Playa Del Carmen

Por Isabel Ortega |
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  Iwerrgsabel Ortega Ruiz 

 Estudió derecho en la Universidad Autónoma de Barcelona, Máster en Mediación y Resolución de conflictos en la Universidad de Barcelona, profesional del sector asegurador por 2 años, especializada en propiedad industrial, área donde ha trabajado por 4 años.


Por fin llegaba a la costa del caribe, el lugar prometido, lleno de hoteles con pulserita, playas de arena blanca como la cal, y agua cristalina, como las pupilas que se le clavaban a Bécquer. 

Me fui de Valladolid emocionada, volvía a reunirme con Karla, y ella había hecho un gran esfuerzo, solo venía para el fin de semana, con el coste que ello implicaba, teniendo que teletrabajar el viernes, en un hostal sin comodidades, con el fin de volver a pasar un fin de semana juntas. No puedo estar más agradecida. 

Playa Del Carmen

Nada más pisar playa del Carmen Juanca me escribió que me fuera a la terraza del hostal Che, que estaban allí de fiesta. Ellos siempre buscaban Y, más importante, encontraban, el hostal de la fiesta. Yo reservé en el Grand Hostal Playa, buscando un lugar más calmado donde Karla pudiera trabajar. Nos dieron una habitación de cuatro para nosotras dos, pero las zonas comunes resultaron ser diferentes a las fotos y no eran nada cómodas para trabajar. Lo bueno, es que al tener amigos en la fiesta podíamos unirnos a ella, pero sin necesidad de dormir con la fiesta, así que nosotras descansamos, mientras que ellos no. Ténganlo en cuenta si van de viaje. Es importante tener la fiesta cerca pero no la cama en la pared colindante. Entonces, me enfundé mi único vestido de arreglar, y me pinté los labios. Unos labios pintados te hacen parecer maquillada sin necesidad de más. La terraza era pequeña, lo que propiciaba que la gente se relacionara entre sí. Además, habían puesto una mesa para jugar al beer pong y una ruleta con pruebas. A un amigo le salió meterse en la piscina desnudo, y así fue como se ganó su primera copa tras un chapuzón como dios lo trajo al mundo. 

Playa Del Carmen

Playa Del Carmen
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Tenía grandes expectativas sobre la noche en Playa del Carmen, quien no ha escuchado sobre la fiesta en el caribe mexicano. Después del hostal nos fuimos al antro, Santino playa, a dos pasos de la 15 avenida norte, la arteria comercial y de fiesta de la ciudad. Allí es donde locales y turistas pretendíamos acabar la noche. Y sí la acabamos, pero para mí, antes de tiempo. Nos echaron a las 3:30 de la mañana, sin ningún lugar a donde ir. Solo los carritos de comida nos acogieron, hasta que se puso a llover como si no hubiera un mañana y de portal en portal, fuimos esquivando la lluvia hasta llegar de nuevo a nuestros hostales. Fue una noche breve pero intensa, no puedo decir que fuera mi mejor fiesta en México, pero si la última de ese viaje, y guardo un dulce recuerdo. A día siguiente Karla y yo nos fuimos en busca de agua salada y sol. Mi sorpresa y enfado llegó cuando nos tuvimos que poner a buscar por una playa pública, ya que hay muchas que pertenecen a hoteles o clubs marítimos y para entrar has de pagar entrada. Es algo que me parece impensable, la propiedad privada arrebatando el uso y disfrute de la naturaleza. Luego entendí que los mexicanos lo aceptan porque mucha parte de la costa está rodeada de manglares y han de abrir caminos a través de la maleza para llegar y en base a la construcción de ese acceso, la playa se paga. Los entes públicos delegan en la gestión privada el acceso y el mantenimiento de la costa. Un sistema que espero cambie con el desarrollo económico del país, aunque a nivel mundial la tendencia sea la privatización de todo.

Playa Del Carmen
Playa Del Carmen

Por suerte, contamos con ayuda de un lugareño, un amigo de Karla que vivía por la zona y se unió a nuestra aventura. Él nos descubrió un pequeño rincón, a tan solo 25 minutos de playa del Carmen, donde pudimos disfrutar de baños largos en el agua templada del caribe para después rebozarnos como croquetas en la arena blanca, que no ardía gracias a su color y que hacía cosquillas en los pies de tan suave que era.  Nos quedamos hasta que el sol se puso, aunque si nos dejan, nos hubiéramos quedado toda una vida allí. 

Playa del Carmen no tiene nada en especial como ciudad, su encanto se encuentra a las afueras, en su naturaleza. La ciudad se divide en avenidas y calles, formando una cuadricula perfecta. Tiendas y antros en el centro, junto con una playa pequeña y abarrotada a cualquier hora de gente. Es el lugar perfecto para ir con amigos, y el que evitar si vas con niños o quieres conocer la cultura mexicana. Allí todo es de plástico e importado. Es una ciudad que me dio seguridad, como tantas otras en México. A ratos te sientes como dinero con patas, pero si te sales del centro vuelves a encontrar la calma y pequeños comercios donde tomarte un buen mezcal. En el muelle puedes encontrar una escultura de Arturo Tavares Padilla, el Portal Maya, el cual según palabras del autor simboliza lo siguiente “Venimos de un ciclo de oscuridad y estamos entrando en uno de luz. A través de esta puerta, la humanidad se mueve hacia un nuevo ciclo de luz y hacia un estado de conciencia elevada”. 

Me gustaría pensar que está en lo cierto, durante mi viaje sentí mucha luz, pero aún nos queda un largo camino para alcanzar esa conciencia elevada. 

¡Hasta pronto!

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