En Jesús se cumple la promesa de Dios

Por Héctor de los Ríos |
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P. Héctor De los Ríos L.
 

VIDA NUEVA

Un programa de Misión

La Iglesia nos propone en la Liturgia de este día meditar en la Palabra de Dios. Es posible que ya hayamos empezado a familiarizarnos con ella en la Biblia. Quizás hemos dado un paso adelante y hemos emprendido el ejercicio de la Lectura sagrada y usamos la expresión: Lectio divina. (Lectura orante)

Pero la Palabra de Dios no es comparable con ningún otro texto escrito. En él nos viene la Palabra de Dios, su deseo de darse a conocer a nosotros que lo buscamos y nos interrogamos frente a él. Nos dice igualmente qué quiere él de nosotros. Los demás libros, incluso los de piedad, son palabras del hombre hacia Dios. Este libro encierra Palabras de Dios a nosotros. Incluso nos ofrece en ocasiones con palabras nuestras lo que Dios quiere escuchar de nosotros.

LECTURAS:

Nehemías 8, 2-4a.5-6.8-10: «La alegría que les da el Señor es su fortaleza»

Salmo 19(18): «Tus palabras, Señor, son espíritu y vida»       

1Corintios 12,12-30: «Ustedes son el cuerpo de Cristo…”       

San Lucas 1,1-4; 4,14-21: «Hoy se cumple esta Palabra...»

Ungido y enviado

La unción de Jesús con el Espíritu viene unida a la entrega de la función mesiánica, que responde a la expectativa del pueblo y trae la Buena Nueva de la salvación para los pobres, esperada desde hace mucho tiempo. Con la presentación oficial que Jesús hace de sí mismo en la sinagoga de Nazaret, vuelve realidad histórica aquello que era un anuncio.

El Pneuma  (Espíritu) que unge a Jesús, ahora lo envía para la misión. Ese envío de Jesús por el Espíritu Santo está relacionado con los cautivos, los ciegos, las personas enfermas  del cuerpo y del espíritu y que por tal motivo son excluidas de la convivencia social y religiosa de su tiempo. Para esta categoría de personas, Jesús viene a proclamar el fin de sus aflicciones y el feliz inicio del tiempo de la justicia y de la paz.

Domingo de la Palabra

Desde 2020, el Papa Francisco tuvo la iniciativa de dedicar III del Tiempo Ordinario, de un a manera espcial, a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios. Este Domingo de la Palabra de Dios, que se celebra en el contexto de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, nos ofrece además la oportunidad de unirnos en oración a todos aquellos que comparten la Sagrada Escritura como patrimonio común, que indica a los que se ponen en actitud de escucha el camino a seguir para llegar a una auténtica y sólida unidad.

Al proponer esa celebración a toda la Iglesia, el Papa destaca que: «La Biblia no puede ser sólo patrimonio de algunos, y mucho menos una colección de libros para unos pocos privilegiados. Pertenece, en primer lugar, al pueblo convocado para escucharla y reconocerse en esa Palabra. La Biblia es el libro del Pueblo del Señor que al escucharlo pasa de la dispersión y la división a la unidad. La Palabra de Dios une a los creyentes y los convierte en un solo pueblo”.

Y enfatiza el Papa: «El día dedicado a la Biblia no ha de ser "una vez al año", sino una vez para todo el año, porque nos urge la necesidad de tener familiaridad e intimidad con la Sagrada Escritura y con el Resucitado, que no cesa de partir la Palabra y el Pan en la comunidad de los creyentes».

La Biblia en casa

Anunciar a los cautivos la libertad, a los ciegos la vista, a los oprimidos la liberación... anunciar el año de gracia del Señor. Esa es su misión. Tenemos tantas esclavitudes y cegueras, somos cautivos de tantos lazos que nos impiden descubrir a Dios y su plan en la vida. La Palabra de Dios va a lo más profundo de nuestras necesidades.

La Biblia en nuestra casa no puede ser solo un elemento decorativo. La Palabra que ella nos ofrece es para ser leída con respeto, escuchada con amor, seguida con fidelidad. No es un libro más de la biblioteca. Como significa la palabra Biblia, ella es el Libro.

No es para ser leída superficialmente. Es un libro que hay que encerrar en el corazón. Hacer que esa Palabra ilumine la vida y dé sentido a nuestra presencia en el mundo. Nos debe ser familiar y muchas de sus palabras deberían venir casi sin pensarlo a nuestros labios. Ellas cuestionan, ellas encierran respuestas, ellas abren horizontes para todos los momentos. Leámoslas también con agradecimiento. Que sea realidad lo que se nos proclama en la Eucaristía: Palabra de Dios, te damos gracias, Señor.

«Hoy se cumple la Escritura que acaban de oír».

Ese hoy tampoco ha pasado. Es el perpetuo hoy de Dios, que no conoce oscuridad. El resto del evangelio, que nos va consignar las Palabras de Jesús y sus obras de liberación, y nos va a llevar sobre todo al momento de su glorificación a través de la muerte y la resurrección, es el resto de la homilía, hecha no sólo de palabras sino de acontecimientos siempre vivos y actuantes en la historia. Que el Señor nos conceda que nuestro hoy sea el suyo, para que ninguna palabra suya pueda caer en vano en nuestra vida, sino que todas puedan realizarse y se cumpla en nosotros la Salvación de Dios.

En la Eucaristía que estamos celebrando se hace presente ese perpetuo hoy de Dios que nos sana y nos libera. En actitud de apertura a la obra del Señor, propia del pobre y necesitado de la acción del Señor, en medio de la Iglesia que es el cuerpo del Señor, recibamos su acción salvadora, sobre nosotros y sobre todo el mundo.

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