¿Por qué pienso protestar pacíficamente el 21N?

Por Efraim del Cam… |
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Efraim del Campo Parra

Politólogo con maestría en Política (Sheffield, UK), y ciencias políticas y relaciones internacionales (Ginebra, Suiza). He sido consultor en programas de desarrollo económico sostenible para la Organización internacional de Trabajo (Suiza) y la Cámara de Comercio Hispanoamericana de Carolina del Norte. Especialista en desarrollo sostenible y política pública.


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Pasado un año muchos colombianos vemos que el país no tiene rumbo o una agenda definida

No soy una persona de protestar. De hecho, lo he hecho solo una vez en mi vida y fue en Edimburgo (Reino Unido) en la gran protesta contra el cambio climático el pasado octubre. Siempre he pensado que en Colombia las protestas están politizadas y lideradas por sectores políticos que solo quieren mostrar su capacidad de movilización social ante los gobiernos de turno. Con todo y esto, tome la decisión de marchar el próximo 21 de noviembre, y estas son las razones:

Primero, la falta de una agenda clara del presidente Duque. Pasado un año muchos colombianos vemos que el país no tiene rumbo o una agenda definida que nos permita ver hacia dónde va el país. Reconozco que la actual administración ha impulsado proyectos importantes, pero en perspectiva estos se ven desligados unos de los otros, como si cada ministerio impulsara su propia agenda. En un momento pensé que Colombia iba a ser centro de la cuarta revolución industrial o la economía naranja, pero hoy en día no vemos que eso se traduzca en un proyecto de escala nacional. Cuando no se ve qué es lo que el presidente quiere para Colombia, la gente entra en incertidumbre y pierde confianza en las instituciones, que de por si están bien debilitadas y desprestigiadas.

Segundo, la falta de carácter para luchar contra la corrupción. El incumplimiento de liderar en el congreso los artículos de la consulta anti-corrupción y el circo mediático del ex fiscal Néstor Humberto Martínez –que por cierto fue elegido por Santos- son hechos que indignan a gran parte de la sociedad. La investigación en el caso de Odebrecht al día de hoy no ha tenido los resultados ni las capturas vistas en otros países, como en el caso de Perú que han logrado la captura de altos ex funcionarios y dirigentes políticos. Es hora de darle la seriedad que se debe a la corrupción en este país, y para eso necesitamos un fiscal y una institucionalidad con la voluntad política de investigar y castigar a los corruptos. Por desgracia no veo eso en Colombia hoy.

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Los colombianos ya no perdonamos ni justificamos la violación de derechos humanos por parte de ninguna de nuestras fuerzas militares

Tercero, la masacre sistemática de líderes sociales. Pareciera que este gobierno aún no encuentra solución para disminuir la penosa cifra de amenazas y asesinatos contra nuestros líderes sociales, que lo único que buscan es la justicia y defensa de su territorio contra grupos armados y el narcotráfico. La falta de compresión de un país rural y de las comunidades que habitan estos territorios ha multiplicado la presencia de grupos ya actividades ilegales en la Colombia rural.  

Cuarto, ocultar el asesinato de niños en un bombardeo recordando la otrora época de falsos positivos. Los colombianos ya no perdonamos ni justificamos la violación de derechos humanos por parte de ninguna de nuestras fuerzas militares y mucho menos el ocultamiento de información por parte del ejecutivo. El gobierno en vez de permitir el reclutamiento por parte de disidencias –que se ha incrementado un 49% según COALICO-, debe de brindar oportunidades y garantizar las condiciones necesarias para que estos puedan cumplir sus sueños.

Necesitamos que el presidente Duque deje de darle la espalda al país y entienda que los colombianos necesitamos un líder que de soluciones a nuestros problemas. Claramente el gobierno tiene un problema de gobernabilidad que se vio reflejado en las elecciones del 27 de octubre. En este sentido, la protesta pacífica del 21 de noviembre es la oportunidad para llamar la atención sobre los hechos anteriormente señalados, que en cualquier país democrático serio causarían como mínimo la renuncia de varios ministros. Espero que el presidente Duque se tome el tiempo de escuchar y analizar el inconformismo ciudadano, y tenga la valentía de reconocer y re-orientar ciertas políticas y posturas que no han permitido la consolidación de su proyecto de país.

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La política es como la amistad. Una amistad buena es aquella que el amigo te regaña cuando haces algo malo, pero aun así te apoya a corregir y salir adelante

Por último, es aterrador la forma en como sectores radicales desprestigian y amenazan el derecho constitucional que tenemos todos los colombianos de protestar. Tildar de “vagos”, “ignorantes”, “comunistas” o “violentos” a las personas que pensamos protestar pacíficamente no solo genera odio y resentimiento, sino que también fomenta confrontaciones violentas como las promovidas por grupos de “resistencia protectores de la infraestructura y patrimonio”. Solo espero que en Cali estemos lejos de ese tipo de comportamientos radicales que se ven en Medellín, y si los hay, espero que el alcalde tenga el carácter de controlarlos y de hacer respetar la ciudad de estos grupos “pseudo-paramilitares”.

P.S. La política es como la amistad. Una amistad buena es aquella que el amigo te regaña cuando haces algo malo, pero aun así te apoya a corregir y salir adelante. En contraste un mal amigo es aquel que siempre te apoya sin importar nada, acolitándote y justificándote todo sin que logres aprender de tus errores y mejorar. Con esta metáfora pregúntate, ¿que tan buen amigo eres de Duque?

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