Arquitectura colonial

Por Benjamin Barne… |
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Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011


La lectura del muy interesante e importante libro de Hernando Gómez Buendía, Entre la independencia y la pandemia, 2022, deja en claro cómo en Colombia todo ha venido de afuera y transformado por la geografía del país. Y un ejemplo contundente es la arquitectura de la casa de la hacienda colonial desde el siglo XVIII a inicios del XX; y de nuevo viene de afuera con la arquitectura el español californiano y luego con la moderna vía Estados Unidos, rápidamente mal vulgarizada ignorando los climas tropicales sin estaciones de el país. La de las haciendas es una arquitectura colonial doméstica, cuyo emplazamiento, función y construcción conducen finalmente a su forma.

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La función de la casa de hacienda es elemental: donde refugiarse durante la noche, poder participar del paisaje circundante, tanto inmediato como corrales y potreros, o como cerros cordilleras y valles, tanto al amanecer como al atardecer, pues el resto del día se estaba afuera en el campo trabajando. De ahí sus pocos espacios interiores, repetidos e iguales, para las alcobas, y el corredor periférico para comer y hablar, el interior, y para hablar y mirar el exterior, formando una nave, y luego dos o tres acodadas, las que a su vez conforman sus patios abiertos, los que diferencian estas casas de los cortijos andaluces que, como señaló German Téllez, son contemporáneos no anteriores.
Por otro lado la disponibilidad de materiales y de mano de obra cercanos al sitio, existentes en cada una de las diferentes regiones del país, llevó a una construcción elemental a base de tierra, tanto para sus muros portantes de tapia pisada como para los suelos, en donde era apisonada, o de adobes fabricados en el sitio; y de madera sin aserrar amarrada con bejucos para las cubiertas, terminadas con hojas de palma o paja, las que solo más adelante se reemplazaron por tejas árabes de barro cocido, junto con ladrillos tablones para los pisos y las bases de los piederechos en los corredores; además los muros se encalaron y las puertas ya eran de tablas y listones aserrados y no simples cueros colgados.

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Finalmente la forma, como resultado de la función de la casa y de sus posibilidades de construcción, se caracteriza por la austeridad que aquellas le proporcionan, y que se magnifica cuando su plena belleza se adquirió con el fuerte contraste del blanco de la cal con el rojo oscuro de las tejas de una techumbre muy inclinada y por lo tanto a la vista arriba de los corredores, los que ya contaban con barandas evidenciando su fachada, y en las cuales acodarse para gozar del paisaje. Además la casa ya se había completado con dos o tres naves adicionales, incluyendo la cocina, pero no cerrando un patio central, lo que multiplica y modifica las visuales en sus diferentes recorridos y estancias.
La importancia de lo anterior para una arquitectura regenerativa y autosostenible en el país, lleva a estudiar los libros y fotografías de German Téllez al respecto, incluyendo dos sobre Rogelio Salmona, en cuya arquitectura hay influencias de la arquitectura colonial, como patios, balcones y cubiertas inclinadas, junto con la presencia del agua y las terrazas y azoteas que vio en su viaje por Andalucía y el Magreb. De ahí lo pertinente de continuar con las enseñanzas que ambos dejaron, junto con la sabia indicación de Willy Drews de que un arquitecto debe saber que es lo que va a proyectar (como un alarife o un viejo maestro trazador); los tres, maestros en la Universidad de los Andes.

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