El colapso del sistema internacional contemporáneo

Por Jean Nicolás Mejía H |
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* Jean Nicolás Mejía H.
 

Los recientes eventos internacionales no sólo dan cuenta del colapso del sistema internacional contemporáneo, sino desmantelan la verdad sobre la mentira fabricada a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, en donde la consigna: “cooperación para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional”, no es más que un discurso globalizado para proponer un modelo político que ha colonizado y estructurado los modelos estatales actuales.

Vamos por partes: El sistema internacional contemporáneo no es el que nos han vendido. Después de la Segunda Guerra Mundial, la Liga de las Naciones y la posterior ONU, no son un gran consenso internacional, sino la visión occidental de la “cooperación internacional”.  Los países de occidente ( EEUU, UE, y aquellas alianzas transatlánticas y latinas) difieren mucho de la visión asiática del mundo globalizado: Para estos países de occidente la democracia y la defensa de las libertades, es el modelo ideal de igualdad global.

El colapso del sistema internacional contemporáneo

Es por ello que para esta estructura, es imperativo un modelo de cooperación que dé cuenta de las alianzas que pueden hacer aquellos países potencia en función de salvaguardar los intereses de otros menos hegemónicos (así la defensa de esos intereses suponga el uso del monopolio de la fuerza), pero a pesar de ser un sistema “cooperativo”, también es un sistema económicamente agresivo en donde el superviviente es aquel que lucha por sus propios intereses. 

Por otro lado, el modelo asiático se diversifica en la visión que siempre ha tenido Rusia, y la visión de los países del sudeste asiático: desde los zares, pasando por la Unión Soviética y materializándose en la actual Federación de Rusia (en donde el sistema internacional debe ser un modelo en donde hay pocos hegemones  internacionales que luego controlan a los territorios menos influyentes -lo que supone una subordinación política y económica de los débiles hacia los fuertes-). Y los países del sudeste asiático, que consideran las cooperaciones económicas y comerciales mucho más fuertes que las políticas, en virtud de un crecimiento económico conjunto. 

En consecuencia, no es de extrañarse que justo después de la Segunda Guerra Mundial el mundo entrara en una disputa ideológica que polarizó y determinó en gran medida el desarrollo de esas cooperaciones internacionales: el capitalismo de EEUU vs el comunismo de la Unión Soviética y todas las tensiones militares que eso derivó (La Guerra Fría).

Estas tensiones militares derivaron por ejemplo en la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que literalmente fue creada para frenar la “expansión soviética en el mundo”.  Por tanto no es de extrañarse que Rusia haya visto siempre con recelo a la organización y a sus intenciones, especialmente cuando poco a poco se ha acercado hacia su territorio no sólo movilizando activos militares en los países miembros, sino en aquellos limítrofes con Rusia y que históricamente no han tenido protagonismo, como Finlandia.

El colapso del sistema internacional contemporáneo

En el 2008 una comunicación del entonces secretario general de la CIA al presidente de los EEUU, advertía de la cercanía de la OTAN a territorios como Ucrania y Georgia (que históricamente y culturalmente comparten más similitudes con Rusia que con la propia Europa) inquietara a Rusia, y que esta haya manifestado su necesidad de intervención directa, en caso de que se sintiera amenazada por occidente. 

Esto fue lo que sucedió alguna semanas (14 años después desde las primeras advertencias) cuando que Rusia empezó un escalamiento militar en territorio ucraniano, lo que ha conllevado a un rechazo generalizado por parte de todo el sistema de occidente, aislando a Rusia económicamente, financiera, comercial y políticamente, poniéndola en una posición mucho más complicada que antes. 

Curiosamente, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la comunidad internacional no se pronunció negativamente de igual manera cuando EEUU interviene militarmente en países como Cuba, Vietnam, el golfo pérsico, Irak o Afganistán, por nombrar algunos, o en la presión de Israel contra el desplazamiento de palestinos en Gaza o en contra del bloqueo de Arabia Saudita en la ayuda humanitaria en el conflicto de Yemén. 

No se trata de mostrar una justificación de las recientes acciones rusas, pues desde esta columna se condena cualquier acto que atender contra la vida en general, sino de la hipocresía que ha construido un sistema que se derrumba como un castillo de naipes a medida que la contemporaneidad y la globalización (y la glocalización) han mostrado el verdadero discurso internacional: se coopera internacionalmente para defender intereses particulares.

Evidentemente el sistema de Naciones Unidas y del creado alrededor de la cooperación en virtud del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales es obsoleto, y estamos ad portas o de una reestructuración profunda de todo el sistema, o del colapso del mismo. Curiosamente, en este siglo XXI no son los políticos influyentes los llamados al cambio, sino los propios ciudadanos a proponer y materializar ese cambio.

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