus socios y aliados de quienes exige el apoyo incondicional a su política bélica, cuya motivación habrá que desentrañar después de analizar los intereses que él representa y defiende desde el gobierno de USA en su lucha competitiva por mantener la hegemonía del país como “gendarme del mundo capitalista” y potencia económica en el campo nacional e internacional.

Desde luego que para cumplir con su cometido no solo utiliza la violencia como instrumento directo e inmediato para conservar dicha hegemonía, sino también la seducción y el engaño ideológico como elemento eficaz para lograr sus propósitos. Todo esto tiene su aplicación en función de la correlación de fuerzas políticas y la atracción que genera participar en aventuras guerreristas como las emprendidas en este momento al bombardear primero, las instalaciones de una base militar en Siria, después amenazar a Corea del Norte ubicando un portaviones cerca de las costas de dicho país y finalmente lanzando en territorio de Afganistán la denominada “madre de las bombas”, para destruir los refugios que utiliza ISIS (Estado islámico) para el desarrollo de sus actividades terroristas.

No es casual ni improbable que dadas las condiciones económicas, políticas y sociales por las que atraviesa el capitalismo monopolista de Estado norteamericano, de bajo crecimiento de la economía, incremento de los gastos burocráticos, aumento de la deuda pública y del déficit comercial, parasitismo de las clases rentistas y rezagos de la crisis económica del 2008-2009, como de la necesidad de ponerse a tono con la elevación de la productividad del trabajo que conlleva el desarrollo tecnológico y la competencia en el mercado, el gobierno haya optado en este caso por intensificar la carrera armamentista y por ende la militarización de la economía, con el fin de crear nuevos valores y conseguir que el país ocupe nuevamente los espacios que otrora tenía frente a sus socios capitalistas de la euro zona, Japón, China, etc.

De esta manera se podrá proteger aunque artificialmente su poder hegemónico y de paso con su accionar bélico ajustar cuentas con sus enemigos, socios y aliados y por supuesto con los movimientos que tradicionalmente han sido y son oprimidos y explotados por el gran capital financiero norteamericano.

Desde luego que el aumento de las asignaciones militares en “tiempos de paz”, no constituye una particularidad exclusiva del gobierno de USA. En esta oportunidad no es improbable que los países integrantes de la OTAN intensifiquen sus gastos militares en la medida en que han salido a la palestra pública a apoyar las aventuras belicistas desplegadas por el gobierno norteamericano, sujeto a sí mismo a las presiones políticas internas de los grupos militaristas que anidan en el seno del partido republicano y demócrata respectivamente.

La experiencia práctica e histórica demuestra que las guerras de cualquier intensidad y dimensión, así como la militarización de la economía se convierten en la práctica en un freno del desarrollo de las fuerzas productivas, cuando no es que las destruyen.

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