La importancia del servicio

Por Héctor de los Ríos |
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P. Héctor De los Ríos L.
 

VIDA NUEVA

 

El poder y el dinero hacen que el mundo se divida en «pueblos ricos y pueblos pobres». Los primeros, se enriquecen más y más a costa de una pobreza creciente de los segundos. Los países ricos gobiernan tiránicamente el mundo entero. Hoy la Palabra de Dios (domingo 29 del tiempo ordinario) nos  pide examinar nuestra vida y aprender a ser grandes e importantes sirviendo a los demás.

LECTURAS:

Isaías 53, 10-11: «Con lo aprendido mi Siervo justificará a muchos»

Salmo 33(32): «Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros»

Carta a los Hebreos 4,14-16: «Mantengamos la confesión de la fe»      

San Marcos 10,35-45: «El que quiera ser primero entre ustedes, que sea  esclavo”.

Morir por alguien

Morir por alguien puede tener dos sentidos: o morir en beneficio de alguien o morir en sustitución de otro. Un santo del siglo pasado, el sacerdote Maximiliano Kolbe, se ofreció a morir por un hombre que debía ser sacrificado en tiempos de la persecución nazi. Lo sustituyó en el sacrificio para que viviera a favor de su familia. La Iglesia lo canonizó abismada ante la grandeza de su sacrificio. Esta muerte no habría podido darse si antes no se hubiera dado otra, la de Jesucristo, el justo y sin pecado, en beneficio de toda la humanidad.

La «diakonía» en la Iglesia

El servicio se presta a otra persona que necesita ser ayudada. El que presta el servicio asume la causa de la persona en necesidad y se entrega con pleno desinterés a su misión de servidor. Quien es de nivel superior se abaja, se compadece, ama y se da con generosidad al que lo necesita. El objeto del servicio va desde una pequeñez como desatar la correa de la sandalia hasta la máxima expresión cuando se entrega la vida por el necesitado. - Tenemos que identificar el servicio que se nos pide y que prestamos en la Iglesia y en la sociedad. En el servicio pastoral de la Iglesia hay una dimensión que se llama la diaconía. Es más amplia que la simple orden del diácono, del servidor en la Iglesia. Cobija a todos aquellos que a través de su quehacer diario prestan servicio a los hermanos. Lo hacen los padres de familia, sacrificados por el bienestar y desarrollo de sus hijos, lo hacen los educadores y profesores, lo hacen cuantos sirven a la comunidad en todos los campos. Lo que nos falta es impregnar de sentido cristiano toda esa actividad. Hacerla con pureza de corazón, con intenciones rectas, con plena honradez, con clara conciencia de que a través de ella Jesucristo sigue hoy prestando su misión de servicio redentor en el mundo. El cristiano es presencia viva de Jesucristo, Siervo del Señor, entre los hombres de hoy; de Jesucristo que se entrega por el bien de todos.

Amor y servicio

Amor y servicio no pueden morir, no pueden ser destruidos. Llevan en sí mismos el germen del triunfo. Y este triunfo lleva el sello de la universalidad: «justificará a muchos». Estos son los medios de salvación que emplea el Siervo de Dios. La esperanza de Salvación que el pueblo va alimentando entre destierro y destierro, se presenta con una condición: la humillación, el sufrimiento. Cuatro veces cantará el Profeta al Siervo que lograría a través de su humillación la exaltación propia y la de  todos los hombres. Dios Salvador está como a la expectativa del quehacer de su Hijo en su caminar entre los hombres. A la vista de la tarea, realizada en humildad y servicio pleno, la humanidad será salvada.

Hoy, en el Evangelio, Jesús nos muestra el único camino para lograr la realización integral de las posibilidades humanas. Solamente seremos hombres enteros si somos solidarios, si quemamos nuestras mejores energías en el servicio de los otros. Esto significa vivir a contrapelo del mundo que nos rodea y de sus hombres más significativos, los poderosos. Hoy, como parece que ocurría en tiempos de Jesús, lo normal en el mundo es tiranizar, oprimir; gusta más que les sirvan que estar sirviendo. Es necesario dar un paso más. Hay que releer la Palabra, aquí y ahora. Y esta relectura nos dará los verdaderos perfiles del servicio a los hombres de hoy.

Hay que denunciar y hay que transformar estructuras e instituciones injustas de la sociedad y de la organización política en que vivimos. Hay demasiadas máquinas de deshumanización que impiden la creación de un hombre integral. Todo ello surge de la interpelación que hoy nos hace la lectura de la Palabra de Dios.

¿A QUÉ NOS COMPROMETER la PALABRA?

Unico camino

Hoy, en el Evangelio, Jesús nos muestra el único camino para lograr la realización integral de las posibilidades humanas. Solamente seremos hombres enteros si somos solidarios, si quemamos nuestras mejores energías en el servicio de los otros. Esto significa vivir a contrapelo del mundo que nos rodea y de sus hombres más significativos, los poderosos. Hoy, como parece que ocurría en tiempos de Jesús, lo normal en el mundo es tiranizar, oprimir; gusta más que les sirvan que estar sirviendo. Es necesario dar un paso más. Hay que releer la Palabra, aquí y ahora. Y esta relectura nos dará los verdaderos perfiles del servicio a los hombres de hoy. Hay que denunciar y hay que transformar estructuras e instituciones injustas de la sociedad y de la organización política en que vivimos. Hay demasiadas máquinas de deshumanización que impiden la creación de un hombre integral. Todo ello surge de la interpelación que hoy nos hace la lectura de la Palabra de Dios.

Los Zebedeos de hoy

Los hijos del Zebedeo de hoy somos nosotros. Seguimos a Cristo como discípulos en nuestro tiempo y nuestro mundo. Es posible que en el servicio que prestamos en la Iglesia y en el mundo nos muevan intereses mezquinos, ambición de honores y ventajas. Tenemos que asumir en nosotros la misión y la obra salvadora del Señor que él hizo como un servicio a la humanidad, el máximo que haya sido prestado al hombre en la historia: el que le abre las puertas al Misterio de Dios y llena de segura esperanza su futuro.

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