El más grande en el Reino de Dios

Por Héctor de los Ríos |
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P. Héctor De los Ríos L.
 

VIDA NUEVA

 

Cada Domingo es una nueva convocación de Dios a cuantos han creído en su salvación. Venir a la Eucaristía no puede convertirse en un acto rutinario, común y corriente, sin relieve o en el cumplimiento de una práctica sin trascendencia. Si es cierto que siempre celebramos la misma salvación, también es verdad que cada día esta salvación nos descubre un nuevo rostro, nos presenta un aspecto inédito. Descubrir este aspecto y confrontarlo con nuestra vida, reconocer y celebrar los caminos siempre nuevos de la salvación de Dios, es el objetivo de este encuentro de hermanos, a la vez gozoso e inquietante. La Palabra hoy (domingo 25 del tiempo ordinario) nos invita a dejarnos formar por Jesús para que aprendamos cuáles son los valores del Reino de Dios.

LECTURAS:

Sabiduría 2,12.17-20: «Se gloría de tener por padre a Dios»

Salmo 54(53): «El Señor sostiene mi vida»

Carta de Santiago. 3,16- 4,3: «La sabiduría que viene de arriba es amante de la paz»

San Marcos 9, 30-37: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres»

Un proyecto divino

Decía Jesús a Pedro en la lectura del Domingo pasado «Tú piensas como los hombres no como Dios». Pertenecemos a un proyecto divino sobre el hombre y sobre el mundo y nuestro deber es comprometernos en él. Nuestra presencia en el mundo, invitados a la vida, es dar realidad a esa voluntad divina en la parte que nos corresponde en el corto espacio de tiempo que nos toca vivir. Nos han precedido siglos de historia, figuras grandes de hombres y mujeres que han cumplido su misión, y también en esa historia ha habido grandes debilidades y deficiencias. Seguir a Jesús es dejarse formar por Él. También  hoy existe una «levadura» de la ideología dominante. Como los discípulos de Jesús, también nosotros, no siempre somos capaces de mantener una conducta crítica ante la invasión de todo esto. El talante formador de Jesús nos sigue ayudando.

No por el hecho de que una persona «siga a Jesús» ya es santa y renovada. En medio de los discípulos, cada vez de nuevo, la «levadura de Herodes y de los fariseos»  levantaba cabeza. En el episodio del evangelio de hoy, Jesús aparece como el maestro que forma a sus seguidores. «Seguir» era un término que formaba parte del sistema educativo de la época. Era usado para indicar la relación entre discípulo y maestro. La relación maestro-discípulo es diferente a la relación profesor-alumno. Los alumnos asisten a las explicaciones del profesor sobre una determinada materia. Los discípulos «siguen» al maestro y conviven con él, veinte y cuatro horas al día. Fue en esta «convivencia» de tres años con Jesús, que los discípulos y las discípulas recibieron su formación. El pasaje que sigue en evangelio de Marcos  nos dará otro ejemplo muy concreto de cómo Jesús formaba a sus discípulos.

La misma ambición de poder

Los discípulos de Jesús -los de ayer y los de hoy- quedamos espantados y con miedo. No entendemos la palabra sobre la cruz, porque no somos capaces de entender ni de aceptar a un Mesías que se hace siervo de los hermanos. Nosotros seguimos soñando con un mesías glorioso y mostramos, además de esto, una gran incoherencia. Mientras Jesús anuncia su Pasión y Muerte, nosotros discutimos entre nosotros sobre quién es el mayor, quién debe ocupar el primer puesto...

Jesús quiere servir, ¡nosotros sólo pensamos en mandar! La ambición nos lleva a auto promovernos a costa de Jesús. Hasta hoy, aquí y allá, el mismo deseo de autopromoción aparece en nuestras comunidades. Tanto en la época de Jesús, como en la época de Marcos, había la «levadura» de la ideología dominante. También hoy, la ideología de las propagandas del comercio, del consumismo, de las novelas influye profundamente en la manera de pensar y actuar de la gente. En la época de Marcos, no siempre las comunidades eran capaces de mantener una actitud crítica frente a la invasión del Imperio Romano. ¿Y hoy?

Una religión  a nuestra medida?

Fácilmente nos hacemos una religión a nuestra medida, conforme a nuestros proyectos y no aceptamos lo que Dios nos pide. Y tenemos el peligro de caer en la desilusión, en el enfriamiento de la fe, quizás incluso en la increencia. Vale la pena ahondar en nuestro conocimiento de Dios, del Señor Jesús, de la Iglesia. Entrar en sus designios. Vivir nuestro cuarto de hora en el mundo como miembros activos de todo un proyecto grandioso con el cual Dios va construyendo el futuro del hombre y del mundo. Un proyecto digno de la grandeza del amor de Dios. Si somos especuladores de nuestra propia promoción, no seremos evangelizadores y nuestras palabras serán puro oportunismo....

Para orar y vivir la Palabra:

«El Señor sostiene mi vida»

Yo, Señor, no quiero hablar de Ti de una manera fría, puramente teórica. Quiero hablar de lo que Tú supones en mi vida, de lo que Tú haces en mí.  Tú eres mi roca, mi fundamento. Sin Ti, mi vida se derrumba. Vengo a ser como esa casa edificada sobre la arena. En cambio, contigo, me siento fuerte, soy como la casa bien edificada sobre roca.

«Yo domino a los demonios desde lo alto y no les hago más caso que a las moscas. Los encuentro singularmente flojos. Desde que se ven despreciados, todo coraje los abandona. Atacan a los que se rinden a su discreción».   - (Santa Teresa de Jesús)

 

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