Apuntar al blanco

Por Benjamin Barne… |
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Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011


Considerando que hay que evitar que de nuevo Cali tenga otro alcalde elegido por poco mas de la cuarta parte de los caleños con derecho al voto, es imprescindible que buena parte de los que se abstienen de votar entiendan que es mejor para la ciudad que voten en blanco. Que piensen que si no votan favorecen las maquinarias y la ciudad seguirá empeorando, y que eso terminará afectándolos también a ellos: más inseguridad, corrupción y caos urbano; más improvisaciones; y que consideren  que si el voto en blanco no gana, sí constituirá una advertencia al candidato que gane al estar vigilado por muchos más ciudadanos que no votaron por él.

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Según informó el Diario Occidente del 31/03/2023, es probable que en las próximas elecciones para la alcaldía de Cali gane el voto en blanco; y si parte de esa cerca de la mitad de ciudadanos escépticos que usualmente se abstienen de votar, se sumará al voto en blanco, entonces sin duda este ganaría y tendría que haber segundas elecciones con nuevos candidatos, quedando la esperanza de que alguno sea mejor y ahora con posibilidades de ganar. Por eso sería deseable que los precandidatos actúales más afines se unan, renuncien y se sumen al voto en blanco, y que entre ellos apoyen al que tenga más posibilidades para que los represente en las nuevas elecciones si las hay.
Votar en blanco al no encontrar un candidato que realmente valga la pena, o que valiéndola no tiene ninguna posibilidad de ganar, y no abstenerse de votar, es votar contra la impunidad, la corrupción y la ineficacia del estado; contra la continuación de un gobierno municipal demagógico y malo. Por eso hay que considerar que el voto en blanco no es un voto perdido, y que por lo contrario es una opción que cobra vigencia ante la farsa y el negocio en que se convirtió en Colombia la precipitada elección popular de alcaldes y concejales, gobernadores y
diputados; la que desde luego ya no se puede revertir, pero si mejorar.

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Por supuesto, únicamente cuando el voto no sea apenas de opinión sino también informado, y llegue a la elección de alcaldes y concejales, será posible una política urbana participativa y culta que permita mejorar nuestra precaria democracia, nuestras ciudades y la vida en ellas. Entonces sería votar por una nueva clase de político que tiene experiencia y conocimientos sobre las ciudades y la vida en ellas, que le permiten hacer propuestas pertinentes y acertadas; que no tiene maquinaria detrás ni compromisos previos con los grandes empresarios y contratistas. Que no compra votos sino que los genera; que hace política y no politiquería.

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Para poder cambiar las ciudades, en las que ya vive la mayoría de los habitantes del país, es preciso cambiar lo más pronto posible su participación democrática en su política. En Colombia el voto en blanco es una forma de participación electoral tan válida constitucionalmente como el apoyo a los candidatos de un partido reconocido cualquiera, o que lo sean por firmas; es como si fuese votar por un partido más, esta vez por el “partido” que busca recoger a todos los indignados y opositores a que se sigan eligiendo “a los menos malos”. Mientras tanto, votar en blanco, y no abstenerse, en las próximas elecciones es apuntar a conseguirlo.

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