Un nuevo contrato social

Por Luz Betty Jime… |
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Luz Betty Jiménez De Borrero / Pablo A. Borrero V.


 

En medio de la crisis general del mundo capitalista globalizado se plantea un gran debate ideológico y político sobre la necesidad de introducir una serie de cambios en el acontecer histórico de la sociedad. En este sentido, algunos politólogos consideran que ha llegado el momento de suscribir un nuevo “contrato social” con el que se logrará la colaboración entre las distintas clases y grupos sociales como la paz social, garantizada con los acuerdos y las reformas económicas, políticas y sociales que traerán consigo los cambios que requiere la sociedad en general y particularmente en América Latina.

Dicha propuesta resulta por lo demás utópica en la medida en que tal ideal es irrealizable en la práctica, no obstante que en el fondo sea producto del afán de resolver las dificultades que hoy se presentan en el seno de una sociedad mediatizada por una profunda crisis como consecuencia de la agudización de las contradicciones y los conflictos sociales.

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La ausencia de una verdadera democracia y la restricción cada vez mayor de los derechos y libertades de los ciudadanos exigen un cambio de las condiciones económicas

En este caso se trata de enmendar sus defectos mediante la implementación de una serie de ideales sociopolíticos, diferentes a los que tradicionalmente se han utilizado para conjurar la crisis del sistema social.

La ausencia de una verdadera democracia y la restricción cada vez mayor de los derechos y libertades de los ciudadanos exigen un cambio de las condiciones económicas, políticas y sociales en que viven millones de personas lo que nos lleva a pensar que la protesta social estará de nuevo en las calles y plazas de las ciudades, particularmente en Colombia en donde se impone un proceso de transición y de cambio de una realidad social que se agotó en el tiempo y que hoy se encuentra sumergida en una crisis profunda afectada por la demagogia, el populismo y el reformismo tendientes a apaciguar los ánimos de las clases y grupos sociales que siempre han sido y continúan siendo explotadas, discriminadas y excluidas de la vida política del país.

De ahí que la insistencia en formalizar un nuevo contrato social que incluso implique sacrificar parte de los derechos y libertades individuales de los ciudadanos a cambio de crear nuevos derechos y deberes que harían parte del nuevo acuerdo social que a su vez se reflejaría en las constituciones y leyes de los Estados, no constituye mas que un ideal de la razón pura que nada tiene que ver con la realidad de una sociedad dividida en clases sociales antagónicas y fragmentada políticamente en medio de la lucha competitiva por el poder del Estado.

Dicha característica inherente al sistema capitalista hace imposible que se dé como lo afirman los autores de esta teoría, un consenso mínimo por parte de los dirigentes políticos presuntamente comprometidos con la defensa del interés general, lo que aparentemente le imprimiría al acuerdo un carácter legítimo y una hipotética confianza al ciudadano en sus instituciones.

La tarea de construir un nuevo pacto político y social acorde con las necesidades e intereses comunes de la sociedad no es un asunto que pueda resolverse con acuerdos y contratos ideales, manteniendo simultáneamente la base o estructura económica que privilegia la concentración de la riqueza en poder de unos pocos y mantenga la dependencia económica del país respecto de los monopolios nacionales y transnacionales que interfieren en la vida política de la sociedad en su conjunto.

De hecho la utopía que acompaña la propuesta del contrato social adaptada bajo la forma de una novela de ficción puede despertar hasta cierto punto la función de pronóstico de la realidad existente en un país que como en Colombia también es posible que renazcan las posibilidades reales de cambio y de construcción de una nueva sociedad, más justa y equitativa con la cual siempre han soñado los colombianos.


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