Energías limpias

Por Jean Nicolás Mejía H |
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Las energías limpias indudablemente revolucionarán el sistema internacional, pero no de la forma en la que se ha idealizado. La transición de las dinámicas del petróleo y del carbón hacia las energías verdes causará  irrupción dramática en todo el sistema internacional mientras se reconfigura el sistema energético, y no hay una forma de evitar que estos trastornos modifiquen la geopolítica actual, dando oportunidades a nuevos actores y destruyendo la hegemonía de algunos otros. 

Si bien los efectos colaterales del cambio climático derivados de la injerencia directa del hombre -los gases del efecto invernadero y el aumento de fenómenos meteorológicos catastróficos que se han vuelto más recurrentes, por citar algunos ejemplos- han supuesto un aumento significativo de los esfuerzos globales por lograr una transición a las energías renovables, dichos esfuerzos para  “desmantelar” el sistema de los combustible fósiles son aún inadecuados y en muchas ocasiones, inútiles. 

Es una necesidad inherente a la evolución que está teniendo el sistema internacional, principalmente porque la geopolítica de los combustibles fósiles está más viva que nunca, y ello está terminando de corroer las dinámicas políticas y comerciales que desde la Primera Guerra Mundial -el establecimiento del carbón como la unidad primaria y producto estratégico-  se han instaurado.  Europa atraviesa una crisis energética sin precedentes, en donde el precio de la energía nunca fue tan alto, y las grandes distribuidoras han empezado a colapsar, siendo un atractivo político para potencias como Rusia, que se aprovecha del gran suministro de gas natural de sus reservas al continente europeo para condicionar las relaciones políticas y diplomáticas de la región. 

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Ello no quiere decir que dicha transición a las energías verdes signifique 1. Una transición homogénea y pacífica hacia un nuevo sistema internacional, y 2. El fin del monopolio de los combustibles fósiles a corto plazo. Por el contrario, lo que se verá es una demanda sustancial de petróleo y carbón en las siguientes décadas, porque habrá una concentración de producción mundial de más a menos, dando más poder de influencia estratégica a los actores que concentran estos recursos. Consecuentemente, aquellos productores “de alto costo” como Canadá o Rusia podrían quedar excluidos del mercado cuando la demanda disminuya, acelerando así la transición del combustible fósil a la energía verde en aquellos países que buscan ser líderes en el cambio climático, como Estados Unidos y el Reino Unido, lo que desencadenará disrupciones en los monopolios de los mercados, y los actores intermedios -aquellos que son menos dependientes de las instituciones financieras, esas mismas que buscan transiciones a las energías limpias alejándose de las tradicionales - tendrán más autonomía en el mercado al inferir directamente en los precios y cuotas de los mercados, como los países del Golfo (principalmente, los productores), convirtiéndose en actores imprescindibles del nuevo orden mundial. 

Las dinámicas que marcan la geopolítica del sistema internacional actual cambiarán drásticamente, puesto que los elementos que hacen a una superpotencia de la energía limpia, distan mucho de las tradicionales, por lo que el nivel de influencia global también es totalmente diferente. A corto plazo, esta influencia global está centralizada en aquellas potencias que concentran monopolios, como Rusia con el gas natural (y las condiciones políticas y diplomáticas que tan “agresivamente” establece en la región euroasiática -condicionadas al suplemento del gas a Europa-).

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Pero a largo plazo, “ la innovación  y el capital barato, determinarán quién gane la revolución de las energías verdes” (Jason Bordoff y Meghan L.O´Sullivan/ Foreign Affairs Volume 10,N.1 2022), por lo que aquellos países que logren: 1. Establecimiento de nuevas normas energéticas, 2. El control de las cadenas de suministros de minerales esenciales para las energías limpias (cobalto, cobre, Litio Níquel), 3. La capacidad de fabricación y suministro de componentes para las nuevas tecnologías a base de energías limpias y 4. La capacidad de producción y exportación de combustibles bajos en carbono ( la descarbonización es esencial para la transición a un mundo cero neto -cero emisiones-), lograrán ser super potencias en el nuevo orden internacional del nuevo sistema energético.

Estos procesos, indudablemente, producirán ganadores y perdedores.

 

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