Ciudad y belleza

Por Benjamin Barne… |
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Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011


¿Que hace bella a una ciudad? Sin duda sus construcciones (edificios, casas, amoblamiento, puentes), el espacio urbano que conforman (calles, avenidas, plazas, parques, zonas verdes) y su trazado, y el paisaje que la rodea (montes, montañas, ríos, bahías, playas). Entonces ¿qué hace bella una construcción? ¿qué un espacio urbano? ¿y el paisaje? Belleza, según el DLE, es la cualidad de lo bello: algo que por la perfección de sus formas complace a la vista o al oído y por extensión al espíritu, y este es el carácter íntimo, esencia o sustancia de algo, en este caso alguien. O sea que la belleza de una ciudad depende de quien la recorra y mire, su educación, su sensibilidad estética y sus viajes.

Ciudad y belleza

Los monumentos pueden tener su propia belleza, como la Tour Eiffel o Notre Dame, pero lo que está a su alrededor los debe respetar y además deben estar suficientemente separados unos de otros; o incluso estar algo lejos como lo están las Pirámides de Giza de El Cairo; y en Brasilia sólo hay algunos monumentos y muchos bellos edificios exentos pero pocos espacios urbanos bellamente conformados. Las construcciones más comunes, por lo contrario, en general deben contribuir discretamente a los espacios urbanos públicos que conforman, mas no repetirse idénticas o ser una sola a lo largo de toda una manzana, o, peor, ser varias muy diferentes entre sí dándose codazos entre ellas.

Hay ciudades que deben su gran belleza a su paisaje de cerros y agua como Rio de Janeiro; o Porto; a la presencia del agua como Venecia o Brujas o Ámsterdam; a espacios urbanos de agua y edificios como Estambul, París, Berlín, Nueva York, Chicago o Buenos Aires; sólo a sus edificios como Florencia o Pisa, o como Atenas cuya Acrópolis es un cerro monumentalizado; Ciudad de México son varias ciudades de bellezas diferentes; La Habana y Cartagena de Indias tiene paisaje, agua, monumentos y bellas casas; pero Cartagena, la de Murcia, tan parecida pero más pequeña que la de Indias, apenas es muy bonita, igual que Chefchaouen que lo es de entrada por su color azul.

Ciudad y belleza

Bonito, dice el DLE, es apenas lo que es lindo, agraciado, y de cierta proporción y belleza, como lo es Popayán, no así Mompox, más pequeña, a la que el río Magdalena vuelve bella. Cali fue hasta mediados del siglo XX bonita pera ya entrado el XXI es como una cara cada vez más fea en un cuerpo que mantiene bello: sus montes, su cordillera con sus muy altos y muy bellos Farallones lamentablemente casi siempre entre las nubes, y está el sonoro río de alta pendiente, “el río de la ciudad” como se lo llamó antes, que la cruza por la mitad, y el ancho, lento y embarrado río Cauca, paralelo a la cordillera, que la separa/une con el amplio valle a sus pies, el que recorre de sur a norte.

Ciudad y belleza

En conclusión, la belleza de una ciudad es sin duda imprescindible para una mejor calidad de vida en ella, es decir, como dice el DLE, aquel conjunto de condiciones que contribuyen a hacer la vida agradable, digna y valiosa; y no sobra recordar que vida es la existencia de seres vivos en un lugar, y también una cierta manera de vivir. Por eso es tan difícil entender cómo es que se ha tolerado en muchas ciudades en Latinoamérica la demolición de lo que las hacia bellas, o al menos bonitas como tantas aún lo son, pues no han crecido tanto ni tan rápido, todo dizque para “modernizarlas” o para “cambiarles la cara” pero en realidad deformándolas con vulgar silicona arquitectónica.

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